La región alberga cerca del 40 por ciento de la diversidad biológica de la Tierra. Pese a que los ecosistemas prestan bienes y servicios a las sociedades, su equilibrio se encuentra amenazado por modos de producción y la falta de instancias regulatorias locales y regionales, entre otros factores. Propuestas y acciones para generar un cambio cultural.
Durante la XX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que se celebró en diciembre del 2010 en la ciudad argentina de Mar del Plata, expertos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentaron un informe –titulado “America Latina y el Caribe: Una Super Potencia de Biodiversidad”- que destaca la extraordinaria variedad de bienes y servicios que proporciona la exuberante flora y fauna latinoamericanas. No obstante, se subraya que el aprovechamiento sustentable de esa ventaja depende de la decisión de los gobiernos y de los sectores privados y de la sociedad civil de la región. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) informó que América del Sur alberga una de las áreas de mayor riqueza biológica del planeta, con gran variedad de ecosistemas, especies y genes que representan alrededor del 40 por ciento de la diversidad biológica de la tierra, cerca del 25 por ciento de todos los bosques del planeta, el 26 por ciento de las fuentes renovables de agua dulce y más del 40 por ciento de las especies de plantas y animales del mundo.
La economista especializada en biodiversidad y cambio climático Emma Torres, Asesora Principal de Medio Ambiente y Energía de la Dirección Regional de America Latina y el Caribe del PNUD señaló a la Agencia CyTA que “nuestra región es la de mayor biodiversidad en el planeta. Esta biodiversidad con la que hemos convivido desde el antaño está en la base de nuestras culturas ancestrales y también esta presente en la obra de nuestros artistas: poetas, escritores y pintores”. Y explicó que el concepto de diversidad biológica se refiere a la variedad de los organismos vivos en los ecosistemas terrestres, marinos y otros ecosistemas acuáticos, así como los complejos ecológicos de los que forman parte.
La experta indicó que los ecosistemas generan servicios que se traducen en beneficios para los seres humanos tales como los llamados servicios de aprovisionamiento que incluyen alimentos, agua, madera y fibra, servicios de regulación que afectan al clima, el control de las inundaciones y de las enfermedades, de la calidad del agua, de servicios de carácter cultural como la provisión de recreación, estética y espiritual, así como también beneficios de apoyo como la formación de los suelos, la fotosíntesis y los ciclos nutrientes. Sin embargo, esos ecosistemas se encuentran amenazados por las mismas sociedades.
“Las principales amenazas a la biodiversidad y al consecuente deterioro de los servicios de los ecosistemas son el resultado de un complejo conjunto de factores. Entre ellos podemos destacar la destrucción, la conversión y alter¬ación de hábitats (por ejemplo, debido a talas o incendios, entre otras acciones) ya sea para cultivos agrícolas o uso ganadero; la sobreexplotación o uso insostenible de recursos terrestres y acuáticos; las prácticas insostenibles de gestión de tierras; la contaminación de ecosistemas terrestres y acuáticos por las actividades económicas intensivas; la propagación de especies exógenas e invasivas que afectan la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas; y el cambio climático”, puntualizó Torres. Y subrayó que entre los factores mencionados, la pérdida de ecosistemas naturales y su conversión a sistemas productivos es quizás hoy una de las mayores causas de la merma de la biodiversidad y el deterioro de los ecosistemas.
En esta misma línea, la asesora del PNUD resaltó que los patrones actuales de producción en la mayoría de los países de la región “se basan en una explotación insostenible de los recursos naturales y por tanto ocasionan altos costos a las economías locales y nacionales.”
En este contexto Torres afirma que “es esencial cambiar esta lógica destructiva por una lógica de conservación e inversión en los ecosistemas y los servicios ambientales; así como compensar a los países y sectores de la población que deciden mantener los bosques y los ecosistemas vivos y funcionando en plena capacidad.”
Los ecosistemas: “fuera del mercado”
“Debido a que la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas no son cotizados en el mercado, – es decir se consideran gratuitos- es muy difícil que los agentes económicos- públicos y privados los valoricen”, asegura Torres. Y continua: “Por ello, es absolutamente esencial que se tome conciencia del valor de la biodiversidad y su contribución así como la de los servicios de los ecosistemas a los sectores productivos, con el propósito de asegurar que se realicen decisiones informadas sobre su manejo y uso.”
La especialista destaca que una “increíble variedad de servicios de verdadero valor económico se encuentran en juego tales como el abastecimiento de agua fresca, los alimentos, el control de enfermedades, productos farmacéuticos, el control natural de inundaciones, el almacenaje de carbón, la diversidad genética y la belleza del paisaje, entre otros.” Por estas y otras razones, Torres considera que es importante que se comprenda que la especie humana, aunque de alguna forma está protegida de los cambios ambientales por la cultura y la tecnología, de todos modos depende del flujo de los servicios que proveen los ecosistemas.
Por ejemplo los bosques tropicales son considerados una de las infraestructuras más sofisticadas al servicio del planeta. “En el bosque tropical cada hoja, planta, insecto, pájaro trabajan como un componente de una fabrica gigante que nunca para de producir servicios como el reciclaje de la lluvia, la purificación del agua dulce, la polinización, la purificación del aire, la desintoxicación de los suelos y muchos otros. Es así que al igual que las compañías de agua, luz y gas, los bosques tropicales prestan servicios ambientales que son vitales para la sobrevivencia humana tales como seguridad alimentaria, energética, agua y clima”, explica Torres. No obstante ello, “no son valorizados y son invisibles en la toma decisiones de autoridades públicas y privadas, internacionales y financieras. Es una trágica paradoja que en el mercado actual los bosques ‘se valorizan’ más como madera -es decir cuando son talados que cuando se mantienen vivos y en pie trabajando infatigablemente como una verdadera fábrica de aprovisionamiento de servicios esenciales para la humanidad.”
Acervos de biodiversidad
De acuerdo con Torres en los últimos años el mundo está presenciando el desarrollo de estrategias innovadoras y prácticas de gestión de los ecosistemas que comienzan a incorporar la valoración de sus servicios en la toma de decisiones operativas. “Nuestra región esta asumiendo en algunos campos un cierto liderazgo”, asegura y menciona algunos de los muchos ejemplos novedosos que se vienen avanzando en la región.
Destaca el hecho de que Colombia cuente con un Sistema Nacional Ambiental, coordinado por el Ministerio de Ambiente, que comprende 33 Corporaciones Autónomas Regionales, el Servicio de Parques Nacionales y cinco institutos de investigación dirigidos a promover el estudio de la conservación de la biodiversidad terrestre y marina. “El Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), las reservas indígenas y los territorios colectivos afro-colombianos se extienden a más del 37 por ciento de la superficie terrestre de Colombia e incluyen muestras representativas del 70 por ciento de los ecosistemas naturales del país, proporcionando así una importante salvaguarda para el patrimonio natural del país. Si se añaden las reservas forestales y otras categorías de conservación, el 43 por ciento del territorio colombiano se encuentra protegido por algún tipo de instrumento de conservación”, subraya Torres.
Por otra parte, la investigadora indica que entre los principales logros alcanzados en la protección del medio ambiente de la región está la reducción del ritmo de deforestación en la Amazonía brasileña, “que ha pasado de 27.000 km2 en el periodo comprendido entre agosto 2004 y julio 2005 a aproximadamente 7.000 km2 entre agosto 2008-julio 2009, así como el compromiso plasmado en la legislación federal de reducir la deforestación en un 80 por ciento, hasta menos 3.600 km2 al año, en el año 2020.”
También hay medidas en marcha para desarrollar nuevos mecanismos de gestión medioambiental en Brasil, estimular la creación de nuevas Áreas Protegidas y recompensar a los municipios por los servicios medioambientales que prestan, asegura Torres y destaca que más recientemente ciertas industrias han asumido compromisos con la sostenibilidad: “La Asociación Brasileña de Exportadores de Carne ha prometido proscribir la compra de ganado proveniente de zonas de deforestación reciente de la Amazonía brasileña; la Fiscalía Federal (Ministério Público Federal) ha llegado a un acuerdo con las compañías envasadoras de carne y las principales cadenas de supermercados para prohibir la compra de carne procedente de los terrenos amazónicos deforestados ilegalmente; la industria de la soja ha abierto una moratoria para la compra de grano de soja producido en bosques húmedos deforestados a partir de 2006; y el sector privado ha puesto en marcha un Movimiento Empresarial para el uso sostenible de la diversidad biológica.”
Diversos países han creado métodos para transferir recursos de quienes se benefician de los servicios proporcionados por los ecosistemas a quienes los preservan. “México, por ejemplo, ha puesto en marcha un mecanismo a gran escala de pago por servicios hidrológicos que asigna un valor a la protección de los recursos hídricos. El Programa de Servicios Ambientales Hidrológicos de México (PSAH), financiado con 18 millones de dólares procedentes de los ingresos generados por las tasas federales sobre el uso del agua, selecciona a sus beneficiarios que protegen las cuencas —propietarios de tierras y comunidades— de acuerdo con criterios como el valor del agua y el grado de pobreza en el área afectada”, explica Torres.
A lo largo y ancho de la región, los gobiernos están implementando iniciativas piloto orientadas a reembolsar a las comunidades locales por la labor que realizan en la preservación de los ecosistemas. “El estado brasileño de Amazonas, en alianza con el sector privado, ha creado la ‘Bolsa Floresta’, un sistema que premia a las comunidades locales por la conservación de los bosques nativos, refuerza la organización comunitaria, apoya los medios de vida sostenibles y aporta recursos para mejoras en educación, salud, comunicaciones y sistemas de transporte locales”, indica la experta.
Torres considera que “este proceso de experimentación requiere sin embargo ser llevado a una mayor escala. La viabilidad de estos procesos depende en gran medida de un ambiente regulatorio a nivel nacional y regional que facilite el reconocimiento del valor de la contribución de la biodiversidad y de los servicios de los ecosistemas al desarrollo y a bienestar humano.”
La región tiene unos singulares activos de biodiversidad y servicios de ecosistemas que pueden convertirse en motor de desarrollo sustentable y de competitividad de largo plazo, asegura la asesora del PNUD. Y concluye: “El crecimiento del siglo XXI será potenciado al incorporar la sostenibilidad en todos los procesos productivos. Nuestra región puede ser en un líder en esta emergente economía y en las tecnologías que se basan en el conocimiento de la naturaleza. Para ello debe otorgarse alta prioridad a la inversión en la educación y la innovación.”
Durante la XX Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno, que se celebró en diciembre del 2010 en la ciudad argentina de Mar del Plata, expertos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentaron un informe –titulado “America Latina y el Caribe: Una Super Potencia de Biodiversidad”- que destaca la extraordinaria variedad de bienes y servicios que proporciona la exuberante flora y fauna latinoamericanas. No obstante, se subraya que el aprovechamiento sustentable de esa ventaja depende de la decisión de los gobiernos y de los sectores privados y de la sociedad civil de la región. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) informó que América del Sur alberga una de las áreas de mayor riqueza biológica del planeta, con gran variedad de ecosistemas, especies y genes que representan alrededor del 40 por ciento de la diversidad biológica de la tierra, cerca del 25 por ciento de todos los bosques del planeta, el 26 por ciento de las fuentes renovables de agua dulce y más del 40 por ciento de las especies de plantas y animales del mundo.
La economista especializada en biodiversidad y cambio climático Emma Torres, Asesora Principal de Medio Ambiente y Energía de la Dirección Regional de America Latina y el Caribe del PNUD señaló a la Agencia CyTA que “nuestra región es la de mayor biodiversidad en el planeta. Esta biodiversidad con la que hemos convivido desde el antaño está en la base de nuestras culturas ancestrales y también esta presente en la obra de nuestros artistas: poetas, escritores y pintores”. Y explicó que el concepto de diversidad biológica se refiere a la variedad de los organismos vivos en los ecosistemas terrestres, marinos y otros ecosistemas acuáticos, así como los complejos ecológicos de los que forman parte.
La experta indicó que los ecosistemas generan servicios que se traducen en beneficios para los seres humanos tales como los llamados servicios de aprovisionamiento que incluyen alimentos, agua, madera y fibra, servicios de regulación que afectan al clima, el control de las inundaciones y de las enfermedades, de la calidad del agua, de servicios de carácter cultural como la provisión de recreación, estética y espiritual, así como también beneficios de apoyo como la formación de los suelos, la fotosíntesis y los ciclos nutrientes. Sin embargo, esos ecosistemas se encuentran amenazados por las mismas sociedades.
“Las principales amenazas a la biodiversidad y al consecuente deterioro de los servicios de los ecosistemas son el resultado de un complejo conjunto de factores. Entre ellos podemos destacar la destrucción, la conversión y alter¬ación de hábitats (por ejemplo, debido a talas o incendios, entre otras acciones) ya sea para cultivos agrícolas o uso ganadero; la sobreexplotación o uso insostenible de recursos terrestres y acuáticos; las prácticas insostenibles de gestión de tierras; la contaminación de ecosistemas terrestres y acuáticos por las actividades económicas intensivas; la propagación de especies exógenas e invasivas que afectan la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas; y el cambio climático”, puntualizó Torres. Y subrayó que entre los factores mencionados, la pérdida de ecosistemas naturales y su conversión a sistemas productivos es quizás hoy una de las mayores causas de la merma de la biodiversidad y el deterioro de los ecosistemas.
En esta misma línea, la asesora del PNUD resaltó que los patrones actuales de producción en la mayoría de los países de la región “se basan en una explotación insostenible de los recursos naturales y por tanto ocasionan altos costos a las economías locales y nacionales.”
En este contexto Torres afirma que “es esencial cambiar esta lógica destructiva por una lógica de conservación e inversión en los ecosistemas y los servicios ambientales; así como compensar a los países y sectores de la población que deciden mantener los bosques y los ecosistemas vivos y funcionando en plena capacidad.”
Los ecosistemas: “fuera del mercado”
“Debido a que la biodiversidad y los servicios de los ecosistemas no son cotizados en el mercado, – es decir se consideran gratuitos- es muy difícil que los agentes económicos- públicos y privados los valoricen”, asegura Torres. Y continua: “Por ello, es absolutamente esencial que se tome conciencia del valor de la biodiversidad y su contribución así como la de los servicios de los ecosistemas a los sectores productivos, con el propósito de asegurar que se realicen decisiones informadas sobre su manejo y uso.”
La especialista destaca que una “increíble variedad de servicios de verdadero valor económico se encuentran en juego tales como el abastecimiento de agua fresca, los alimentos, el control de enfermedades, productos farmacéuticos, el control natural de inundaciones, el almacenaje de carbón, la diversidad genética y la belleza del paisaje, entre otros.” Por estas y otras razones, Torres considera que es importante que se comprenda que la especie humana, aunque de alguna forma está protegida de los cambios ambientales por la cultura y la tecnología, de todos modos depende del flujo de los servicios que proveen los ecosistemas.
Por ejemplo los bosques tropicales son considerados una de las infraestructuras más sofisticadas al servicio del planeta. “En el bosque tropical cada hoja, planta, insecto, pájaro trabajan como un componente de una fabrica gigante que nunca para de producir servicios como el reciclaje de la lluvia, la purificación del agua dulce, la polinización, la purificación del aire, la desintoxicación de los suelos y muchos otros. Es así que al igual que las compañías de agua, luz y gas, los bosques tropicales prestan servicios ambientales que son vitales para la sobrevivencia humana tales como seguridad alimentaria, energética, agua y clima”, explica Torres. No obstante ello, “no son valorizados y son invisibles en la toma decisiones de autoridades públicas y privadas, internacionales y financieras. Es una trágica paradoja que en el mercado actual los bosques ‘se valorizan’ más como madera -es decir cuando son talados que cuando se mantienen vivos y en pie trabajando infatigablemente como una verdadera fábrica de aprovisionamiento de servicios esenciales para la humanidad.”
Acervos de biodiversidad
De acuerdo con Torres en los últimos años el mundo está presenciando el desarrollo de estrategias innovadoras y prácticas de gestión de los ecosistemas que comienzan a incorporar la valoración de sus servicios en la toma de decisiones operativas. “Nuestra región esta asumiendo en algunos campos un cierto liderazgo”, asegura y menciona algunos de los muchos ejemplos novedosos que se vienen avanzando en la región.
Destaca el hecho de que Colombia cuente con un Sistema Nacional Ambiental, coordinado por el Ministerio de Ambiente, que comprende 33 Corporaciones Autónomas Regionales, el Servicio de Parques Nacionales y cinco institutos de investigación dirigidos a promover el estudio de la conservación de la biodiversidad terrestre y marina. “El Sistema Nacional de Áreas Protegidas (SINAP), las reservas indígenas y los territorios colectivos afro-colombianos se extienden a más del 37 por ciento de la superficie terrestre de Colombia e incluyen muestras representativas del 70 por ciento de los ecosistemas naturales del país, proporcionando así una importante salvaguarda para el patrimonio natural del país. Si se añaden las reservas forestales y otras categorías de conservación, el 43 por ciento del territorio colombiano se encuentra protegido por algún tipo de instrumento de conservación”, subraya Torres.
Por otra parte, la investigadora indica que entre los principales logros alcanzados en la protección del medio ambiente de la región está la reducción del ritmo de deforestación en la Amazonía brasileña, “que ha pasado de 27.000 km2 en el periodo comprendido entre agosto 2004 y julio 2005 a aproximadamente 7.000 km2 entre agosto 2008-julio 2009, así como el compromiso plasmado en la legislación federal de reducir la deforestación en un 80 por ciento, hasta menos 3.600 km2 al año, en el año 2020.”
También hay medidas en marcha para desarrollar nuevos mecanismos de gestión medioambiental en Brasil, estimular la creación de nuevas Áreas Protegidas y recompensar a los municipios por los servicios medioambientales que prestan, asegura Torres y destaca que más recientemente ciertas industrias han asumido compromisos con la sostenibilidad: “La Asociación Brasileña de Exportadores de Carne ha prometido proscribir la compra de ganado proveniente de zonas de deforestación reciente de la Amazonía brasileña; la Fiscalía Federal (Ministério Público Federal) ha llegado a un acuerdo con las compañías envasadoras de carne y las principales cadenas de supermercados para prohibir la compra de carne procedente de los terrenos amazónicos deforestados ilegalmente; la industria de la soja ha abierto una moratoria para la compra de grano de soja producido en bosques húmedos deforestados a partir de 2006; y el sector privado ha puesto en marcha un Movimiento Empresarial para el uso sostenible de la diversidad biológica.”
Diversos países han creado métodos para transferir recursos de quienes se benefician de los servicios proporcionados por los ecosistemas a quienes los preservan. “México, por ejemplo, ha puesto en marcha un mecanismo a gran escala de pago por servicios hidrológicos que asigna un valor a la protección de los recursos hídricos. El Programa de Servicios Ambientales Hidrológicos de México (PSAH), financiado con 18 millones de dólares procedentes de los ingresos generados por las tasas federales sobre el uso del agua, selecciona a sus beneficiarios que protegen las cuencas —propietarios de tierras y comunidades— de acuerdo con criterios como el valor del agua y el grado de pobreza en el área afectada”, explica Torres.
A lo largo y ancho de la región, los gobiernos están implementando iniciativas piloto orientadas a reembolsar a las comunidades locales por la labor que realizan en la preservación de los ecosistemas. “El estado brasileño de Amazonas, en alianza con el sector privado, ha creado la ‘Bolsa Floresta’, un sistema que premia a las comunidades locales por la conservación de los bosques nativos, refuerza la organización comunitaria, apoya los medios de vida sostenibles y aporta recursos para mejoras en educación, salud, comunicaciones y sistemas de transporte locales”, indica la experta.
Torres considera que “este proceso de experimentación requiere sin embargo ser llevado a una mayor escala. La viabilidad de estos procesos depende en gran medida de un ambiente regulatorio a nivel nacional y regional que facilite el reconocimiento del valor de la contribución de la biodiversidad y de los servicios de los ecosistemas al desarrollo y a bienestar humano.”
La región tiene unos singulares activos de biodiversidad y servicios de ecosistemas que pueden convertirse en motor de desarrollo sustentable y de competitividad de largo plazo, asegura la asesora del PNUD. Y concluye: “El crecimiento del siglo XXI será potenciado al incorporar la sostenibilidad en todos los procesos productivos. Nuestra región puede ser en un líder en esta emergente economía y en las tecnologías que se basan en el conocimiento de la naturaleza. Para ello debe otorgarse alta prioridad a la inversión en la educación y la innovación.”