Investigadores del Instituto de Química de Rosario (IQUIR) dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) trabaja en el diseño de procesos que puedan sanear aguas contaminadas por la industria, especialmente, aquellas que contienen cromo.
Este metal se utiliza en las curtiembres -proceso de producción de cueros-, y es tóxico para los seres vivos. En principio, las intoxicaciones con cromo en humanos ocasionan síntomas como gastritis, diarrea, cefalea y pérdida de sangre por la nariz, pero cuando este metal entra en las células provoca alteraciones en el ADN que hacen que éstas degeneren causando cáncer. De ahí la importancia de tratar adecuadamente las aguas residuales de las curtiembres.
El equipo del IQUIR liderado por el doctor Luis Sala busca diseñar métodos de bajo costo y corto plazo de acción para purificar estas aguas utilizando una técnica del campo de la remediación llamada biosorción, según un informe del CONICET.
El concepto remediación se refiere a los esfuerzos que el hombre hace para tratar de subsanar los problemas ambientales generados por su acción sobre el medio ambiente. En este caso, la biosorción utiliza biomasa orgánica muerta para descontaminar el agua.
Los investigadores están estudiando la capacidad que tienen diferentes materiales orgánicos de deshecho para retener iones metálicos, propiedad que les permite capturar el cromo presente en agua.
Según explica el doctor Sala, una característica importante para que los desechos sirvan para este fin es que sean abundantes en la zona y que no tengan ninguna utilidad industrial. Hasta ahora se ha ensayado con marlo de maíz y salvado de soja, provenientes de la actividad agrícola, y cáscaras de cítricos procedentes de la industria.
El proceso diseñado consiste en que el agua contaminada pase antes de salir de la planta por piletones o columnas que contienen biomasa capaz de retener iones metálicos. El cromo queda capturado en su superficie y el agua, una vez purificada, sale al medio. Luego de este procedimiento es posible separar con ácidos el cromo de la biomasa que lo retiene, mediante un proceso que se denomina desorción.
De este modo, la materia orgánica puede ser reutilizada en otro ciclo de depuración y el cromo queda concentrado en un licor que se puede recuperar para un nuevo proceso industrial.
“Hemos logrado que las aguas tengan la concentración de cromo exigida por el código alimentario”, cuenta el doctor Sala refiriéndose a las pruebas hechas con aguas sintéticas a las que se le agrega cromo con fines experimentales y luego se las somete al filtrado.