30.12.11

"EL TEATRO CALLEJERO DESMITIFICA AL ACTOR, PERO TAMBIÉN LO AGIGANTA"


En el contacto cotidiano con la gente, en la calle, en una vereda o en cualquier plaza, La Runfla, el colectivo de artistas surgido en 1991 intenta mantener vivas las raíces desde donde brotaron los movimientos más puros del teatro: el espacio público. En un hecho militante y una disputa permanente de ese espacio, a la vez, los artistas rescatan a los transeúntes y los transforman en partícipes de una historia, una situación para llevarles una idea, un mensaje. En una entrevista Héctor Alvarellos, explica las posibilidades actuales de ese arte que tiene sus propios códigos, atractivos y singularidades, en un escenario siempre cambiante.


(Por Soledad Arréguez Manozzo / Agencia NAN).- Entre los baches y los bocinazos, en medio de las veredas rotas y los transeúntes anónimos, también se cuentan historias. En la calle, en el encuentro diario con la comunidad, el teatro callejero toma su capacidad lúdica y transformadora del espacio.

“Esta propuesta tiene una estética y una ideología detrás. El teatro en sí mismo es un hecho militante, el espacio público está en permanente disputa”, asegura Héctor Alvarellos, director del grupo de teatro callejero La Runfla.

Este colectivo hace espectáculos en espacios abiertos desde 1991, con el propósito de atrapar al caminante desprevenido, para convertirlo en espectador y luego en partícipe de sus historias. Hoy, 20 años después, el grupo sigue creciendo, ganando la calle, un espacio que se vuelve fantasía, a pesar de las rejas de la ciudad.

La definición de runfla -en lunfardo: “gente de una misma especie unida por un objetivo común”- dibuja apenas el ideario del grupo, integrado por Gabriela Alonso, Fernanda Sancinetto, Javier Giménez, Victoria Egea, Estela Rocha, Osvaldo Rocha y Alvarellos. Todos ellos investigan, producen y promueven el teatro en lugares públicos en defensa de ese espacio, que fue restringido a los artistas durante las dictaduras. Disfrutan de actuar, para todos, en la calle que muta de un momento a otro. El ruido y las interferencias de la cotidianeidad de las urbes provocan que resulte impensado para muchos actuar.

“El teatro callejero se instala ahí y genera un cuento. Todo eso es una estética y para lograrlo hay que emplear una técnica. El actor tiene que estar preparado especialmente para desarrollarse en ese espacio”, explica Alvarellos. A pesar de los condicionamientos del espacio abierto, la disciplina crece año tras año. Así quedó plasmado en el sexto Encuentro de Teatro Callejero que se realizó en 201 con el fin de compartir experiencias entre grupos de diferentes orígenes.

En diálogo con Agencia NAN, Alvarellos repasa los inicios de La Runfla -a partir de la unión de dos grupos pioneros La Obra y El Encuentro-, la militancia de los artistas callejeros, y las metas alcanzadas como la formación de actores en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD).

- Las dictaduras no fueron proclives a las manifestaciones artísticas en la calle. ¿Cómo fueron las primeras experiencias de volver al espacio público tras esos años de plomo?

- Se volvió con mucha euforia, había mucha necesidad. Si bien la dictadura estaba en retirada, en el ‘83 todavía existía esa cuestión de inseguridad que uno percibía. Durante la dictadura, no se podía hacer nada en el espacio público, todo era sospechado y sospechoso. Costó mucho sacarlo a nivel orgánico: ver un camión de ejército genera una situación de stress en el cuerpo, militaras o no militaras. Hay mucha gente que piensa que hoy con mayor reja se soluciona la inseguridad. Esa es la paz de los cementerios, la calle no se controla con mayor represión sino con contacto con la gente, con mayor vecindad.

- Hoy la calle parece plantear otros desafíos...

- En los 90, la calle se va deshabitando, aparece la reja, a nivel público y privado, empiezan los temas de inseguridad. Los medios de comunicación generan ese miedo de que en cada esquina hay un chorro. Nosotros hicimos “Drácula, una metáfora” a los dos de la mañana en Parque Avellaneda, que no está enrejado y tiene la misma problemática más o menos que otro parque de la ciudad, y asistieron 400 personas.

- Miles de personas caminan por las calles de la ciudad siempre enfocados en sus pensamientos, ¿cómo se hace para captar su atención?

- Hay que rescatar al transeúnte, transformarlo en espectador y a veces en partícipe de la situación. Una vez que el espectador está captado, se va cuando quiere. Así es el espacio abierto. Es libre, nada está acondicionado. Siempre hay que dejar algo para que el espectador reflexione, para que se lleve algo. En la calle, nunca sabés porque entra o se va una persona, a veces está apurado, pasó accidentalmente, lo esperaba alguien o quería ir a la baño.

- Con todas estas posibilidades que brinda el espacio público, ¿qué modificación produce el entorno en el artista?

- Cada espacio brinda una estética diferente. Sabemos que el nivel de la interferencia de la vida y de la comunicación es muy grande: sabemos que eso hay que reemplazarlo técnicamente ya sea de forma auditiva o visual a partir de lo que uno quiere contar y en qué lugar lo quiere hacer. El actor para actuar en ese espacio tiene que prepararse: alguien acostumbrado a actuar en una sala, de pronto sale a la calle y se encuentra con un montón de imposibilidades y no sabe qué hacer.

- Entonces, se puede hablar de otra concepción del artista sobre su trabajo.

- El teatro callejero desmitifica al actor, pero también lo agiganta, porque lo pone en el espacio más puro de su origen ya que el teatro nació con en el espacio abierto. Esta propuesta tiene una estética y una ideología detrás. Hay actores que han elegido hacer teatro callejero cuando no te ofrece nada: nunca te van a pedir un autógrafo, jamás te van a decir cuánto querés cobrar, nunca vas a salir en la tele y raramente tendrás una crítica. Sin embargo, tenés otras cosas: nunca te falta público, ellos se quedan porque descubrieron algo y cuando termina la función el público está de igual a igual, salís a saludar con la ropa del último personaje que hiciste, y cuando desarmas ese espacio, y es atravesado por un pibe con una bicicleta, ese espacio vuelve a ser el mismo. Todo eso que fue magia, vuelve a su lugar. Es la violencia de su representación, violentamente desaparece y vuelve a ser igual que antes.

- ¿Hay una militancia del actor callejero para dar determinado mensaje a la sociedad?

- Nosotros no ponemos el mensaje delante del hecho artístico sino que surge naturalmente por la elección de lo que hacemos. Entendemos que el teatro cuenta mucho de las historias de los pueblos, pero no va a generar una revolución en sí misma. Todos los espectáculos que hemos hecho vienen acompañados de un mensaje, pero no pensado en dar ese mensaje sino porque el teatro en sí mismo es un hecho militante: por el hacer teatro en el espacio abierto que está en permanente disputa. Y llegar a la gente que nada tiene es una militancia, como es pasar la gorra y decir usted que tiene ponga, valorice el espectáculo y no la calidad de una butaca. Crear conciencia también es una forma de militancia: el teatro si es una herramienta para esclarecer, llevar claridad sobre un tema, tiene que ser el mejor espectáculo. No es un panfleto, si quiero cambiar algo, tengo que hacerlo con calidad. El teatro callejero es una herramienta social.

- En 1993 comienzan a trabajar en Parque Avellaneda. Sin duda, pensar hoy en La Runfla, es pensar en ese lugar.

- Para nosotros, tiene un gran significado a partir que llegamos ahí, el grupo hizo trabajo con la comunidad. El objetivo es trascenderlo. Queremos seguir estando ahí porque es nuestro hábitat natural pero buscamos empezar a extendernos y ver que se generen otros nodos en las redes. Creo que hemos ganado un lugar, sería interesante que se pueda multiplicar. Hay un crecimiento con la Escuela Municipal de Arte Dramático (EMAD). Estamos muy contentos, se ha crecido en calidad y permanencia. Permanecer es una forma de seguir creciendo.

- En el 2001 se llevó adelante el 1º Encuentro de Teatro Callejero, para motivar a otros grupos. Hoy se llevan adelante espectáculos con actores egresados de la EMAD y este año celebraron el último encuentro que organiza La Runfla. ¿Qué balance pueden hacer de 20 años de trabajo?

- La Runfla nos permitió crecer a todos, artística y personalmente. Hoy somos un grupo de actores, tenemos contacto con el público de igual a igual. Insistimos en una dirección. Viene cambiando el mundo, y nosotros cambiamos con ese mundo es un hecho dialéctico, pero no cambiamos el espíritu inicial: hay que pelear por el espacio público, hay que realizar una ocupación lúdica y responsable del espacio público, sintiéndolo propio. Por eso, tratamos de embellecerlo con nuestro arte.

Fuente: Agencia NAN
Fotografía gentileza de La Runfla