Cada vez que pensamos en cuestiones de género se nos viene a la cabeza, irremediablemente, la imagen de la mujer. Pues es lógico, ya que es quien ha comenzado con este arduo trabajo de pensar y discutir su lugar en las relaciones sociales. Relaciones que la relegaron históricamente dentro de un modelo encausado en la figura del varón. Los tiempos no dejaron de correr. Hoy asistimos a un sinfín de posibilidades que complejizan y enriquecen este debate, y dentro de este espectro un grupo de varones decidió sumarse al cambio.
(Por Valeria Tellechea) Luciano Fabbri, Mauro Amicone y Cristian Prieto pertenecen al Colectivo de Varones Antipatriarcales, un grupo que ha optado por cuestionar su papel hegemónico dentro de la sociedad, y a su modelo, que lo mantiene en vigencia. Desde el 2009, reunidos principalmente en La Plata, en el Centro Cultural Olga Vázquez, desarrollan actividades para buscar esa transformación tanto interna como, bien su nombre lo indica, colectiva.
-¿Cómo nace el Colectivo?
-Cristian: Desde el Colectivo, nos conocemos de otras experiencias de militancia anteriores, y compartimos estos intereses para organizarnos. La idea es poder repensar las diferentes masculinidades aunque, obviamente, el trabajo empieza por nosotros mismos.
-Luciano: Fue un proceso largo que comenzó con nuestras propias individualidades. El hecho de nacer varón en nuestra sociedad determina la manera en que debemos pensar y actuar ante los demás. El problema es cuando no te identifica esa forma del ‘ser macho’, no te sentís cómplice, y es ahí cuando comienza un proceso interno de repensarte.
-¿La idea del colectivo es repensar y acompañar ese proceso?
-L: En primer lugar tiene que ver con pensar una relación dialéctica interna y un aporte hacia afuera. La idea es visibilizar un debate, salir a cuestionar la idea del varón como sujeto unívoco; el varón no es uno y para siempre, hay algo que hace a nuestra diversidad, a nuestros atravesamientos de género y clase que nos parece interesante discutirlos. Sabemos que esto permite otro debate, el cómo incluir a los varones en las cuestiones de género y el análisis del patriarcado como modelo de reproducción, aun sabiendo que hay muchas dificultades para que los varones decidan militar en contra de sus privilegios.
-C: Estamos muy acostumbrados a tener el enemigo en frente, pero en las relaciones dentro de una agrupación se dan situaciones de discriminación que tienen que ser trabajadas. Cuestionar y autocuestionarse. Muchas de nuestras organizaciones populares tienen un machismo arraigado y naturalizado.
-¿Cómo ven el momento histórico en Argentina en relación al debate de género?
-L: Nosotros somos resultado de ese momento, donde el debate de género es masivo. Los encuentros de mujeres, la lucha por el matrimonio igualitario, el debate por el aborto, todo esto nos atraviesa. Por ejemplo, el matrimonio no era un eje para nosotros, pero cuando el debate puso en discusión un discurso normalizador y disciplinador de la sexualidad, y donde los sectores conservadores tomaban más protagonismo y se movilizaban, nosotros decidimos trabajar el eje del matrimonio, aun cuando quienes nos definimos como gays, homosexuales, putos, tenemos una postura crítica sobre el matrimonio como institución y la familia patriarcal. El debate nos hizo posicionarnos públicamente, y esto da cuenta un poco del escenario en el que estamos viviendo, con la ley de identidad de género como próximo punto de la agenda de la diversidad y con el inicio del debate sobre el aborto en el Congreso.
-Mauro: Este momento tiene que ver con una lucha de muchísimos años y detona con un momento de muchos avances, más allá de estar de acuerdo o no, se genera una discusión social que abre un abanico muy interesante.
-¿Sintieron algún tipo de resistencia para con el Colectivo?
-C: Muchas compañeras feministas ortodoxas vieron con miedo que varones se organicen y tomen como bandera sus propias luchas, pero después, a medida que nos van conociendo, esas resistencias se desvanecen o cobran otros sentidos.
-L: La confianza se genera desde la práctica; para quien siempre ubicó al varón en el lugar de opresor, y no digo que no lo seamos, por el contrario, nos damos cuenta de esa triste realidad, pero es una sospecha inicial lógica; planteamos que no es solo un discurso políticamente correcto sino que hay una actitud consecuente.
-C: Y después los varones por excelencia; creo que nosotros mismos, individualmente y como colectivo hemos tenido idas y vueltas porque es un proceso que obviamente genera resistencias.
-L: Nos pasa todo el tiempo esta idea que entre varones se busca la complicidad machista, entonces frente a los ojos de algunos tipos vos sos un traidor. Pero las resistencias desde afuera nos fortalecen, aunque todavía hay resistencias desde adentro que nos debilitan. Creo que una de las cuentas pendientes como colectivo es poder apropiarnos más del espacio donde realmente lo personal se haga político y donde esas resistencias internas sean herramientas para construir política, y es ahí donde esas enseñanzas del feminismo no nos las podemos apropiar únicamente desde lo teórico sino que nos tienen que atravesar realmente, y en ese sentido es que tenemos un camino muy largo para recorrer. El nudo de resistencia es el asumirte realmente vulnerable.
-¿Cómo hacen en el quehacer diario, en el trabajo, en la casa, con los amigos que no participan del Colectivo?
-C: Desde lo positivo, el hecho de hacerte visible, de que sepan quién sos, lo que haces, dónde militas, también genera un feedback de la gente que te rodea, compañeras que te dicen que actúes de alguna manera en el trabajo, o compañeros que me han demostrado que han tenido una reflexión en algún punto; pero desde lo negativo, desde el prejuicio, siempre existe esa exigencia del otro del deber ser, de pararte en un determinado lugar. Pero después es difícil, personalmente, sentirme desde este lugar de poder sobre otras u otros, esa reflexión me costó individual y cotidianamente, incluso con mi pareja, pero también tiene que ver con poder encontrarle el sentido a esta deconstrucción, ese momento de crisis individual necesario, de poder criticarse determinadas nociones de sentido común y de cómo actuaba antes de poder pensarlo, es ahí cuando uno encuentra una alternativa de no sentirse o reaccionar de determinada manera.
-M: En cierta forma visibilizarnos hace a la gente más permeable a discutir estos temas. Gente que no esperabas que te escuchara y con la que ahora podés tener una conversación interesante, sin importar si estamos de acuerdo o no, pero sin confrontar.
-Y en relación al lenguaje, ¿creen que hay un proceso que avanza más lento que el resto de los debates existentes?
-C: En los lugares académicos el tema ya está mucho más trabajado, pero es toda una labor que tiene que ser realizada conscientemente porque es ‘lo que estamos diciendo’, y se nota, desde las cuestiones más cotidianas, es como se llama a las cosas, el nombrarnos y nombrar a los demás. Hasta que te llames Colectivo de Varones significa muchas cosas, y Antipatriarcales ya ni te cuento, porque ni saben lo que significa en general.
-L: Y el que lo sabe lo considera una contradicción: ¿varones y antipatriarcales? Pero es cierto, en determinados espacios hay cuestiones políticamente correctas que se van naturalizando y ya hablamos de todos y todas, y se hace tan frecuente que hasta a veces pierde sentido; y en otros espacios donde te das cuenta hasta dónde molesta e incómoda que hables así, se ponen nerviosos, te preguntan por qué repetís; yo no estoy repitiendo, digo cosas distintas, digo ellas y digo ellos, digo todas y digo todos; pero como el oído está acostumbrado a un discurso androcéntrico, masculino, que no nombra a la mujer, que el hecho de nombrarla genera molestia, y ahí te das cuenta del poder de ese discurso.
-M: Es el simbolismo de la palabra y el peso que tiene en el poder, que está tan naturalizado y se vuelve incómodo al oído. Y se complejiza mucho más cuando sabemos que no solamente tenemos que hablar en términos de varón y mujer, porque hay otras identidades también.
-L: Es la necesidad de clasificar y definir que no sea ambigua, si ya no somos dos identidades, entonces ¿cuántas somos? ¿En qué se diferencian? Lo más dificultoso es aceptar que la identidad es una construcción singular, modificable, y que en última instancia quien tiene la última palabra es la propia persona para poder elegir ‘decirse’ quien es.
Fuente: Revista Furias