6.11.11

DE USHUAIA A LA QUIACA

Más de 5.000 kilómetros separan a Camil Erro Burg de Alejandra Coria. Una vive en Ushuaia, en la provincia de Tierra del Fuego. La otra es del otro extremo del mapa. Es originaria de La Quiaca, en Jujuy. Ambas están participando en los Juegos Nacionales Evita que se realizan en Mar del Plata. Las jóvenes atletas de 14 años cuentan sus costumbres y proyectan sus sueños en una nota que recorre toda la Argentina.

La fueguina Camil Erro Burg y la jujeña Alejandra Coria son chicas de 14 años que aman el atletismo y comparten en Mar del Plata esta final nacional de los Juegos Evita. Ellas viven a más de 5.000 kilómetros de distancia, tienen vidas completamente distintas como consecuencia de la cultura y el clima.

Camil es de Ushuaia y Alejandra es la única representante de La Quiaca. Juntas reeditan con versión deportiva: “De Ushuaia a La Quiaca”, proyecto musical con el que el artista León Gieco sembró cultura por toda la Argentina. Ellas cruzan con palabras y simpatía todo el país en una nota publicada por el portal de la Secretaría de Deporte de la Nación.

“Me obligan a usar campera, pero yo tengo mucho calor. En Ushuaia con 10 grados somos felices, una vez la temperatura llegó a 20 y me metí al mar que lo tengo a menos de dos cuadras de casa”. Apenas Camil llegó a la Rambla hizo ese comentario, mientras Alejandra a metros de ese mismo mar tiritaba de frío.

“Yo estoy acostumbrada al calor, en La Quiaca la temperatura asciende a los 40 grados. Mar del Plata es una ciudad muy linda, pero con este clima es terrible”, añadió con su voz baja la jujeña, quien por primera vez viajó de su lugar natal y sufrió imprevistos por falta de experiencia: no trajo ropa más que para un día, su tía tuvo que mandarle varias “mudas” por expreso, y apenas bajó del micro tras 36 horas perdió su dinero.

Camil se muestra suelta con las palabras, dice que le encantan las pizzas y los panqueques. Alejandra es tímida pero se nota que tiene fuerte carácter. Para ella no hay nada más rico que el pollo frito con papas fritas que cocina la mamá. Para Camil son los segundos Juegos Evita, para Alejandra los primeros. Las dos se entrenan mucho, aunque Camil además de atletismo -especialista en pruebas combinadas-, también practica gimnasia, básquetbol, handaball, vóleibol y hasta fútbol, además de ir al colegio y estudiar inglés particular, su único día libre es el domingo. Alejandra también juega al fútbol en sus ratos de ocio, es buena estudiante y su especialización son los 2.000 metros. A diferencia de Camil, ella no sabe lo que es no poder entrenar por lluvia ni mucho menos por nieve.

“Si me dieran la posibilidad de entrenar y estudiar en el CENARD en 15 minutos estoy ahí. Estos Juegos son buenísimos porque además de permitirnos crecer como deportistas nos brindan la posibilidad de conocer a personas de todo el país y uno se hace de muchos amigos”, expresó la fueguina, quien estuvo acompañada por su entrenadora Valeria Cemino, cordobesa radicada en Tierra del Fuego desde hace más de un año.

Y Valeria también dejó su reflexión: “Los Evita son cada vez más competitivos y año tras año están mejor organizados. El torneo nacional de cadetes por ejemplo ya no se hace, ahora son parte de estos Juegos y eso es muy bueno porque jerarquiza esta competencia. De a poco el atletismo se va extendiendo a todo el país y muchos chicos se van acercando al deporte”.

Por su parte, Alejandra hace hincapié en que ellas son 15 las que vinieron de Jujuy, de las cuales 12 son primerizas en esta experiencia y no conocían el mar. Y al igual que Camil dice que no se imagina siendo una representante deportiva a nivel internacional, que prefiere pensar en el día a día sin hacerse grandes ilusiones. Junto a la jujeña está el profe Mario Cejas, quien ya vino en varias oportunidades a estos Juegos, y él también dio su opinión: “Nosotros siempre insistimos en que estudien y trabajamos desde el deporte para que ellos incorporen valores como el compromiso, la responsabilidad y el esfuerzo. Los Juegos Evita son una experiencia inolvidable para todos ellos, acá se detectan talentos y hay mucha integración”.

Luego prosiguió: “Es muy importante esta motivación que brinda el Estado nacional, es un incentivo muy grande para todos. Todo es gratis, viajes, alojamiento, comida... Cada vez que los pibes ganan una prueba lloran dos horas seguidas, todos se entrenan con mucha responsabilidad durante todo un año para llegar bien a los segundos que dura una competencia de atletismo. Hay que valorar y resaltar todo esto”.

Ellas miran, escuchan, se ríen. Hablan a solas mientras caminan por la rambla, después de la producción de fotos. Camil lleva su campera abierta, gesticula y no para de sonreir. Alejandra no sabe como cubrirse con el rompevientos, siente que el frío la penetra. Su voz es de tono bajo, sus movimientos son más lentos... Están separadas por más de 5.000 kilómetros pero más juntas que nunca gracias al deporte.