La relación se da entre pares que viven en el mismo barrio, que conocen lo bueno y lo malo de todo lo que los rodea. Son jóvenes que se acercan a otros jóvenes para persuadirlos a que retomen la escuela secundaria. Hablan y se interesan en sus problemas. Los escuchan, buscan tenderles una mano y acercarles alternativas. Les ofrecen sumarse a cursos y actividades que los ayuden a capacitarse y desarrollar sus potencialidades. Los incentivan a recuperar su autoestima. Los orientan para que piensen un proyecto que mejore la calidad de sus vidas. Esa son algunas de las funciones que cumplen a diario los operadores educativos del PODES, un programa implementado por el municipio de La Matanza –distrito del oeste del conurbano bonaerense- para garantizar la inclusión educativa y la participación activa en la sociedad de muchos jóvenes en situación de exclusión y vulnerabilidad.
(Por Héctor Corti) PODES es la sigla del Programa de Orientación y Desarrollo Educativo Sociocomunitario que todavía no cumplió un año desde su puesta en marcha y que en su etapa inicial se desarrolla a partir de siete sedes en una zona de La Matanza con características de alta vulnerabilidad social. Algunos barrios son 17 de Marzo, 22 de Enero, Almafuerte, Bid, Borgward, José Ingenieros, La Tablada, Puerta de Hierro, San Alberto, Villa Constructora y Villegas. De ahí ya incluye a 700 jóvenes que durante el último año abandonaron la escuela secundaria.
La idea de este plan que depende de la Jefatura de Gabinete municipal a cargo de Antonio Colicigno es cubrir progresivamente todo el territorio matancero que tiene una superficie de 325,71 kilómetros cuadrados y una población que según el censo de 2001 era de 1.249.958 habitantes, cifra que ya está ampliamente superada.
“Cuando diseñamos el programa nos propusimos hacer una primera etapa como experiencia piloto, en una escala que en relación a lo que es el territorio de La Matanza es reducida. Esto apuntó a un necesario aprendizaje, donde nos pareció prudente evitar que en el programa se produjeran desbordes. Intentamos que los operadores educativos no tengan más de diez casos de acompañamiento en forma activa. Con un seguimiento semanal integral. Entendemos que la atención personalizada es clave para no reproducir situaciones donde el chico se sintió solo y eso lo llevó a abandonar”, explica Hernán Monath, coordinador del PODES, durante una entrevista con Neuronas Atentas.
Los operadores educativos son una de las claves del programa. Para conformar los equipos buscaron jóvenes entre 18 y 25 años con dos requisitos fundamentales: estudios secundarios completos y vivir en los mismos barrios donde se iba a instrumentar, a fin de garantizar la mejor afinidad posible con los adolescentes que deben contactar. Luego recibieron una capacitación durante dos meses para adquirir las herramientas necesarias en la Universidad Nacional de La Matanza.
Lejos de implementar cualquier acción aislada, el PODES se articula con 30 escuelas secundarias y bachilleratos para adultos, y con instituciones sociales, religiosas y políticas que desarrollan actividades territoriales en los barrios a los que llega.
“Mediante este acuerdo, las escuelas se comprometieron a dar las alertas ante los casos de chicos que dejaron los estudios o que tienen un serio riesgo de mantener su proceso educativo y a designar un referente que haga el seguimiento del acompañamiento. Por su parte, con las organizaciones territoriales coordinamos los talleres de capacitación y otros tipos de actividades sociales y recreativas que ofrecemos”, explica Monath.
La iniciativa busca aportar desde el acompañamiento en el territorio a las cuestiones del contexto que hacen que los chicos puedan o no ir a la escuela. “Tratamos de ver las carencias y potencialidades de los chicos y las familias para acompañar y que la escuela pueda hacer su actividad educativa pero no sola, sino vinculada al contexto barrial”.
Cuando reciben un alerta por parte de una escuela, se pone en marcha el mecanismo de inclusión de ese chico a partir de la designación de un operador educativo que será el encargado de visitarlo junto a su familia.
“El operador se encarga ver cuál es el problema y de qué manera se puede abordar. Ahí está la posibilidad de instrumentar su regreso a la escuela o alguna instancia intermedia, como ofrecerle que participe en algún tipo de actividad de capacitación o recreación en nuestras sedes antes de que retome los estudios. También se le ofrece una ayuda económica de 100 pesos para afrontar gastos de viáticos, útiles o vestimenta. La idea es movilizarlo, entusiasmarlo, orientarlo para que elabore un proyecto de vida. Impulsarlo a que se reúna con los operadores. A que tenga algunas charlas con el grupo del barrio. Vamos trabajando para que piense qué es lo que puede modificar para que esté en condiciones de retomar los estudios”, sintetiza.
Una primera evaluación del PODES indica que del grupo de 400 jóvenes que ingresó el año pasado, cerca de un 40 por ciento retomó la escuela en distintas condiciones.
“En estos chicos volvió a ser uno de sus ejes cotidianos ir a la escuela y preparar exámenes para recuperar materias. En ese sentido el resultado fue muy bueno y funcionó muy bien el tener operadores jóvenes como ellos, que pueden dar un relato de posibilidades. Alguien que es del barrio, que pudo terminar la escuela y que ahora está participando en un programa estatal por el que recibe una beca”, evalúa.
Más allá de que el objetivo principal del programa es la vuelta al colegio, Monath remarca que “nosotros no miramos exclusivamente esto como resultado. También evaluamos los que no volvieron pero que están participando de algún taller o actividad”.
El coordinador diferencia al PODES de otras políticas públicas, cuyos enfoques es la prevención de lo riesgoso, que los chicos no hagan determinadas cosas. “Acá, en cambio, promovemos que hagan las cosas que quieren hacer. Y en ese contexto, tratamos de hacerles ver como la escuela los puede ayudar a conseguirlo”.
Las causas del abandono
Hernán Monath sostiene que el proceso de exclusión se fue generando durante décadas y se apoya en un dato concluyente: el 80 por ciento de los padres de los chicos que están incluidos en el programa no finalizaron la escuela secundaria.
“Lo que estamos proponiendo es que los chicos tengan un proyecto de vida que supere el nivel educativo de sus padres. Hay que romper con un proceso de exclusión que se fue generando durante décadas. Donde para muchos papás no tenia demasiado sentido terminar la escuela o las posibilidades que se le brindaban no eran las adecuadas. Entendemos que las condiciones de pobrezas pueden ser un punto de partida pero no deben ser un punto de llegada. No queremos que se repitan las historias”.
Respecto a las problemáticas principales de abandonar la escuela, observan que una parte está asociada al contexto familiar o comunitario que no favorece a que los chicos terminen.
Otra, es la situación de pobreza en la que se encuentra la gran mayoría de estas familias, y que ejerce presión sobre los hijos para que trabajen, ya sea cuidando a un familiar o ayudando a los padres.
“El tema del trabajo es un obstáculo importante. Y cuando aparece también tenemos que ver que el sistema educativo está diseñado de una forma que no se adapta a sus necesidades, no es flexible. Está pensado para un contexto en donde los jóvenes no tenían como su actividad principal la de trabajar. Aunque desde hace unos años esta cuestión es una preocupación que generó la búsqueda de formatos alternativos que se adapten a esta realidad”, analiza Monath.
Algunas de esas alternativas están contempladas en los bachilleratos de adultos con regímenes de cursadas por materia, en las contemplaciones para los casos de embarazos o lactancia y en los programas del Ministerio de Educación como el FINES que posibilita rendir materias adeudadas y completar los estudios en horarios no convencionales.
La experiencia del PODES es que se logran acuerdos entre escuela, docente y alumno para aplicar algún sistema de tutoría que le permita no concurrir a clase pero poder rendir los exámenes para aprobar.
(Por Héctor Corti) PODES es la sigla del Programa de Orientación y Desarrollo Educativo Sociocomunitario que todavía no cumplió un año desde su puesta en marcha y que en su etapa inicial se desarrolla a partir de siete sedes en una zona de La Matanza con características de alta vulnerabilidad social. Algunos barrios son 17 de Marzo, 22 de Enero, Almafuerte, Bid, Borgward, José Ingenieros, La Tablada, Puerta de Hierro, San Alberto, Villa Constructora y Villegas. De ahí ya incluye a 700 jóvenes que durante el último año abandonaron la escuela secundaria.
La idea de este plan que depende de la Jefatura de Gabinete municipal a cargo de Antonio Colicigno es cubrir progresivamente todo el territorio matancero que tiene una superficie de 325,71 kilómetros cuadrados y una población que según el censo de 2001 era de 1.249.958 habitantes, cifra que ya está ampliamente superada.
“Cuando diseñamos el programa nos propusimos hacer una primera etapa como experiencia piloto, en una escala que en relación a lo que es el territorio de La Matanza es reducida. Esto apuntó a un necesario aprendizaje, donde nos pareció prudente evitar que en el programa se produjeran desbordes. Intentamos que los operadores educativos no tengan más de diez casos de acompañamiento en forma activa. Con un seguimiento semanal integral. Entendemos que la atención personalizada es clave para no reproducir situaciones donde el chico se sintió solo y eso lo llevó a abandonar”, explica Hernán Monath, coordinador del PODES, durante una entrevista con Neuronas Atentas.
Los operadores educativos son una de las claves del programa. Para conformar los equipos buscaron jóvenes entre 18 y 25 años con dos requisitos fundamentales: estudios secundarios completos y vivir en los mismos barrios donde se iba a instrumentar, a fin de garantizar la mejor afinidad posible con los adolescentes que deben contactar. Luego recibieron una capacitación durante dos meses para adquirir las herramientas necesarias en la Universidad Nacional de La Matanza.
Lejos de implementar cualquier acción aislada, el PODES se articula con 30 escuelas secundarias y bachilleratos para adultos, y con instituciones sociales, religiosas y políticas que desarrollan actividades territoriales en los barrios a los que llega.
“Mediante este acuerdo, las escuelas se comprometieron a dar las alertas ante los casos de chicos que dejaron los estudios o que tienen un serio riesgo de mantener su proceso educativo y a designar un referente que haga el seguimiento del acompañamiento. Por su parte, con las organizaciones territoriales coordinamos los talleres de capacitación y otros tipos de actividades sociales y recreativas que ofrecemos”, explica Monath.
La iniciativa busca aportar desde el acompañamiento en el territorio a las cuestiones del contexto que hacen que los chicos puedan o no ir a la escuela. “Tratamos de ver las carencias y potencialidades de los chicos y las familias para acompañar y que la escuela pueda hacer su actividad educativa pero no sola, sino vinculada al contexto barrial”.
Cuando reciben un alerta por parte de una escuela, se pone en marcha el mecanismo de inclusión de ese chico a partir de la designación de un operador educativo que será el encargado de visitarlo junto a su familia.
“El operador se encarga ver cuál es el problema y de qué manera se puede abordar. Ahí está la posibilidad de instrumentar su regreso a la escuela o alguna instancia intermedia, como ofrecerle que participe en algún tipo de actividad de capacitación o recreación en nuestras sedes antes de que retome los estudios. También se le ofrece una ayuda económica de 100 pesos para afrontar gastos de viáticos, útiles o vestimenta. La idea es movilizarlo, entusiasmarlo, orientarlo para que elabore un proyecto de vida. Impulsarlo a que se reúna con los operadores. A que tenga algunas charlas con el grupo del barrio. Vamos trabajando para que piense qué es lo que puede modificar para que esté en condiciones de retomar los estudios”, sintetiza.
Una primera evaluación del PODES indica que del grupo de 400 jóvenes que ingresó el año pasado, cerca de un 40 por ciento retomó la escuela en distintas condiciones.
“En estos chicos volvió a ser uno de sus ejes cotidianos ir a la escuela y preparar exámenes para recuperar materias. En ese sentido el resultado fue muy bueno y funcionó muy bien el tener operadores jóvenes como ellos, que pueden dar un relato de posibilidades. Alguien que es del barrio, que pudo terminar la escuela y que ahora está participando en un programa estatal por el que recibe una beca”, evalúa.
Más allá de que el objetivo principal del programa es la vuelta al colegio, Monath remarca que “nosotros no miramos exclusivamente esto como resultado. También evaluamos los que no volvieron pero que están participando de algún taller o actividad”.
El coordinador diferencia al PODES de otras políticas públicas, cuyos enfoques es la prevención de lo riesgoso, que los chicos no hagan determinadas cosas. “Acá, en cambio, promovemos que hagan las cosas que quieren hacer. Y en ese contexto, tratamos de hacerles ver como la escuela los puede ayudar a conseguirlo”.
Las causas del abandono
Hernán Monath sostiene que el proceso de exclusión se fue generando durante décadas y se apoya en un dato concluyente: el 80 por ciento de los padres de los chicos que están incluidos en el programa no finalizaron la escuela secundaria.
“Lo que estamos proponiendo es que los chicos tengan un proyecto de vida que supere el nivel educativo de sus padres. Hay que romper con un proceso de exclusión que se fue generando durante décadas. Donde para muchos papás no tenia demasiado sentido terminar la escuela o las posibilidades que se le brindaban no eran las adecuadas. Entendemos que las condiciones de pobrezas pueden ser un punto de partida pero no deben ser un punto de llegada. No queremos que se repitan las historias”.
Respecto a las problemáticas principales de abandonar la escuela, observan que una parte está asociada al contexto familiar o comunitario que no favorece a que los chicos terminen.
Otra, es la situación de pobreza en la que se encuentra la gran mayoría de estas familias, y que ejerce presión sobre los hijos para que trabajen, ya sea cuidando a un familiar o ayudando a los padres.
“El tema del trabajo es un obstáculo importante. Y cuando aparece también tenemos que ver que el sistema educativo está diseñado de una forma que no se adapta a sus necesidades, no es flexible. Está pensado para un contexto en donde los jóvenes no tenían como su actividad principal la de trabajar. Aunque desde hace unos años esta cuestión es una preocupación que generó la búsqueda de formatos alternativos que se adapten a esta realidad”, analiza Monath.
Algunas de esas alternativas están contempladas en los bachilleratos de adultos con regímenes de cursadas por materia, en las contemplaciones para los casos de embarazos o lactancia y en los programas del Ministerio de Educación como el FINES que posibilita rendir materias adeudadas y completar los estudios en horarios no convencionales.
La experiencia del PODES es que se logran acuerdos entre escuela, docente y alumno para aplicar algún sistema de tutoría que le permita no concurrir a clase pero poder rendir los exámenes para aprobar.
“Cuando la escuela ve que está la voluntad del alumno, de la familia y del operador educativo, casi siempre encuentra la manera para resolver los inconvenientes y propiciar la continuidad educativa del chico”, cuenta Monath.
Las cuestiones relacionadas con la violencia, tanto en el ámbito familiar, barrial y escolar, y la no visualización de la escuela como puente hacia el mundo del trabajo debido a que los formatos pedagógicos, contenidos y saberes quedaron atrasados, son otros de los aspectos observados como obstaculizadores de la continuidad educativa.
Iniciativas de los jóvenes
Muchos de los jóvenes que se sumaron al proyecto como operadores educativos ya venían realizando distintas actividades artísticas, culturales, religiosas o políticas en los barrios.
“Nosotros respetamos ese trabajo. Y logramos un intercambio, una articulación entre lo que hacían y lo que propone el programa. Siempre buscamos sumar, y más allá de que tenemos que cumplir algunas cuestiones como programa, no queríamos convertir en una oficina municipal a cada uno de las sedes. Tenemos muchas actividades como cursos de capacitación laboral, talleres de música, de reflexión o de cocina. Además se agregaron otros a propuesta de estos jóvenes que están en esas organizaciones en los barrios y que se suman como parte de las actividades que el programa le ofrece a los chicos”, explica Monath.
Muchos de los jóvenes que comenzaron a participar de los distintos talleres y actividades, tomaron el tema de la comunicación como uno de sus ejes de proyectos hacia el futuro.
La necesidad de expresarse, de mostrarse tal cual son, de revertir la imagen negativa que hacen recaer sobre ellos algunos medios de comunicación masivos, quedaron evidenciados en algunos videos que realizaron en cada una de las sedes, para intercambiar, compartir y discutir en los encuentros conjuntos que mantienen.
Y de esas experiencias también surgieron los primeros proyectos de dos radios, una juegoteca, un cine para jóvenes y la realización de un video, que están tomando la forma definitiva con la colaboración de los operadores y que tratarán de conseguir la financiación para ponerlos en práctica.
Las cuestiones relacionadas con la violencia, tanto en el ámbito familiar, barrial y escolar, y la no visualización de la escuela como puente hacia el mundo del trabajo debido a que los formatos pedagógicos, contenidos y saberes quedaron atrasados, son otros de los aspectos observados como obstaculizadores de la continuidad educativa.
Iniciativas de los jóvenes
Muchos de los jóvenes que se sumaron al proyecto como operadores educativos ya venían realizando distintas actividades artísticas, culturales, religiosas o políticas en los barrios.
“Nosotros respetamos ese trabajo. Y logramos un intercambio, una articulación entre lo que hacían y lo que propone el programa. Siempre buscamos sumar, y más allá de que tenemos que cumplir algunas cuestiones como programa, no queríamos convertir en una oficina municipal a cada uno de las sedes. Tenemos muchas actividades como cursos de capacitación laboral, talleres de música, de reflexión o de cocina. Además se agregaron otros a propuesta de estos jóvenes que están en esas organizaciones en los barrios y que se suman como parte de las actividades que el programa le ofrece a los chicos”, explica Monath.
Muchos de los jóvenes que comenzaron a participar de los distintos talleres y actividades, tomaron el tema de la comunicación como uno de sus ejes de proyectos hacia el futuro.
La necesidad de expresarse, de mostrarse tal cual son, de revertir la imagen negativa que hacen recaer sobre ellos algunos medios de comunicación masivos, quedaron evidenciados en algunos videos que realizaron en cada una de las sedes, para intercambiar, compartir y discutir en los encuentros conjuntos que mantienen.
Y de esas experiencias también surgieron los primeros proyectos de dos radios, una juegoteca, un cine para jóvenes y la realización de un video, que están tomando la forma definitiva con la colaboración de los operadores y que tratarán de conseguir la financiación para ponerlos en práctica.