22.3.11

UN CAMPEÓN DE LA VIDA

La crónica dice que el domingo 20 de marzo Matías Torres, un nadador de 23 años que padece del síndrome de Prader Willi, alcanzó un nuevo logro en su carrera deportiva: después de tres horas pudo nadar los 3.200 metros en aguas abiertas que le permitió realizar el cruce de la laguna de San Miguel del Monte, ubicada en la provincia de Buenos Aires. Lo realizado por este joven discapacitado forma parte de una historia que va más allá de haber cumplido una nueva meta en la natación. Porque esa historia es la suma de pequeños logros que construyen su vida.

(Por Héctor Corti).- Se nota que Matías está acostumbrado a los desafíos. Y que él los asume con cierta obstinación. Algunos dicen que ese es uno de los rasgos del Prader Willy. Pero quien tuvo la oportunidad de conocerlo, sabe que en esa actitud frente a la vida también tiene mucho que ver la sangre gallega que heredó de sus abuelos. Y por la firmeza de una familia que aceptó una realidad desde el principio. Que aprendió de qué se trataba junto a él, sin subestimarlo. Y lo preparó para el mundo que debía enfrentar.

Mamá Adelina sigue sumando emociones. Y no es para menos si se tiene en cuenta que Matías cada día de su vida va por más, que disfruta y demuestra que puede seguir creciendo.

Siempre predispuesta a abordar el tema, Adelina recorre la serie de fotogramas que conforma la larga película de estos 23 años, y va haciendo los altos necesarios sobre los hechos puntuales.

Recuerda que cuando Matías apenas tenía 3 años y sin haber recibido todavía el diagnóstico que su hijo no era “normal”, decidió junto a papá Norberto enviarlo a aprender a nadar. Cuando Laura -su primera profesora- no pudo continuar, el reemplazante lanzó un diagnóstico por demás inesperado.

“Seguro que sin mala intención, pero quizás exigido por un desafio que nunca antes había vivido, me comunicó luego de algunas clases que él creía casi imposible que Matías pudiera aprender a nadar. Volví a casa llorando y muy angustiada le dije a Norberto que no lo mandáramos más. Pero enseguida reflexionamos juntos y nos dimos cuenta que estábamos frente a nuestro primer gran dilema: aceptar ese límite o tratar de vencerlo. Y nos dijimos que de ahora en más los desafíos con Matías van a ser siempre así. Volvimos para convencer al profe para que le enseñe. Norberto le dijo que a él no le importaba que sea un gran nadador. Que le siga enseñando y se tomara el tiempo que necesitara”, contó Adelina.

El relato resulta llamativo, y hasta casi increíble, si se tiene en cuenta que 20 años después, el que salió exhausto pero feliz, luego del semejante esfuerzo que le causó nadar esos 3.200 metros, es nada menos que Matías, quien suma una nueva marca a sus marcas.

Adelina se ríe y recuerda cuando Norberto le dijo por primera vez que Matías iba a nadar en aguas abiertas. “Le dije que estaba loco, pero era por miedo a lo que le pudiera pasar”. Pero él la tranquilizó, se comprometió a acompañarlo en el trayecto y le aseguró que estaba preparado.

Fue el multicampeón argentino Alejandro Lecot, quien lo convocó a unas de las jornadas que organizó en el río de San Antonio de Areco, para que nadara 750 metros

“Esa llegada fue muy emotiva. Él tenía 15 años y era el único nadador discapacitado que participaba. Por esas paradojas del destino, buscado y trabajado desde aquellos tres añitos de vida, aquel profesor dubitativo también tuvo su premio. Fue él quien quisimos que lo acompañe durante todo el trayecto. Asombrado y conmovido recibió junto a Matías el premio a tamaño esfuerzo y seguramente una de las enseñanzas mas grandes que la vida le dio. La vida es una gran construcción y siempre debemos partir de que se puede”.

Después de esa primera vez, vinieron otras. Y Matías fue superando marcas en el agua, como lo va haciendo en su vida: nadó 1.000 metros, luego 1.500, y la última había sido de 2.000.

Hablar de estas experiencias tiene en Adelina una finalidad: quiere compartirla con todos los padres que tienen un hijo, un hermano, un amigo, un nieto o alguna persona con un problema, sea cual sea.

“Nosotros insistimos y le dimos la oportunidad de seguir, porque siempre pensamos que a las personas hay que darles todas las enseñanzas posibles. Y aceptar que cada uno hace lo que puede, pero que si no les damos esa oportunidad nunca vamos a saber todo lo que pueden. En este caso la vida nos puso a prueba, puso a prueba nuestro pensamiento frente a la dificultad surgida con nuestro propio hijo”, asegura.

Norberto y Adelina no están solos en este camino. Los acompañan sus otros dos hijos, Leandro y Giselle, muchos profesionales y docentes que atendieron a Matías a lo largo de todos estos años, y los infaltables amigos dispuestos a darle contención.

Será por eso que la vida de Matías no empieza ni finaliza en la natación. Tiene pasiones y amores.

Entre sus muchas pasiones hay una que sobresale: la que tiene por  Independiente, equipo del que es fanático, que le permitió tener las mejores sonrisas y que también le provocó las lágrimas más sentidas.

Y cuando de amores se trata aparece el nombre de Mariela, su novia desde hace tres años que tiene síndrome de Down, de la que está muy enamorado y con la que proyecta un futuro en común pese a que sea hincha de Boca Juniors.