8.2.11

DISEÑO AMBIENTAL DEL HÁBITAT DE PUEBLOS ORIGINARIOS

Investigadores de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional del Nordeste (UNNE) analizan recomendaciones para el diseño ambiental de viviendas para los pueblos originarios del Chaco. Elaboran aproximaciones espaciales y formales en las que se incorporan modos culturales y formas arquitectónicas propios del hábitat originario aborigen. Para ello, toman en cuenta sus perspectivas, necesidades y prioridades habitacionales, una visión que los diseños convencionales de viviendas no siempre consideran.

El estudio busca incorporar la experiencia de la participación de los pueblos originarios en el diseño apropiado de su hábitat desde la singularidad territorial. El trabajo incorpora a las comunidades, con rango constitucional de naciones, Qom (Tobas), Wichi (Matacos) y Moqoit (Mocovies), que sumarían en la actualidad cerca de 80.000 personas. La propuesta rescata las características del hábitat en localizaciones rurales, para colaborar en la elección de alternativas de diseño que promuevan los procesos de arraigo de las comunidades en su lugar de origen.

“Las poblaciones originarias enfrentan un conjunto de problemas cuya especificidad requiere diferenciarlos de la masa de pobres e indigentes. Por eso, el abordaje de su problema habitacional implica incorporar una mirada diferente acerca del hábitat, donde se tenga en cuenta lo que ellos piensan sobre cómo debería ser su vivienda” expresó a InfoUniversidades Ricardo Lombardo, autor de la investigación junto a Ana Attías.

Para lograr esta nueva concepción del diseño ambiental del hábitat, trabajan con referentes y representantes de las comunidades Qom, Wichi y Moqoit, que comparten y expresan a los investigadores componentes, modalidades y aspectos particulares sobre las prioridades habitacionales y el proceso de diseño de las viviendas propias.

La gente de los pueblos originarios, sin ser técnicos, demuestra un notorio conocimiento sobre localización territorial, orientación, proporciones, escala y distancias espaciales; y otras características dimensionales complejas simbólicas que tienen las representaciones de sus viviendas y el entorno inmediato o espacio circundante.

Esta forma de trabajo contiene, en el diseño del hábitat y la vivienda, cuestiones de vulnerabilidad, riesgo, sustentabilidad ambiental y variables relativas a la producción, así como la concepción que tienen los grupos de parentesco y comunitarios sobre la vivienda como un espacio determinante y moderador del bienestar humano.

“Existen experiencias de viviendas construidas para pueblos originarios de dos dormitorios, cocina-comedor y un baño en loteos mínimos, cuando esas poblaciones viven en forma pulsátil en grupos de familias extensas de 20 o 30 personas” indicó Lombardo, como forma de ejemplificar la necesidad de incorporar otra visión del diseño ambiental de viviendas para estas comunidades, y no implementar en esos lugares prototipos de viviendas propios de áreas urbanas.

El profesional señaló que en la investigación se habla de diseño ambiental del hábitat y no de diseño de viviendas, porque a diferencia de lo que ocurre en las ciudades o áreas urbanizadas, para los pueblos originarios las viviendas no se agrupan con la misma vecindad y densidad, ni se delimitan con las mismas dimensiones y proporciones que en el ambiente urbano. Un aspecto central es que la construcción de las viviendas es sólo una parte del ambiente en que viven.


“Trabajar con los pueblos originarios debe ser un proceso institucional evolutivo, que se inicia con la aceptación y valoración de su participación en la identificación y definición de sus propias necesidades y prioridades para el diseño de su propio hábitat, y colaborando activamente en su materialización; asumiendo las singularidades locales y respetando las modalidades de decisión de cada una de las comunidades” expresaron los investigadores Lombardo y Attías. La estrategia de no imponer la planificación urbana a comunidades originarias implica, además, definir criterios de diseño para cada pueblo (Qom, Wichi y Moqoit) e incluso para los diferentes grupos que integran esas comunidades.

Sobre algunos aspectos básicos a tener en cuenta para planificar el hábitat de las comunidades aborígenes respecto a los asentamientos rurales y pre-urbanos, e incluso urbanos de personas no aborígenes, Lombardo citó que existen casos de agrupamientos de viviendas mínimas en loteos donde tratan de vivir juntos varias familias de 10, 15 o más personas. Son comunes los grupos de familias extensas constituidos por abuelos, padres, hijos, nietos, tíos, primos y otros vínculos de parentesco como madrinas, ahijados, etc., que utilizan los espacios compartiendo ámbitos en una compleja estrategia adaptativa.

Además, las mujeres y hombres en algunas etapas de la vida no viven juntos y su permanencia en el grupo familiar se manifiesta con pulsos y continuidades diferentes por ser una cultura particular.

Otra cuestión importante es que las actividades cotidianas o habituales como cocinar, comer, trabajar, descansar, recrearse, son realizadas según los factores climáticos estacionales, en una estrecha relación con el ambiente circundante. Los pueblos originarios otorgan sentido y dirección al espacio en el que sitúan sus viviendas y el que comparten con otros grupos de la misma comunidad.