16.2.11

EL NORTE DE CÓRDOBA PERDIÓ EL 85% DE SUS BOSQUES POR LA TALA

Un informe del Instituto Multidisciplinario de Biología Vegetal (IMBIV) de la Universidad Nacional de Córdoba establece que el 85% de los bosques en llanuras y sierras del norte provincial fueron destruidos. La investigación representa un desesperado llamado de los científicos a la reflexión de las autoridades y de los productores agropecuarios.

(Por Daniel Díaz Romero / Sala de Prensa Ambiental).- La investigación relaciona la desaparición de un ecosistema completo, el ocaso de algunas especies, la descontrolada expansión de los cultivos de soja y la pobreza de los pobladores del norte cordobés. El relevamiento, sin precedentes en nuestra región, abarca un área de 27.000 km2, desde las Salinas Grandes hasta la Laguna de Mar Chiquita y revela la extinción, en nuestra provincia, de un emblema del norte cordobés: el Quebracho Colorado.

“No hay que tocar más un bosque en Córdoba”

Marcelo Zak, biólogo y miembro del IMBIV, quien inició el estudio del estado actual de la vegetación en la provincia, afirma que “el territorio estudiado tuvo una degradación anual, mayor a la que sufren los bosques tropicales” y agrega que “la media internacional de pérdidas de bosques es del 15%, nosotros perdimos el 85%”.

Los resultados son contundentes: Los bosques serranos pasaron de cubrir el 8,4 % al 0,5% del territorio provincial. Los bosques situados al este de las sierras cordobesas que hace 30 años cubrían el 20,5%, ahora solo representan el 2,1% y los del oeste, del 23% pasaron a representar solo el 5,6% de la superficie de la provincia.

Las categóricas estadísticas adquieren un perfil conmovedor cuando provocan el lamento de los científicos: “Estudiamos la vegetación en el lugar y a las pocas semanas regresamos y descubrimos que ya no estaba. Es muy triste porque es como una muerte”, dice el investigador y advierte que “no hay que tocar más un bosque en la provincia porque no existen conocimientos suficientes sobre pérdidas económicas producidas por la destrucción del monte”.

Adiós, Quebrachos, adiós

Un científico alemán que recorrió la geografía provincial, escribió en 1904: “Descendiendo por las sierras, se entra pronto en una zona de magnifico monte, que se distingue por la exhuberancia de su vegetación, el espléndido desarrollo de sus árboles, arbustos y enredaderas, y por la frescura, ilustrada por la abundante vegetación”. El botánico describía a los montes cordobeses como “verdaderas joyas”.

La gente que habita esos sitios vivía de los recursos naturales de un monte que ya no está. Esto implica que cuando arrasan los bosques, estos se llevan consigo las especies que lo habitan, ejemplo de ello es el quebracho colorado, árbol emblemático de 40 metros de altura que poblaba el norte y que el informe el IMBIV determina que está extinguido.

“Imaginemos lo que perdimos porque es una verdadera tragedia, ya que la estructura que reemplazó a los montes de quebracho colorado permite menor biodiversidad, con menos especies. Destruimos riqueza biológica cuando permitimos el caótico crecimiento de la frontera agrícola”, reflexiona el biólogo Marcel Zak

“En esas unidades ecosistémicas, que funcionaban armoniosamente, las familias vivían, modestamente, pero con una buena calidad de vida”, afirma el científico que realizó estudios de campo en el lugar y reseña que cuando grandes terratenientes empezaron a codiciar esas tierras, los lugareños se las vendieron por poco valor. Los nuevos dueños, entonces, transformaron los bosques en territorio agrícola. Al respecto, el biólogo sostiene que “esto fue alentado por el aumento de las precipitaciones en el norte de Córdoba”, con lo cual pudieron introducir la soja, sin necesitar riego, pues es un cultivo que necesita mucha lluvia.

Zak remarca que “la pampa es una de las planicies productivas más importantes del mundo. El precio de la tierra era tan alto que, aquellos que querían expandir su producción agrícola, fijaron su mirada en el norte de la provincia porque los precios de esas tierras eran muy bajos y, con poco dinero, compraron territorios enormes”


 “Los chicos panzones”

Hace mas de 100 años el 25 % de la población provincial habitaba en el norte pero en 1991, los habitantes representaban menos del 5% y es porque los lugareños viven una realidad diferente a la del resto de la provincia.

“Familias numerosas viven en ranchos, rodeados de suelos desnudos, en donde las mujeres lavan, en fuentones, las gastadas ropas de chicos panzones”, así describe, el biólogo Zak, a los niños víctimas de la pobreza y la desnutrición infantil.

El científico no duda en relacionar la pobreza extrema en Ischilín, Río Seco o Sobremonte con la escasez de recursos naturales que la ausencia del monte produce. Es que los cambios desatados por la explotación del bosque no generaron mejoramiento en la calidad de vida de la población. Además, se extinguieron especies a nivel local, probablemente, en forma definitiva.

“Los Departamentos más pobres de la provincia están en el norte, donde hay un porcentaje del 90 % de desocupación” y allí, desde hace 30 años, el paisaje cambia por un proceso regresivo, a través del cual, un ecosistema de grandes bosques se transforma en un matorral y luego en simples hierbas.

El científico explica que “los cultivos, pasaron de representar el 3% a cubrir el 30 % del área estudiada. Esa es la verdadera tragedia: la gente se empobrece y la tierra también”, dice el investigador y señala: “Sé, a ciencia cierta, que hay chicos panzones, porque el bosque y sus recursos naturales ya no están”.

Soja para hoy, hambre para mañana

Pero el crecimiento de las precipitaciones que alientan la agricultura sojera es incierto: “Cuando el fenómeno climático disminuya, sucederá lo que ya se observa en muchos lugares: campos abandonados, tras eliminar el bosque para producir soja”.

El investigador del IMBIV reclama que “parte de las retenciones agropecuarias sean destinadas a proteger los montes” y cuestiona que un terreno desmontado sea considerado como mejorado.

“Si venden un campo que tiene un bosque hermoso, vale menos que un suelo pelado. Además, existen innumerables costos ambientales asociados a la producción de soja y quien recibe el beneficio económico no los paga, sino que lo hace la sociedad. Quien recibe las ganancias debe internalizar esos costes, porque se enriquece mientras, lo que dejan de nuestros montes es una muestra de museo”, advierte el investigador.

El autor del informe destaca las riquezas del bosque y sus ventajas ecosistémicas, ya que abastecen los acuíferos, controlan inundaciones, producen oxigeno y sirven de hábitat para la fauna, además de proteger los suelos del arrastre del viento, un recurso que tarda siglos en recuperarse ya que, 10 cm. de suelo, tardan más de 100 años en reconstituirse.

“Es una verdadera tragedia y el gobierno no hace nada”, sentencia Marcelo Zak y agrega: “Creo existe un gen en la mente de los gobernantes que hace que solo piensen en función de su periodo de gobierno, cuatro años; un funcionario serio piensa en planificar sobre el ambiente a muy largo plazo, no solo por el periodo en el que dura su mandato”

“Cuando talan los bosques desbastan la esperanza”

“Si no quedan bosques, no hay ilusiones para el futuro. Hoy los productores y los gobiernos se preocupan por el beneficio económico pero no valoran la ganancia ecológica y económica de conservar”, reflexiona el biólogo.

Zak agrega que “sin bosques no hay agua, eso es muy simple. Vivimos en un territorio árido con déficit hídrico y, sin embargo, lo despojamos de los montes. Sabemos que existe el problema, pero no hacemos nada, trabajamos en nuestros laboratorios conociendo esta realidad, pero el compromiso de las autoridades pasa por otro lado. Un gobierno que promete bienestar a cambio del futuro de mis hijos, no me consuela”.

“Tengo la esperanza de dejar a mis hijos los montes nativos y los gobiernos me la roban, porque el desarrollo sustentable, del que tanto hablan, solo tiene sentido si piensan en la generación que viene, es un compromiso ético con quienes aun no nacieron. Un ambiente natural, en buen estado, es una esperanza para el futuro. Cuando talan los bosques nativos desbastan la esperanza”, concluye el investigador.

Fuente: Sala de Prensa Ambiental