Investigadores del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y del Instituto Leloir desarrollaron una vacuna más barata para combatir el virus del papiloma humano que provoca cáncer cervical. En Argentina se dan 5.000 nuevos casos de cáncer de cuello de útero por año, de los cuales 2.500 son fatales. El desarrollo trae aparejada la posibilidad, a futuro, de generar la terapéutica necesaria para curar lesiones precancerosas o verrugas, sin necesidad de operar.
En la actualidad, el cáncer cervical provocado por el virus del papiloma humano es el segundo después del cáncer de mama. Se trata con inoculaciones, cuyo costo es prohibitivo para la mayoría de la población. El descubrimiento, llevado a cabo por investigadores del Hospital Escuela de la Universidad de Buenos Aires, partió de la base de que para combatir un virus hay que crear una partícula idéntica a ese virus, o que tenga su apariencia, aunque no su información genética, para así engañar al sistema inmunológico y que éste actúe defendiéndose de lo que considera una amenaza, según un informe publicado por InfoUniversidades.
Como los VPH están envueltos en proteínas, para “disfrazar” la bacteria y que aparente ser un virus, era necesario crearle el mismo envoltorio. Para esto, se insertó el gen de la proteína en la bacteria y se logró replicar la proteína del virus. El resultado fue equivalente a obtener la tecnología necesaria, porque lo más difícil era darle forma a esa proteína para que se parezca al virus. Hacer la caparazón es fácil, el problema es que se arme como tal, proceso que se denomina “holding” y que es lo que desarrolló el equipo de investigadores, encabezado por Gonzalo Prat Gay, del Instituto Leloir, junto a científicos del Hospital de la UBA, bajo la dirección de Susana Vighi del departamento de Patología y Silvio Tatti, de la cátedra de Ginecología de la Facultad de Medicina.
Los científicos investigaron las partículas virales llamadas VLP que, inyectadas en el organismo, generan anticuerpos contra el VPH. Por lo tanto, si una persona portadora del virus tiene relaciones sexuales con una mujer que no lo tiene y además está vacunada, esos anticuerpos van a evitar que el VPH se introduzca en el cuello del útero. El VPH es un virus de transmisión sexual, como la sífilis o la gonorrea, que infecta la piel y las mucosas de la vulva, la vagina, el pene o la región perianal.
La importancia del trabajo adquiere singular relevancia cuando se apunta que tener tecnología local conlleva la posibilidad de fabricar vacunas en el país, no sólo profilácticas sino, y seguramente en un futuro no muy lejano, la existencia de la terapéutica necesaria para curar, por ejemplo, lesiones precancerosas o verrugas, sin necesidad de operar con bisturí. Al margen de que, con las vacunas profilácticas, las adolescentes vacunadas nunca van a contraer la enfermedad. A partir del conocimiento de los tipos virales, se sabe hacia dónde dirigir la mirada para encontrar las vacunas profilácticas, las terapéuticas y los nuevos procedimientos de biomarcadores en tamización o screening.
La revista médica “Lancet Oncology”, que admite para su revisión -no para su publicación- solo el 5 por ciento de los trabajos que se le envían, publicó un artículo que abarcó 10.500 casos de cáncer cervical en todo el mundo, recogidos por el Instituto Catalán de Oncología de Barcelona y de los cuales Argentina aportó 750, con muestras obtenidas entre los años 1945 y 2005 que pertenecieron a mujeres operadas de cáncer de cuello de útero en el Hospital de Clínicas.
De acuerdo con esa “serie histórica” del hospital universitario, se sabe que el VPH estaba entre nosotros en el año 1945, cuando aún ni se sospechaba que el cáncer de cuello estaba vinculado a un virus. Recién en 1978, el científico alemán Harald Zur Hausen, quien ganó el Nobel en 2008, pudo asegurar que había una etiología en el cáncer cervical y era el virus del papiloma humano.
Ayer, hoy y mañana
La mayoría de los estudios científicos encontraron que la infección por el VPH es responsable de virtualmente todos los casos de cáncer cervical. En el mundo la padecen 300 millones de personas. En la Argentina es una infección frecuente y la prevalencia es del 17 por ciento en mujeres entre 15 y 61 años de edad. Se registran 5.000 nuevos casos de cáncer de cuello de útero cada año y en ese mismo lapso hay 2.500 muertes.
Las regiones de mayor incidencia tienen que ver, en general, con la escasa educación y poder económico de la mayoría de la población, y son Salta y Jujuy, aunque aún no hay mediciones oficiales. En Concordia, Entre Ríos, la padecen 23 de cada 100 mil habitantes y en Capital Federal baja de 10 por cada 100 mil, pero es considerada por los investigadores una incidencia alta.
“Aquella serie histórica del Hospital de Clínicas -señaló a InfoUniversidades Silvio Tatti- demostró que el VPH no mutó en esos 60 años y que los dos tipos más prevalentes en la Argentina son el 16 y el 18, que están contemplados en las vacunas actualmente en venta: Gardasil y Cervarix, según sus nombres comerciales. Pero el virus viene desde los faraones; lo sabemos porque en los papiros egipcios se ven mujeres con verrugas y las verrugas son VPH del tipo 6 y 11, por lo tanto, es una enfermedad de transmisión sexual, desde siempre”.
En la actualidad, el cáncer cervical provocado por el virus del papiloma humano es el segundo después del cáncer de mama. Se trata con inoculaciones, cuyo costo es prohibitivo para la mayoría de la población. El descubrimiento, llevado a cabo por investigadores del Hospital Escuela de la Universidad de Buenos Aires, partió de la base de que para combatir un virus hay que crear una partícula idéntica a ese virus, o que tenga su apariencia, aunque no su información genética, para así engañar al sistema inmunológico y que éste actúe defendiéndose de lo que considera una amenaza, según un informe publicado por InfoUniversidades.
Como los VPH están envueltos en proteínas, para “disfrazar” la bacteria y que aparente ser un virus, era necesario crearle el mismo envoltorio. Para esto, se insertó el gen de la proteína en la bacteria y se logró replicar la proteína del virus. El resultado fue equivalente a obtener la tecnología necesaria, porque lo más difícil era darle forma a esa proteína para que se parezca al virus. Hacer la caparazón es fácil, el problema es que se arme como tal, proceso que se denomina “holding” y que es lo que desarrolló el equipo de investigadores, encabezado por Gonzalo Prat Gay, del Instituto Leloir, junto a científicos del Hospital de la UBA, bajo la dirección de Susana Vighi del departamento de Patología y Silvio Tatti, de la cátedra de Ginecología de la Facultad de Medicina.
Los científicos investigaron las partículas virales llamadas VLP que, inyectadas en el organismo, generan anticuerpos contra el VPH. Por lo tanto, si una persona portadora del virus tiene relaciones sexuales con una mujer que no lo tiene y además está vacunada, esos anticuerpos van a evitar que el VPH se introduzca en el cuello del útero. El VPH es un virus de transmisión sexual, como la sífilis o la gonorrea, que infecta la piel y las mucosas de la vulva, la vagina, el pene o la región perianal.
La importancia del trabajo adquiere singular relevancia cuando se apunta que tener tecnología local conlleva la posibilidad de fabricar vacunas en el país, no sólo profilácticas sino, y seguramente en un futuro no muy lejano, la existencia de la terapéutica necesaria para curar, por ejemplo, lesiones precancerosas o verrugas, sin necesidad de operar con bisturí. Al margen de que, con las vacunas profilácticas, las adolescentes vacunadas nunca van a contraer la enfermedad. A partir del conocimiento de los tipos virales, se sabe hacia dónde dirigir la mirada para encontrar las vacunas profilácticas, las terapéuticas y los nuevos procedimientos de biomarcadores en tamización o screening.
La revista médica “Lancet Oncology”, que admite para su revisión -no para su publicación- solo el 5 por ciento de los trabajos que se le envían, publicó un artículo que abarcó 10.500 casos de cáncer cervical en todo el mundo, recogidos por el Instituto Catalán de Oncología de Barcelona y de los cuales Argentina aportó 750, con muestras obtenidas entre los años 1945 y 2005 que pertenecieron a mujeres operadas de cáncer de cuello de útero en el Hospital de Clínicas.
De acuerdo con esa “serie histórica” del hospital universitario, se sabe que el VPH estaba entre nosotros en el año 1945, cuando aún ni se sospechaba que el cáncer de cuello estaba vinculado a un virus. Recién en 1978, el científico alemán Harald Zur Hausen, quien ganó el Nobel en 2008, pudo asegurar que había una etiología en el cáncer cervical y era el virus del papiloma humano.
Ayer, hoy y mañana
La mayoría de los estudios científicos encontraron que la infección por el VPH es responsable de virtualmente todos los casos de cáncer cervical. En el mundo la padecen 300 millones de personas. En la Argentina es una infección frecuente y la prevalencia es del 17 por ciento en mujeres entre 15 y 61 años de edad. Se registran 5.000 nuevos casos de cáncer de cuello de útero cada año y en ese mismo lapso hay 2.500 muertes.
Las regiones de mayor incidencia tienen que ver, en general, con la escasa educación y poder económico de la mayoría de la población, y son Salta y Jujuy, aunque aún no hay mediciones oficiales. En Concordia, Entre Ríos, la padecen 23 de cada 100 mil habitantes y en Capital Federal baja de 10 por cada 100 mil, pero es considerada por los investigadores una incidencia alta.
“Aquella serie histórica del Hospital de Clínicas -señaló a InfoUniversidades Silvio Tatti- demostró que el VPH no mutó en esos 60 años y que los dos tipos más prevalentes en la Argentina son el 16 y el 18, que están contemplados en las vacunas actualmente en venta: Gardasil y Cervarix, según sus nombres comerciales. Pero el virus viene desde los faraones; lo sabemos porque en los papiros egipcios se ven mujeres con verrugas y las verrugas son VPH del tipo 6 y 11, por lo tanto, es una enfermedad de transmisión sexual, desde siempre”.