1.3.11

APRENDER A PARTIR DEL HUMOR

Docente e investigadora de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo), Mónica Guitart se especializó en el humor como recurso didáctico. La especialista desmitifica la obligada seriedad de una clase e invita a sus colegas a que utilicen la risa en el aula. “El humor es un arma poderosa en la educación, ya que motiva a los alumnos, atrae su atención, crea lazos y hace más recordable un concepto".

Guitart es docente de Estadística en la UNCuyo, pero sus clases tienen un elemento que “ablanda” la dureza de la asignatura que dicta: el humor. Para ella, reír es un recurso didáctico que mejora el rendimiento de los alumnos y los predispone de otra manera al aprendizaje, mientras que para el docente representa la oportunidad de establecer otro tipo de relación con el estudiante, explica en una entrevista con Leonardo Oliva publicada por InfoUniversidades,.

La docente -que investiga hace una década sobre el humor en la educación- explica cuáles son las ventajas de enseñar en un contexto humorístico. “Nuestra meta como docentes no debe ser la de convertirnos en comediantes, sino la de mediar pedagógicamente a través del humor”, define.

-¿Cómo se puede utilizar el humor en la enseñanza?

-Para utilizar el humor en la enseñanza no hace falta ser gracioso ni divertido; a veces ni siquiera es necesario hablar o recordar los chistes, basta con tener sentido del humor y encontrarle sentido a su uso en la educación. Si los alumnos consideran que el chiste tiene gracia, tratarán de recordarlo y al mismo tiempo recordarán aquello que ha querido poner de relieve; logrando así, que quede el concepto.

-¿Qué recursos del humor son útiles en el aula?

-Anécdotas personales, citas, historietas, cartas, relatos breves, listas e instructivos, analogías, definiciones, metáforas, observaciones y ocurrencias, pizarrones, letreros y afiches. Hay que animarse a usar recursos humorísticos sin miedo al ridículo, aprender todo lo que sea posible sobre los alumnos, hablar el lenguaje de ellos y disfrutar del buen humor. Una técnica básica del humor es dirigirse al público con un vocabulario que le sea familiar y que provoque esa ruptura entre lo obvio, lo esperado y el desenlace sorpresivo y sorprendente de la situación humorística.

-¿Qué efectos tiene usar estos recursos humorísticos?

-Los efectos del humor en la enseñanza son tan variados como los aspectos que el humor, por sí mismo, involucra en su estudio. El humor y su correlato, la risa, proporcionan importantes beneficios físicos, psicológicos y sociales. No podemos dejar de pensar que la risa y el humor deberían tener papeles protagónicos en nuestras vidas, como ya lo han advertido, entre otros, los investigadores de las ciencias de la salud y de la comunicación. Así que no hay dudas de que el humor es un arma poderosa en la educación. Puede atraer la atención, crear lazos y hacer más recordable un concepto. Además, puede aliviar tensiones, estrechar vínculos y motivar a los alumnos, si es el tipo de humor adecuado a la edad y las circunstancias.

-¿Y cómo se hace para distinguir el límite entre usar el humor y “hacerse el gracioso”?

-Hay que distinguir entre ser gracioso y saber comunicar nuestro sentido del humor. Todos sabemos apreciar un chiste y nuestros alumnos también. Ellos pueden apreciar el humor de los docentes, más específicamente, su sentido del humor, sin necesidad de ser “payasos”. Nuestra meta como docentes que usamos el humor como un recurso didáctico no debe ser la de convertirnos en comediantes, sino la de mediar pedagógicamente a través del humor. Al ser docentes, y en mi caso, de Estadística, contamos con una gran ventaja: nadie espera que seamos graciosos. Si no sabemos contar chistes podemos deslizar alguna sutileza, jugar con las palabras, comparar situaciones, redactar problemas con situaciones graciosas, presentar una viñeta, etcétera.

-¿Y ese “buen humor” repercute en el rendimiento de los alumnos?

-Sí, porque los alumnos distendidos producen mejor. La solución creativa a los distintos problemas surge al animarse a flexibilizar nuestro razonamiento, sin temor al ridículo y, tal vez, sólo a partir de un dibujo, como disparador de un camino de solución.

-¿Cuál es la primera respuesta de sus alumnos cuando les propone una situación humorística?

-El primer día de clase es especial porque cuando hago chistes no saben si se pueden reír, entonces surgen risitas entre tímidas y de cortesía. Luego se van animando, y poco a poco, comienzan a reír y disfrutar. Pero en general la respuesta es inmejorable. Crea entre nosotros una relación amena y distendida que les permite acercarse a la asignatura sin miedos, animándose a preguntar y participar con tranquilidad. Tras cada chiste surgen réplicas, pero réplicas que suponen subir la apuesta, es decir, volver a pensar el concepto involucrado en el chiste y buscar relaciones o consecuencias.

-¿Cuándo descubrió que el humor podía ser una herramienta para sus clases?

-Fue hace más de veinte años, aunque sólo hace unos diez años que investigo sobre su uso en la educación y sus posibilidades de implementación. En un principio, usaba el humor como manera de acercarme emocionalmente a los alumnos, pero luego vi que las anécdotas (personales o no), la invención de chistes o historias, el juego de palabras y otros recursos humorísticos, permitían que mis alumnos recordaran los conceptos que les enseñaba.

-¿Cualquier docente puede utilizar el humor en una clase?

-No puede ser utilizado por alguien que no lo desee o no tenga interés en implementarlo, ya que lo más importante es sentirlo, tener ganas de comunicar con humor y creer que sirve para la clase. Difícilmente surta efecto un chiste dicho por un profesor que no tenga una buena relación con sus alumnos, porque el sentimiento será: “Y encima se quiere hacer el gracioso”. Pero si el docente disfruta las clases y la interacción con sus alumnos a través del humor, logrará que los chistes considerados graciosos sean recordados y al mismo tiempo recordarán aquello que ha querido poner de relieve. Además, logrará provocar momentos de aprendizaje y distensión, lo que favorece la atención y la creatividad.

-¿Y puede ser usada esta herramienta para cualquier disciplina educativa y a cualquier edad?

-Sí. La dificultad está en los que deben usar el humor. Muchos lo consideran como algo frívolo, incompatible con la educación, ya que piensan que enseñar con humor hace que se pierda el rigor científico. El humor puede emplearse en la enseñanza como recurso para amenizar y distender, pero también puede tener otros empleos. Pablo Flores, investigador español, aboga por el empleo del humor en las comunicaciones entre educadores matemáticos, con el fin de favorecer el contraste de representaciones. La situación humorística utilizada para educar es como una píldora, un concentrado que produce una intuición, no siempre ayuda a hacer un recorrido cognitivo completo, pero lo puede suscitar, movilizar, motivar, y en los casos que ya se ha construido el aprendizaje, logra reforzarlo y fijarlo.

-¿Qué lugar ocupa el estudio del humor en la enseñanza en Latinoamérica y en el mundo?

-Si bien hay estudios importantes sobre el humor en la enseñanza, no son abundantes y, casi siempre, hacen referencia a experiencias personales desarrolladas por investigadores que destacan las virtudes y rara vez presentan una crítica formal o las desventajas de su implementación. La mayoría de los estudios son europeos y estadounidenses. Creo que esto se debe a la falta de apoyo que se da a las investigaciones en Latinoamérica, en especial a estas temáticas, y no al interés que los docentes latinoamericanos tenemos para mejorar nuestras clases a través del humor. Aunque, vale aclarar, existen excelentes docentes de distintas partes del mundo que rechazan el uso del humor en clase. Las risas en clase, sin ser motivadas por los docentes, son causa de sanción inmediata o del clásico comentario: “Cuéntenos el chiste, así nos reímos todos...”. Las risas motivadas por los docentes son escasas. Los docentes tienen miedo a perder el control, a ser objeto de burlas, a exponerse demasiado, a ser considerados menos académicos. La seriedad impera en la educación.

-Pero es que está mal visto reírse en clase…

-Sí, el humor y la risa prácticamente están prohibidos en el aula, censurados por los mismos docentes. Hemos dicho que son pocos los investigadores en educación y los docentes que se han dedicado al estudio del humor, o que aplican de manera programada el humor como recurso didáctico. Esto ocurre en parte, porque la risa y el humor siguen resistiéndose a una definición teórica y su estudio empírico o teórico es muy complejo, pero fundamentalmente porque se cree que es algo “poco serio”, sin nivel, que no aporta demasiado, que si surge espontáneamente..., bueno, está bien pero, ¿planificarlo, prepararlo, pensarlo como motivador o disparador para fijar conceptos, para incitar a la crítica?... ¡Jamás!