28.12.11

LA DESIGUALDAD EN SALUD

Un estudio desde la ciencia económica realizado en la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) analiza cómo impacta la distribución del ingreso en la calidad sanitaria en la Argentina. Entre otros resultados, la medición a partir de distintos tipos de índices arrojó que en el Noroeste y Cuyo se perciben más problemas de salud que en el resto de las regiones, y la que muestra la mayor desigualdad respecto de la cobertura médica es la del Nordeste. Cuyo, la Patagonia y el Noreste serían las zonas más desiguales.

Los problemas distributivos, desde la perspectiva de los distintos mercados, constituyen una de las principales barreras para el desarrollo humano. En los últimos años existe un creciente interés por parte de la ciencia económica en el aumento de las desigualdades, que afecta tanto a países desarrollados como a países de menores ingresos, y se ve reflejado en los indicadores de la economía.

Durante mucho tiempo, las cuestiones distributivas fueron tenidas en cuenta sólo en relación al nivel de ingreso de los individuos, pero en los últimos años se aplicó la misma metodología a variables sociodemográficas como el estado de salud y la educación. Con este nuevo enfoque, una investigación liderada por la economista María Inés Lara analizó las desigualdades en salud en el país, donde el sistema sanitario cuenta con múltiples actores, públicos y privados.

Según el estudio, las regiones de Cuyo, la Patagonia y el Noroeste argentino tienen una mayor prevalencia de morbilidad total (proporción de personas que se enferman) y un mayor grado de desigualdad en lo que refiere a la percepción de enfermedad asociada a factores socioeconómicos. Respecto de la cobertura médica, las regiones que se ven más afectadas por la desigualdad son la Patagonia, la región Pampeana y el Gran Buenos Aires.

Las cifras

La tasa de mortalidad infantil (TMI) en menores de un año se redujo en todas las provincias y las desigualdades socioeconómicas asociadas a ella.

“A nivel nacional, el índice señala que, en promedio, la mortalidad infantil disminuye en 0,192 muertes por cada mil nacidos vivos por cada peso de aumento del Producto Geográfico Bruto (PBG) per cápita en 2007. Mientras que en 1997 la relación era menor, de 0,155 muertes menos por cada mil nacidos vivos”, indica a InfoUniversidades la investigadora.

Otro aspecto que se midió fue el riesgo atribuible poblacional (RAP), uno de los indicadores de impacto total más conocidos en el campo de la salud. Así, tomando como referencia a la ciudad de Buenos Aires, el riesgo poblacional rondaría el 36% para 2007 y el 35% para 1997, e indica que si las provincias argentinas tuvieran la tasa de mortalidad infantil que tiene la capital argentina, las muertes de niños menores de un año podrían reducirse a poco más de un tercio.

“En términos absolutos, podría decirse que de las casi 9.000 muertes en menores de un año ocurridas en 2007 (12.930 en 1997) podrían haberse evitado 3.200 -36% del total- si todas las provincias tuviesen la tasa de mortalidad infantil que tiene la ciudad de Buenos Aires”, explica Lara.

La desigualdad en la distribución del número de muertes de menores de un año en relación con el número de nacidos vivos se midió en el estudio por medio del coeficiente de Gini.

“Las magnitudes estimadas para Argentina están muy próximas a cero, aunque se observa un aumento de la desigualdad entre 1997 y 2007. Así, en 1997, el 26% de las muertes en menores de un año ocurrieron en el 20% de la población de nacidos vivos, mientras que este porcentaje subió casi al 27% en 2007”, amplía Lara.

Otra forma de medición fue el índice y la curva de concentración, donde la población bajo estudio se ordena por PBG per cápita. En el índice, se concluyó que las magnitudes estimadas en mortalidad infantil están muy próximas a cero, aunque se observa un aumento de la desigualdad entre 1997 y 2007. Así, en 1997, el 22% de las muertes en menores de un año ocurrieron en el quintil más pobre de nacidos vivos, mientras que este porcentaje subió casi al 28% en 2007. Utilizando la curva de concentración, que mide el sector socioeconómico opuesto, el resultado es similar: en 1997, el 17% de las muertes en menores de un año ocurrió en el quintil más rico de la población de nacidos vivos, mientras que en 2007, este porcentaje bajó al 12%.

“La existencia de bajos niveles de desigualdad en salud que detectamos en esta investigación es siempre relativa a los grupos que se comparan y no implica que existan buenas condiciones de salud”, aclara la investigadora.

“Para interpretar los resultados, es importante contextualizarlos, tener en cuenta las variables y el escenario en que fueron utilizadas”, agrega.

Con esta salvedad, Lara arriesga sus conclusiones finales: “En la población de las regiones NOA y Cuyo se perciben más problemas de salud que en el resto de las regiones. A su vez, en cada región la sensación de malestar en el primer quintil (el más pobre) es mayor que en el último. En relación a la distribución del ingreso, el ingreso familiar per cápita medio de la población mórbida es menor que el de la población saludable; sin embargo, la desigualdad en la distribución del ingreso es mayor en el segundo que en el primero”.

La investigadora también señala que “se observa que las desigualdades en morbilidad se concentran en los grupos de menores ingresos. Además, la desigualdad es más marcada en la Patagonia que en el resto de las regiones, seguida por el NOA y Cuyo, que a su vez son las regiones que ostentan las mayores tasas de morbilidad”.

“También las desigualdades en cobertura médica desfavorecen a los más pobres, o lo que es lo mismo, la cobertura se concentra en los grupos más ricos. En este caso la región que muestra la mayor desigualdad es el NEA, seguida por GBA y Cuyo. La Patagonia presenta los menores indicadores de desigualdad en cobertura”, finaliza Lara.