En el contacto cotidiano con la gente,
en la calle, en una vereda o en cualquier plaza, La Runfla, el
colectivo de artistas surgido en 1991 intenta mantener vivas las
raíces desde donde brotaron los movimientos más puros del teatro:
el espacio público. En un hecho militante y una disputa permanente
de ese espacio, a la vez, los artistas rescatan a los transeúntes y
los transforman en partícipes de una historia, una situación para
llevarles una idea, un mensaje. En una entrevista Héctor Alvarellos,
explica las posibilidades actuales de ese arte que tiene sus propios
códigos, atractivos y singularidades, en un escenario siempre
cambiante.
(Por Soledad Arréguez Manozzo /
Agencia NAN).- Entre los baches y los bocinazos, en medio de las
veredas rotas y los transeúntes anónimos, también se cuentan
historias. En la calle, en el encuentro diario con la comunidad, el
teatro callejero toma su capacidad lúdica y transformadora del
espacio.
“Esta propuesta tiene una estética y
una ideología detrás. El teatro en sí mismo es un hecho militante,
el espacio público está en permanente disputa”, asegura Héctor
Alvarellos, director del grupo de teatro callejero La Runfla.
Este colectivo hace espectáculos en
espacios abiertos desde 1991, con el propósito de atrapar al
caminante desprevenido, para convertirlo en espectador y luego en
partícipe de sus historias. Hoy, 20 años después, el grupo sigue
creciendo, ganando la calle, un espacio que se vuelve fantasía, a
pesar de las rejas de la ciudad.
La definición de runfla -en lunfardo:
“gente de una misma especie unida por un objetivo común”- dibuja
apenas el ideario del grupo, integrado por Gabriela Alonso, Fernanda
Sancinetto, Javier Giménez, Victoria Egea, Estela Rocha, Osvaldo
Rocha y Alvarellos. Todos ellos investigan, producen y promueven el
teatro en lugares públicos en defensa de ese espacio, que fue
restringido a los artistas durante las dictaduras. Disfrutan de
actuar, para todos, en la calle que muta de un momento a otro. El
ruido y las interferencias de la cotidianeidad de las urbes provocan
que resulte impensado para muchos actuar.
“El teatro callejero se instala ahí
y genera un cuento. Todo eso es una estética y para lograrlo hay que
emplear una técnica. El actor tiene que estar preparado
especialmente para desarrollarse en ese espacio”, explica
Alvarellos. A pesar de los condicionamientos del espacio abierto, la
disciplina crece año tras año. Así quedó plasmado en el sexto
Encuentro de Teatro Callejero que se realizó en 201 con el fin de
compartir experiencias entre grupos de diferentes orígenes.
En diálogo con Agencia NAN, Alvarellos
repasa los inicios de La Runfla -a partir de la unión de dos grupos
pioneros La Obra y El Encuentro-, la militancia de los artistas
callejeros, y las metas alcanzadas como la formación de actores en
la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD).
- Las dictaduras no fueron proclives a
las manifestaciones artísticas en la calle. ¿Cómo fueron las
primeras experiencias de volver al espacio público tras esos años
de plomo?
- Se volvió con mucha euforia, había
mucha necesidad. Si bien la dictadura estaba en retirada, en el ‘83
todavía existía esa cuestión de inseguridad que uno percibía.
Durante la dictadura, no se podía hacer nada en el espacio público,
todo era sospechado y sospechoso. Costó mucho sacarlo a nivel
orgánico: ver un camión de ejército genera una situación de
stress en el cuerpo, militaras o no militaras. Hay mucha gente que
piensa que hoy con mayor reja se soluciona la inseguridad. Esa es la
paz de los cementerios, la calle no se controla con mayor represión
sino con contacto con la gente, con mayor vecindad.
- Hoy la calle parece plantear otros
desafíos...
- En los 90, la calle se va
deshabitando, aparece la reja, a nivel público y privado, empiezan
los temas de inseguridad. Los medios de comunicación generan ese
miedo de que en cada esquina hay un chorro. Nosotros hicimos
“Drácula, una metáfora” a los dos de la mañana en Parque
Avellaneda, que no está enrejado y tiene la misma problemática más
o menos que otro parque de la ciudad, y asistieron 400 personas.
- Miles de personas caminan por las
calles de la ciudad siempre enfocados en sus pensamientos, ¿cómo se
hace para captar su atención?
- Hay que rescatar al transeúnte,
transformarlo en espectador y a veces en partícipe de la situación.
Una vez que el espectador está captado, se va cuando quiere. Así es
el espacio abierto. Es libre, nada está acondicionado. Siempre hay
que dejar algo para que el espectador reflexione, para que se lleve
algo. En la calle, nunca sabés porque entra o se va una persona, a
veces está apurado, pasó accidentalmente, lo esperaba alguien o
quería ir a la baño.
- Con todas estas posibilidades que
brinda el espacio público, ¿qué modificación produce el entorno
en el artista?
- Cada espacio brinda una estética
diferente. Sabemos que el nivel de la interferencia de la vida y de
la comunicación es muy grande: sabemos que eso hay que reemplazarlo
técnicamente ya sea de forma auditiva o visual a partir de lo que
uno quiere contar y en qué lugar lo quiere hacer. El actor para
actuar en ese espacio tiene que prepararse: alguien acostumbrado a
actuar en una sala, de pronto sale a la calle y se encuentra con un
montón de imposibilidades y no sabe qué hacer.
- Entonces, se puede hablar de otra
concepción del artista sobre su trabajo.
- El teatro callejero desmitifica al
actor, pero también lo agiganta, porque lo pone en el espacio más
puro de su origen ya que el teatro nació con en el espacio abierto.
Esta propuesta tiene una estética y una ideología detrás. Hay
actores que han elegido hacer teatro callejero cuando no te ofrece
nada: nunca te van a pedir un autógrafo, jamás te van a decir
cuánto querés cobrar, nunca vas a salir en la tele y raramente
tendrás una crítica. Sin embargo, tenés otras cosas: nunca te
falta público, ellos se quedan porque descubrieron algo y cuando
termina la función el público está de igual a igual, salís a
saludar con la ropa del último personaje que hiciste, y cuando
desarmas ese espacio, y es atravesado por un pibe con una bicicleta,
ese espacio vuelve a ser el mismo. Todo eso que fue magia, vuelve a
su lugar. Es la violencia de su representación, violentamente
desaparece y vuelve a ser igual que antes.
- ¿Hay una militancia del actor
callejero para dar determinado mensaje a la sociedad?
- Nosotros no ponemos el mensaje
delante del hecho artístico sino que surge naturalmente por la
elección de lo que hacemos. Entendemos que el teatro cuenta mucho de
las historias de los pueblos, pero no va a generar una revolución en
sí misma. Todos los espectáculos que hemos hecho vienen acompañados
de un mensaje, pero no pensado en dar ese mensaje sino porque el
teatro en sí mismo es un hecho militante: por el hacer teatro en el
espacio abierto que está en permanente disputa. Y llegar a la gente
que nada tiene es una militancia, como es pasar la gorra y decir
usted que tiene ponga, valorice el espectáculo y no la calidad de
una butaca. Crear conciencia también es una forma de militancia: el
teatro si es una herramienta para esclarecer, llevar claridad sobre
un tema, tiene que ser el mejor espectáculo. No es un panfleto, si
quiero cambiar algo, tengo que hacerlo con calidad. El teatro
callejero es una herramienta social.
- En 1993 comienzan a trabajar en
Parque Avellaneda. Sin duda, pensar hoy en La Runfla, es pensar en
ese lugar.
- Para nosotros, tiene un gran
significado a partir que llegamos ahí, el grupo hizo trabajo con la
comunidad. El objetivo es trascenderlo. Queremos seguir estando ahí
porque es nuestro hábitat natural pero buscamos empezar a
extendernos y ver que se generen otros nodos en las redes. Creo que
hemos ganado un lugar, sería interesante que se pueda multiplicar.
Hay un crecimiento con la Escuela Municipal de Arte Dramático
(EMAD). Estamos muy contentos, se ha crecido en calidad y
permanencia. Permanecer es una forma de seguir creciendo.
- En el 2001 se llevó adelante el 1º
Encuentro de Teatro Callejero, para motivar a otros grupos. Hoy se
llevan adelante espectáculos con actores egresados de la EMAD y este
año celebraron el último encuentro que organiza La Runfla. ¿Qué
balance pueden hacer de 20 años de trabajo?
- La Runfla nos permitió crecer a
todos, artística y personalmente. Hoy somos un grupo de actores,
tenemos contacto con el público de igual a igual. Insistimos en una
dirección. Viene cambiando el mundo, y nosotros cambiamos con ese
mundo es un hecho dialéctico, pero no cambiamos el espíritu
inicial: hay que pelear por el espacio público, hay que realizar una
ocupación lúdica y responsable del espacio público, sintiéndolo
propio. Por eso, tratamos de embellecerlo con nuestro arte.
Fuente: Agencia NAN
Fotografía gentileza de La Runfla