14.12.10

“HAY UN AVANCE EN LA IDENTIDAD INDÍGENA”

En su libro "Argentina Originaria: genocidios, saqueos y resistencias", el periodista Darío Aranda, quien trabaja intensamente con las problemáticas de las comunidades aborígenes, retrata cómo el modelo productivo avanza sobre los derechos de estos pueblos. En contraste, vislumbra cierta esperanza en la organización que brota de la adversidad.




(Por Esteban Vera/Agencia NAN).- Aunque resulte políticamente correcto hablar del plan de exterminio de los pueblos originarios, el genocidio aún es negado. El modo en que los descendientes de estos pueblos siguen muriendo, a causa del modelo productivo extractivo, se advierte efímeramente. Ése es uno de los ejes del libro Argentina Originaria: genocidios, saqueos y resistencias (lavaca), del periodista Darío Aranda. La obra -basada en artículos publicados en Página/12, nuevas entrevistas y documentos- también se centra en el despojo de territorios ancestrales y la lucha de las comunidades aborígenes. “A fines del siglo XIX el Estado argentino también creó campos de concentración, desapareció personas, torturó, asesinó y robó niños. Los pueblos indígenas estuvieron, como nunca antes en su historia, cerca del exterminio. Sin embargo, aun hoy, un gran sector de la sociedad argentina niega que haya sido un genocidio”, sostiene el periodista.

Aunque más de la mitad de los argentinos tiene alguna huella genética indígena, la mayoría no se identifica -menos reivindica- esa cuota originaria en su sangre. Esta falta de valorización de sus culturas favorece la invisibilidad. Según estimaciones de organizaciones indígenas -apunta el libro- en la Argentina viven un millón y medio de aborígenes. “Es una cifra que el Estado no va a reconocer. Pero hay mucho mestizaje, mucho auto reconocimiento. Por ejemplo, en Santiago del Estero hay dos o tres pueblos aborígenes que se pensaban desaparecidos, y están volviendo. Una prueba concreta: hace diez años el INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) reconocía diez pueblos indígenas en Argentina y hoy ya va por 32. Es una nueva forma de resistencia”, explica Aranda, mate de por medio, en una charla con Agencia NAN.

- ¿Cómo se da el proceso de auto reconocimiento?


- Lo que dicen todas las comunidades indígenas, los especialistas, círculos académicos y militantes, es que a partir del quinto centenario de la llegada de los españoles a América hay un resurgimiento de pueblos aborígenes, del reconocimiento de la injusticia, del genocidio. No se da sólo en Argentina, sino en todo en el continente. Desde entonces se dio un proceso creciente de organización, de reencontrarse. En los últimos años, a raíz de las políticas extractivas de todo el continente, se generó un avance en la identidad indígena. Lo único que les queda a los pueblos originarios es el territorio. Por eso, cuando las industrias petroleras, mineras, forestales, hídricas, quieren avanzar, ellos resisten. Me ha tocado estar con comunidades en la meseta de Chubut que viven en una forma muy, pero muy humilde a las que las mineras le proponen un millón de pesos para irse y no les entra en la cabeza ni pensar en la oferta. Hay un sentimiento de pertenencia, “aquí vivieron mi padre y mi abuelo, y yo no voy a dejar este lugar y mi hijo tampoco”, dicen. Yo creo que tiene que ver con la violación y el avasallamiento de sus derechos. Así, cuánto más quieren avanzar sobre sus territorios no les queda otra alternativa que organizarse y visibilizarse.

- ¿Está lucha va unida a la de los pueblos campesinos?


- Suelen estar disociadas por distintos motivos: formas de construcción e historias, y porque muchas veces los campesinos han avanzado sobre territorios indígenas. O bien porque el campesino ve la tierra como un bien. El dicho del campesino es “la tierra para quien la trabaja”, cosa que en el mundo indígena no vale, porque la tierra es para quien le pertenece. Pero al identificar enemigos comunes, a veces se vuelve una lucha conjunta. Las industrias que los perjudican son las mismas: la soja, el petróleo, las mineras, las represas y el avance de la frontera forestal. También las obras de infraestructura. Al respecto, hay un proyecto bastante silenciado que atraviesa toda Latinoamérica, que se llama se Iirsa. Es un proyecto de infraestructura para toda la región -impulsado por organismos multilaterales de crédito, como el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio- consensuado con todos los gobiernos de la región. Implica carreteras, represas y nuevos ensanchamientos de ríos, con el objetivo de facilitar la extracción de recursos naturales. Y así, mejorar la rentabilidad. Está todo relacionado. Si en la Argentina van a construir una represa que inundará pequeños pueblos campesinos e indígenas es para generar energía para las mineras. Hay encadenamientos: el uso de agua de las mineras deja sin recursos a la producción de animales y a la agricultura sustentable y, si los aborígenes no luchan contra eso, se quedan sin su forma de subsistencia. Me parece un paso más vincular ambas luchas. El Movimiento Sin Tierras de Brasil rara vez articula con las comunidades indígenas. Por eso, que en la Argentina un pueblo originario articule con campesinos y alcances ciertos logros me parece un paso adelante. Después está en cada comunidad indígena. Hay comunidades que lo ven imposible.

- ¿Cómo se da la recuperación de territorios?


- Hay distintos tipos de situaciones. En algunos lugares, cuando se meten con el Estado es difícil que los reprima rápidamente, porque hay cuestiones que están visibilizadas. Y después los pueblos indígenas han aprendido que la acción directa tiene que estar sustentada por la acción política, la formación de sus propios cuadros, y la acción judicial. Es una generalidad, puesto que no todos los casos son iguales. Puede ocurrir que un pueblo aborigen con pruebas fehacientes de que ha ocupado ese territorio realice una acción directa, pero se complementa con un recurso de amparo que imposibilita un rápido desalojo o que crea un entuerto legal que provoca que la Policía no pueda desalojarlos; al menos en el corto plazo. En este sentido, los pueblos indígenas del sur son los más organizados. Por otro lado, los campesinos también han recuperado tierras con tomas de campos; los habían desalojado y los volvieron a ocupar.

- ¿Qué resultados tiene la acción directa?

- Sólo el pueblo mapuche, por ejemplo, recuperó unas 250 mil hectáreas. Hay que situarse: organizar a la población e ir a buscar algo en la estepa de Río Negro. Ahí la justicia no está, la Policía no está, y los tipos tienen que ser fuertes para que el hacendado no los saque a los tiros. Hay que tener decisión y arriesgar la vida. Le va dando buenos resultados porque es volver a recuperar el territorio y a la vez fortalece a la organización.

- ¿Por qué la violación de los derechos humanos que sufren los indígenas no genera un rechazo de la sociedad?

- Hay una doble moral en la sociedad o en intelectuales y en espacios de formación de opinión pública, que entienden los derechos humanos como algo que sucedió en los '70 o el genocidio que sufrió el pueblo judío, y no entienden como violación de los derechos humanos la problemática de sectores rurales empobrecidos. Trato de cuestionar esa idea, porque los pueblos indígenas sufrieron campos de concentración, torturas, robos de bebés; es decir, las mismas violaciones que sufrieron las víctimas de la última dictadura militar.

- ¿Por qué es negado el genocidio de los pueblos originarios?

- Básicamente, hay una discriminación de raza, de etnia: lo dicen las comunidades aborígenes. Pasa ahora con el asesinato de Javier Chocobar, un cacique diaguita de Tucumán, morocho, pobre, que estaba defiendo su tierra. No pasa nada acá, en los centros de poder. Pero ahora bien, cuando el asesinado es Axel Blumberg se moviliza todo un pueblo por el tema de la inseguridad. Entonces, hay una discriminación de clase. Hoy veía tele y decían que en un accidente de tránsito en Misiones murieron cinco rugbiers. ¿Cuál es el valor agregado de que sean rugbiers? Claramente, el que pertenezcan a una clase social. Lo mismo pasa cuando dicen “le roban a un arquitecto”, y si le roban a un albañil no se pone que es un albañil. Con los pueblos aborígenes sucede todo el tiempo. Y es algo que va más allá de la clase: el Estado se sustenta sobre un genocidio y entonces reconocer eso es reconocer la mancha de sangre que tiene está Nación. En resumen, confluyen varias cuestiones; yo lo centro en la discriminación de clase y de etnia. Incluso en el libro lo cito a (Eugenio) Zaffaroni, que también lo dice, y que las comunidades indígenas lo sostienen desde hace décadas. Pero lo dice Zaffaroni y es noticia y está bueno, porque él lograr meter el tema en los Tribunales.

- ¿Hoy continúa con el actual modelo productivo?

- En la medida en que se quiera borrar una raza, una cultura, una historia, hay un genocidio, dice una de las definiciones. Y hoy, en la medida en que se quiere vaciar los campos por el modelo productivo, entre otros motivos, se está queriendo borrar una cultura, una identidad, una raza, porque al expulsarlos de sus territorios, donde tienen una forma de vida y una armonía, se atenta contra su identidad. Más allá de eso, también hay otras formas de genocidio, como el hambre por el que mueren los indígenas del Chaco o Misiones. Y lo curioso es que esas muertes tienen directa relación con el modelo productivo que reina en provincias K. Si los pueblos originarios tuvieran los campos, los métodos de producción, las formas de vida y el apoyo del Estado, los indígenas no morirían de hambre. Después, están las represiones directas.

- En general, invisibilizadas…

-Tiene que ver también con la formación de los periodistas. Juegan varias cosas al mismo tiempo; por un lado, hay un periodismo de escritorio, y es muy difícil escribir del tema indígena si no te movés. Tiene que ver también con flexibilización laboral: el periodista al tener varios trabajos no puede dedicarse a viajar, pero también tiene que ver con una cuestión de clase. Creo que los periodistas de los grandes medios tienen la forma de pensar de clase media. Cuando un periodista de renombre de un gran medio no sabe cuánto vale un boleto de colectivo, es raro que se preocupe por cómo viven los pueblos indígenas y afrontan un modelo. Me parece que hay discriminación explícita. Y por otro lado, los grandes medios son socios estratégicos de las empresas extractivas. En síntesis, los grandes medios de comunicación son aliados estratégicos de esa forma de producción. Pero, por otro lado, está la responsabilidad individual de cada periodista. Si el periodista no cuenta lo que está sucediendo o no le importa se convierte en un cómplice. Muchas veces los periodistas de los grandes medios dicen “al medio donde trabajo no le interesa”. Alegar obediencia debida a esta altura es ser un colaboracionista.

- ¿Qué análisis hace de los medios alternativos creados por las comunidades indígenas?

- Hay de todo. Se está laburando muy bien hacia adentro. Pero me parece que hay un cuello de botella en la comunicación hacia afuera.

- Es una comunicación que queda para entendidos…


- Tiene que ver con la formación. Vos cuando en un diario querés meter un tema ambiental, tenés bastante cabida. Y eso es porque ONG o expertos han trabajado durante muchos años con espacios de formación para crear conciencia ambiental. En cambio, en el tema indígena, con las críticas al modelo extractivo, es más complicado. En resumen, hay un muy buen laburo dentro de las propias comunidades. Igual, que no trasciendan no es culpa de ellos.

- ¿Hay leyes que los protegen?

- Hay una legislación de avanzada, porque está la Constitución Nacional, las leyes nacionales, provinciales, y el convenio 169 de la OIT, con rango de supra ley, y hace dos años la Declaración de los Pueblos Indígenas. Ahora, las leyes son perfectas, pero hay muy poco cumplimiento. Hay casos en los que se han parado mineras, petroleras, con acciones judiciales. Son pocos, pero marcan un camino.

- Entonces, ¿por qué son aprobadas esas leyes?

-Para mí se aprueban por presión directa de las organizaciones en distintos niveles. Obviamente que los políticos las aprueban, en muchos casos, no por convencimiento, sino por presión, negociaciones. Y en la reforma del ’94 no sabían lo que aprobaban.

- ¿La identidad cultural de los indígenas está en riesgo?


- Desde el momento en que se asfixia una comunidad y provoca que los jóvenes se marchen están perdiendo una parte importante. Hay experiencias de pueblos indígenas en sectores urbanos que siguen manteniendo sus patrones culturales, pero son los menos. Es que la lucha cultural tiene que ver, directamente, con permanecer en el campo, mantener la cultura, las formas de trabajo, de organizarse, de tomar decisiones. También, con mantener la música, el lenguaje. Matar un lenguaje es matar una cultura. Eso lo tienen muy en claro muchos pueblos indígenas.

Fuente: Agencia NAN