Las integrantes del grupo de narración oral Cuentorrodado están convencidas que todo espacio es bueno para contar una historia. Por eso recorren colegios primarios y secundarios, escuelas especiales, geriátricos, hogares de niños, hospitales, jardines de infantes y centros culturales. En esos lugares encuentran un público tan diverso como la variedad de los relatos que llevan para que disfruten de un buen momento. También tienen el espectáculo “Pasá sin boleto” que, con entrada libre y gratuita, presentan este sábado 26, a las 18:00, en la Unidad de Gestión Comunitaria (UGC) 1, Independencia 84, Morón, en el oeste del Gran Buenos Aires.
(Por Héctor Corti) La narradora y docente Inés Bombara dice que “narrar es participar de la historia, convivir la historia con el otro. No se puede transmitir una emoción al otro si uno no la siente. Porque eso se lee, se ve la mentira”.
Esa es una de las ideas que remarcan Betty Massolo, Ana María Pochet, Susana Kowal, Elda Motto, Liliana Plos, Alicia Siaba, Romina Pietrantonio y Ana De Diego. Ellas son algunas de sus discípulas que formaron el grupo Cuentorrodado, una manera de seguir creciendo en este arte que ya forma parte de sus vidas.
Cuentorrodado es la consecuencia de la historia que comenzó hace tres años, cuando estas mujeres se cruzaron por primera vez en un curso dictado por Bombara en la Biblioteca de Morón. “Nos fogueamos juntas, quedamos muy unidas y por eso decidimos seguir adelante con el grupo”, dice Massolo.
En ese “fogueo” incial, tuvieron la posibilidad de aprender y experimentar una técnica que no es sencilla, pero que sin embargo, incorporaron con naturalidad movidas por la pasión que sienten por la narración.
“Esto es un proceso interior en los que hay que vencer los miedos, como el de no poder recordar un cuento. También en la formación esta nuestras propia exigencia y la de la mestra”, plantea Kowal.
Pochet aporta que “a medida que pasa el tiempo una se va aflojando. Se suelta más. Deja de ser tan estricta. Es como si se hablandara. Igual siempre se está agarrada a la historia, pero haciéndolo con otra naturalidad”.
Todas coinciden que no es demasiado sencillo adaptar una historia a la narración oral, “Hay que ralizar un trabajo intenso con el texto porque la traducción a la oralidad implica un cambio de formato, en donde siempre hay que respetar los giros utilizados por el autor”, sostiene De Diego.
También, otro momento clave es la selección de los textos. “Por la complejidad que presentan, hay autores que no se pueden narrar. Además, hay cuentos que se adecuan más que otros a la personalidad de cada una. Lo escencial es apropiarse de la historia. Hacerla tuya. Tener las imágenes de lo que se cuenta. Porque el objetivo es poder transmitirla a quien escucha”, explica Motto.
Ellas están convencidas que todo espacio es bueno para contar una historia. Por eso recorren colegios primarios y secundarios, escuelas especiales, geriátricos, hogares de niños, hospitales, jardines de infantes y centros culturales. En esos lugares encuentran un público tan diverso como la variedad de los relatos que llevan para que disfruten de un buen momento.
Para preparar sus funciones, cada una elige los textos que van a narrarar, los que consideran que son más apropiado. Después coordinan el orden de acuerdo a los géneros y características.
Así es como el último sábado de cada mes hacen en la UGC 1 de Morón una presentación de “Pasá sin boleto”, espectáculo en el que nunca repiten las narraciones. “Siempre cambiamos, tratamos de dar algo distinto. De ser originales”, señala Massolo.
El repertorio de Cuentorrodado no se limita a los cuentos, fábulas y leyendas. También incluye canciones, textos informativos y poesías. “Nosotras no recitamos poesías, las narramos”, dice Kowal.
De Diego cuenta su experiencia con un fragmento de “¿Quién mató a Diego Duarte?”, el informe de la periodista Alicia Dujovne Ortiz relacionado con el asesinato de ese adolescente de 15 años, cuando estaba cirujeando en el basural del Ceamse de José Leon Suárez. “Me puse en la piel de Alicia y me animé. Es muy fuerte, pero vale la pena que el tema sea conocido”.
Las presentaciones del grupo se realizan sin ningún tipo de escenografía ni vestimenta especial. “Ponemos el cuerpo y nuestra personalidad”, sostiene Pochet.
Motto hace referencia a Bombara, la formadora y referente, cuando recuerda que “Inés nos decía que es como salir desnudas, sin nada. A medida que se va avanzando se sale expuesta a todo. A que vaya bien y no tan bien. A miradas de agrado y haste de indiferencia”.
Reconocen que la “reacción” y la “complicidad” del público es uno de los aspectos escenciales cada vez que realizan una función. Y que no es lo mismo cuando está programada en ámbito determinado, de las hacen en algún lugar público, como la de hace unos días atrás en el Templo Encantado de Barracas, durante La Noche de los Museos.
“El que viene a una función está más predispuesto a escuchar y participar con su presencia. En cambio, el que es sorprendido en un espacio público puede quedarse como no. Pero generalmente, la respuesta es muy interesante. Aunque las condiciones no sean las ideales por los ruidos del ambiente, la mayoría trata de acomadarse para escuchar mejor. Y se engancha.”, cuenta De Diego.
Kowal agrega que “generalmente no se sabe exactamente quienes están escuchando. Y a lo mejor, lo que una está contando, que fue elegido al azar, se relaciona con la historia de vida de alguno de esos espectadores. Y eso le puede provocar su angustía o desagrado. Por eso, cuando vamos a lugares puntuales, evitamos temas contraproducentes, como pude ser el de la muerte en un geriátrico”.
Como buenas narradoras, todas aportan las historias por los espacios que recorrieron. Y entre los gratos recuerdos dejan para el final los cuentos compartidos con chicos con capacidades diferentes y con los sordomudos, donde las maestras se sumaron a la función traduciendo con lenguaje de señas los relatos que hicieron las delicias de los pibes.
Esa es una de las ideas que remarcan Betty Massolo, Ana María Pochet, Susana Kowal, Elda Motto, Liliana Plos, Alicia Siaba, Romina Pietrantonio y Ana De Diego. Ellas son algunas de sus discípulas que formaron el grupo Cuentorrodado, una manera de seguir creciendo en este arte que ya forma parte de sus vidas.
Cuentorrodado es la consecuencia de la historia que comenzó hace tres años, cuando estas mujeres se cruzaron por primera vez en un curso dictado por Bombara en la Biblioteca de Morón. “Nos fogueamos juntas, quedamos muy unidas y por eso decidimos seguir adelante con el grupo”, dice Massolo.
En ese “fogueo” incial, tuvieron la posibilidad de aprender y experimentar una técnica que no es sencilla, pero que sin embargo, incorporaron con naturalidad movidas por la pasión que sienten por la narración.
“Esto es un proceso interior en los que hay que vencer los miedos, como el de no poder recordar un cuento. También en la formación esta nuestras propia exigencia y la de la mestra”, plantea Kowal.
Pochet aporta que “a medida que pasa el tiempo una se va aflojando. Se suelta más. Deja de ser tan estricta. Es como si se hablandara. Igual siempre se está agarrada a la historia, pero haciéndolo con otra naturalidad”.
Todas coinciden que no es demasiado sencillo adaptar una historia a la narración oral, “Hay que ralizar un trabajo intenso con el texto porque la traducción a la oralidad implica un cambio de formato, en donde siempre hay que respetar los giros utilizados por el autor”, sostiene De Diego.
También, otro momento clave es la selección de los textos. “Por la complejidad que presentan, hay autores que no se pueden narrar. Además, hay cuentos que se adecuan más que otros a la personalidad de cada una. Lo escencial es apropiarse de la historia. Hacerla tuya. Tener las imágenes de lo que se cuenta. Porque el objetivo es poder transmitirla a quien escucha”, explica Motto.
Ellas están convencidas que todo espacio es bueno para contar una historia. Por eso recorren colegios primarios y secundarios, escuelas especiales, geriátricos, hogares de niños, hospitales, jardines de infantes y centros culturales. En esos lugares encuentran un público tan diverso como la variedad de los relatos que llevan para que disfruten de un buen momento.
Para preparar sus funciones, cada una elige los textos que van a narrarar, los que consideran que son más apropiado. Después coordinan el orden de acuerdo a los géneros y características.
Así es como el último sábado de cada mes hacen en la UGC 1 de Morón una presentación de “Pasá sin boleto”, espectáculo en el que nunca repiten las narraciones. “Siempre cambiamos, tratamos de dar algo distinto. De ser originales”, señala Massolo.
El repertorio de Cuentorrodado no se limita a los cuentos, fábulas y leyendas. También incluye canciones, textos informativos y poesías. “Nosotras no recitamos poesías, las narramos”, dice Kowal.
De Diego cuenta su experiencia con un fragmento de “¿Quién mató a Diego Duarte?”, el informe de la periodista Alicia Dujovne Ortiz relacionado con el asesinato de ese adolescente de 15 años, cuando estaba cirujeando en el basural del Ceamse de José Leon Suárez. “Me puse en la piel de Alicia y me animé. Es muy fuerte, pero vale la pena que el tema sea conocido”.
Las presentaciones del grupo se realizan sin ningún tipo de escenografía ni vestimenta especial. “Ponemos el cuerpo y nuestra personalidad”, sostiene Pochet.
Motto hace referencia a Bombara, la formadora y referente, cuando recuerda que “Inés nos decía que es como salir desnudas, sin nada. A medida que se va avanzando se sale expuesta a todo. A que vaya bien y no tan bien. A miradas de agrado y haste de indiferencia”.
Reconocen que la “reacción” y la “complicidad” del público es uno de los aspectos escenciales cada vez que realizan una función. Y que no es lo mismo cuando está programada en ámbito determinado, de las hacen en algún lugar público, como la de hace unos días atrás en el Templo Encantado de Barracas, durante La Noche de los Museos.
“El que viene a una función está más predispuesto a escuchar y participar con su presencia. En cambio, el que es sorprendido en un espacio público puede quedarse como no. Pero generalmente, la respuesta es muy interesante. Aunque las condiciones no sean las ideales por los ruidos del ambiente, la mayoría trata de acomadarse para escuchar mejor. Y se engancha.”, cuenta De Diego.
Kowal agrega que “generalmente no se sabe exactamente quienes están escuchando. Y a lo mejor, lo que una está contando, que fue elegido al azar, se relaciona con la historia de vida de alguno de esos espectadores. Y eso le puede provocar su angustía o desagrado. Por eso, cuando vamos a lugares puntuales, evitamos temas contraproducentes, como pude ser el de la muerte en un geriátrico”.
Como buenas narradoras, todas aportan las historias por los espacios que recorrieron. Y entre los gratos recuerdos dejan para el final los cuentos compartidos con chicos con capacidades diferentes y con los sordomudos, donde las maestras se sumaron a la función traduciendo con lenguaje de señas los relatos que hicieron las delicias de los pibes.