Socializar el conocimiento dictando talleres en los barrios para poner al alcance de los más necesitados y postergados las herramientas culturales que el sistema les ha vedado, es uno de los objetivos del trabajo territorial de educación popular que el Movimiento Cultural Hagamos Lo Imposible realiza desde hace más de un año en distintas zonas del sur del conurbano bonaerense y La Plata.
“Somos un grupo de talleristas que nos organizamos porque entendemos necesario socializar nuestros conocimientos con quienes no tuvieron nuestra suerte. La sociedad actual tiene como tendencia excluir cada vez a más amplios sectores de los bienes que ella misma produce. Esto no sólo deviene miseria material, sino también miseria espiritual. No sólo en los desposeídos, sino en los poseídos, a quienes sus posesiones poseen, a quienes colocan sus ganancias por encima de las personas, no buscan su realización en la sociedad sino en las cosas inanimadas. Que una firma deje cien chicos en la calle demuestra que la sociedad está dividida en dos partes: quienes luchan por las ganancias y quienes luchan por la sociedad, por el hombre. Por más que las campañas publicitarias nos quieran poner por encima de los conflictos, del hambre, nosotros tomamos conciencia de nuestra posición y nos ponemos del lado de los oprimidos, nosotros mismos. Esa ridícula separación entre profesionales, desocupados, obreros y estudiantes, no hace más que dividirnos, para que no nos ‘mezclemos’, para que no descubramos que somos lo mismo”, se definen en un documento que publican en su página de Internet.
El movimiento se formó por la iniciativa independiente de un grupo integrado por medio centenar de jóvenes para trabajar por la “lucha y organización” de una sociedad incluyente. La actividad que realizan en nueve barrios del sur del conurbano bonaerense y La Plata no es cerrada. Desarrollan talleres y espacios productivos para tender una mano a chicos y adultos desde el trabajo y la educación, explica la periodista Laura Cabrera en un informe publicado en la agencia AUNO de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.
“Dando talleres en los barrios intentamos poner al alcance de los más necesitados de nuestra clase las herramientas culturales que el sistema les ha vedado. Entendemos que la ausencia de esas herramientas es lo que garantiza la dominación mercantilista. La realidad que se vive en los barrios lleva a que, en términos generales, la cultura quede en el último lugar. Esto dificulta el desarrollo de una conciencia transformadora, porque la ausencia de bienes culturales es la supremacía de la dependencia, es el triunfo del ‘elegir’ y no del construir”, explican.
Los miembros de la organización trabajan en barrios ubicados en los partidos de Quilmes, Florencio Varela, La Plata y Longchamps. En relación con la experiencia de cómo llegan comentaron que arriban al barrio “solo por saber de su existencia” y que lo primero que hacen es “hablar con los vecinos para comentarles sobre la práctica. Así, la labor no se limita a dejar una ayuda a corto plazo, sino que busca dar herramientas para que quienes vivan en los barrios puedan organizarse e independizarse de punteros políticos”.
“De todos modos no somos ingenuos y sabemos que la cultura en sí misma no alcanza. Muchos chicos no vienen a los talleres porque no tienen zapatillas. No somos ajenos a eso. Podemos conseguir zapatillas, pero los punteros políticos también las consiguen cuando se acercan las elecciones. No queremos dar pescados, queremos enseñar a pescar. Fomentar la organización barrial, independiente de los punteros políticos, es una tarea ineludible”, agregan en su documento.
Algunos de los talleres que realizan son los de pintura, juego –siempre apelando a la creatividad de los más chicos como estímulo-, murga, circo, macramé, guitarra y ajedrez. Si bien el primer encuentro con los niños siempre es especial porque implica ganar confianza y conocerse mutuamente, el grupo aseguró que “los chicos siempre llegan con buena predisposición”.
Entre las ideas base de trabajo se encuentra aquella que marca la necesidad de tomar conciencia de que “todos tenemos poder sobre el propio accionar y sobre la toma de decisiones”, describe Cabrera en su informe.
Más allá de hacer un buen balance sobre el trabajo que realizan, debido a que notan que la relación con los vecinos es fluida y hay aceptación del trabajo en conjunto, este grupo de jóvenes no deja de pensarse a futuro, y es allí cuando imaginan “continuar con la tarea, porque a medida que se afianza la relación y el trabajo de los barrios, la cuestión se va complejizando”.