Una investigación llevada a cabo por docentes, alumnos y egresados de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora (UNLZ) detalla los prejuicios de los medios de comunicación hacia los jóvenes y el tratamiento de las noticias que los involucran. Los informes periodísticos presentan un modelo de adolescencia pobre vinculado a la marginalidad, las adicciones y la delincuencia, a partir de un recorte de los hechos que coincide en la construcción de una imagen negativa de esos jóvenes, presentada como un estereotipo abarcativo.
Según el estudio “Juventud ¿divino tesoro? La construcción mediática de la imagen de los adolescentes”, realizado en la UNLZ, tanto noticieros como magazines e informes periodísticos de los cuatro canales privados de aire “presentan un modelo que tiende inexorablemente a la demonización de ese segmento social”. Para el desarrollo de la investigación, se analizaron los noticieros de los canales privados y de aire (Telefe Noticias segunda edición, Telenoche, Telenueve segunda edición y América Noticias segunda edición), los informes de los magazines de la televisión abierta (Mañanas informales, Mañaneras y AM, Antes del Mediodía) y de los programas periodísticos (Documentos América, GPS - Rolando Graña, Argentinos por su nombre y La Liga). También se incluyeron análisis de los principales matutinos de tirada nacional.
A modo de ejemplo, una cámara se enciende en el barrio Zavaleta y captura las imágenes de una cruda realidad: pibes destruidos por el paco, jóvenes que cobran “peaje” para entrar o salir de la villa. Las más duras escenas del delito y la violencia, en el informe “Zavaleta, el documental”, emitido en América TV, se presentan como un retrato fiel de “la villa más peligrosa de la Ciudad de Buenos Aires”. Pero, en el corazón de ese barrio de Barracas, circulan relatos e historias de pibes que trabajan todos los fines de semana para construir un barrio mejor. “La idea ya está instalada. Si sos de acá, te tildan de chorro, de ‘transa’, de todo, gracias a las mentiras de los medios”, afirma Carlitos, con indignación.
El caso de “Zavaleta, el documental” es sólo un ejemplo de cómo los medios de comunicación gráficos y audiovisuales configuran la imagen social de los jóvenes de los sectores de menores recursos. Los adolescentes son necesarios para los medios. Sin embargo, a la hora de mostrar su imagen aparecen divergencias. Por un lado, los protagonistas adolescentes de las ficciones televisivas viven en un mundo de abundancia en el que la pobreza pareciera no existir; una fantasía en la que todas las utopías se alcanzan, los finales son felices y -en una subjetiva polarización entre buenos y malos, lindos y feos- el bien siempre triunfa sobre el mal. Pero, por el otro, los informes periodísticos de noticieros, magazines y programas de investigación, los de no ficción, presentan un modelo de adolescencia con connotaciones negativas.
La estigmatización de los adolescentes también se hace presente en los medios gráficos. Títulos de tapa como “Radiografía de los pibes chorros” (Crítica), con la fuerte imagen en primer plano de un pibe apuntando con una pistola a la cámara (al lector), “Delincuentes cada vez más pibes y violentos” (Diario Popular), “Crecen 80% los delitos cometidos por menores” (Clarín) o “Queda libre el 90% de los menores” (La Nación), fueron recurrentes en los últimos años.
El término “menor” sigue siendo la denominación despectiva más común que utilizan los medios para nombrar a los adolescentes. Aunque también se los presenta como “pibes chorros”, “hampones” o incluso “pirañas”, cuando se los acusa de cometer hechos atacando entre varios a una sola persona. En este marco, el recorte que realizan los medios contribuye a la construcción social de una imagen de los adolescentes que, aunque no es veraz, es verosímil y por ende aceptada por gran parte de la opinión pública.
“Las penas son de los pobres”
Entre el 28 de noviembre y el 2 de diciembre de 2008, la figura de Kitu, “el adolescente que -según informaron los cuatro noticieros de los canales privados de aire- es el terror de San Isidro y sindicado como el asesino del ingeniero (Ricardo) Barrenechea” cobró protagonismo por encontrarse prófugo primero, y luego por su captura. Ese crimen reavivó la polémica por la imputabilidad de los pibes menores de 16 años. La repercusión mediática del homicidio provocó que se instalara en la agenda -una vez más- el reclamo para bajar la edad de imputabilidad penal, de 16 a 14, y que se reclamaran penas más duras para los jóvenes. En este contexto, la difusión de hechos delictivos provocados por adolescentes no demoró.
Los medios se colmaron de noticias que vinculaban a los chicos con la delincuencia. “Menores, otra vez”, anunciaba Telefé Noticias y presentaba una nota sobre “el padecimiento de una familia de Punta Lara que fue asaltada por adolescentes y obligada a jugar a la ruleta rusa”. Los noticieros coincidieron en informes especiales sobre bandas de mujeres adolescentes que delinquen: “Las pibas chorras. Un fenómeno que nació en La Plata”, presentaron. La “novedad” era el género, ya que se trataría de chicas que “roban en banda, algunas van con sus hijos y otras embarazadas”. El programa “Policías en Acción” ofrecía sus clásicas persecuciones y allanamientos con los jóvenes como protagonistas de delitos.
Según la abogada miembro de la Coordinadora contra la Represión Policial e Institucional (Correpi), María del Carmen Verdú, “lo primero que salta a la vista es que estas campañas se provocan y se reproducen en ciertos momentos”. La reiteración de noticias gráficas y televisivas naturaliza la relación directa entre delincuencia y pibes, básicamente de sectores de menores recursos. Y “con todo esto, convencen de que existe ese ‘miedo’, no sólo a los sectores medios, que hacen suyo ese discurso, sino que lo profundizan y generan la desconfianza en los pobres, convenciendo de que el pobre es otro sospechoso”, sostiene Verdú.
Las pruebas a la vista
Los adolescentes aparecen condenados de antemano, dado que una de cada cuatro de las noticias analizadas fue publicada sin citar fuente alguna. O mencionando a “una alta fuente policial”. Además, los investigadores afirmaron a InfoUniversidades que, en la mayoría de los casos, las noticias sobre chicos en problemas con la ley “se elaboraron con datos que no fueron contrapuestos con ninguna otra voz, o que no dieron cuenta del origen de la información, con percepciones que se transformaron en titulares y que adquirieron el estatus de exactitud”.
En esta línea, el debate sobre la edad de imputabilidad de los menores -de las clases más bajas- no solo fue instalado en la agenda de los medios y luego en la de los políticos, sino que se desbordó hacia programas que no tienen formato periodístico alguno. “A los 14 matan, violan, pero para hablar conmigo tienen que tener 21”, sentenció Susana Giménez en su programa homónimo.
Los adolescentes pobres se ubicaron otra vez en el centro de la escena mediática como un flagelo, mientras que políticos, psicólogos, sociólogos, jueces y funcionarios, entre otros, acudieron a los diferentes programas de televisión para dar su opinión sobre el tema. Fue el caso de la ministra de la Corte Suprema, Carmen Argibay y su voz crítica frente a la posibilidad de bajar el límite de edad que impulsaba el gobierno bonaerense. Por su parte, Graciela Pini, psicóloga del Fuero Penal Juvenil explicó: “La construcción social que realizan los medios se basa en un imaginario social que ya está instalado. Estadísticamente, los delitos cometidos por adolescentes son mínimos, pero los medios agigantan el problema con una intencionalidad política determinada”.
A pesar de que los flagelos con los que se vincula a los jóvenes trascienden las clases sociales y los grupos etarios, el juicio sobre casos particulares que se desarrolla diariamente en el escenario mediático pareciera tener fallo: culpables todos y sin salida.