“La Ciencia Argentina, un proyecto inconcluso: 1930-2000” del físico Diego Hurtado ocupó durante semanas el tercer lugar en ventas en una de las principales cadenas de librerías del país, en el rubro de Historia. Se trata de la más reciente y actualizada historia política de la ciencia argentina que pone en evidencia las fortalezas y las debilidades del desarrollo científico y tecnológico argentino.
Si bien es inesperado que un libro de historia de la ciencia llegue a estar entre los primeros libros más vendidos en el rubro historia, eso ha ocurrido con la edición de “La Ciencia Argentina, un proyecto inconcluso: 1930-2000” (Editorial Edhasa) de Diego Hurtado, doctor en física y director del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y de la Técnica José Babini, de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín, en Buenos Aires. Durante semanas ocupó el tercer lugar en ventas en la cadena de librerías Cúspide, en el rubro de Historia, después de dos libros, escritos por los muy conocidos Pacho O’Donnell y Felipe Pigna.
¿A qué se debe ese éxito? Por un lado la publicación es la más reciente y actualizada historia política de la ciencia argentina que pone en evidencia las fortalezas y las debilidades del desarrollo científico y tecnológico del país. Por otra parte brinda un análisis de la evolución de la ciencia y de la tecnología en la Argentina en el contexto internacional en el que los países desarrollados apuntan a generar una dependencia cultural y económica a nivel global. Por último, cabe mencionar, entre otros ingredientes, la escritura ágil y de buen ritmo que generan las 247 páginas del libro, pensado no sólo para científicos, sino sobre todo para el público general.
Ciencia argentina y política
De acuerdo con su autor, el libro se propone una historia política de la ciencia argentina centrada en las trayectorias de las principales instituciones de ciencia y tecnología.
“Empieza en 1930, cuando en la Argentina se consolida el proceso de industrialización y simultáneamente aparece en escena un grupo de científicos que comienzan a dar forma a lo que podríamos llamar una comunidad científica nacional. Entre las principales variables de análisis, mencionaría la influencia de las rupturas políticas y económicas, la interacción de políticos, científicos y militares, las relaciones internacionales y, por supuesto, las políticas científicas explícitas o implícitas”, señaló a la Agencia CyTA el doctor Hurtado.
“El libro también intenta mostrar las diferentes representaciones e ideologías que jugaron en la definición del lugar que debe tener la ciencia y la tecnología en la Argentina y el correlato de tensiones y enfrentamientos. En este sentido, creo que el libro pone en evidencia que en el desarrollo científico también está presente el estilo faccioso de hacer política que caracteriza la historia de nuestro país. Finalmente, desde una perspectiva algo más teórica, la publicación también intenta aportar elementos de análisis de las dinámicas institucionales en contextos periféricos”, agrega
Oportunidades pérdidas y éxitos alcanzados
Respecto de los desaciertos u oportunidades perdidas que tuvieron lugar en la ciencia argentina, el físico e historiador Hurtado destaca el daño provocado por las dictaduras.
“La que se inició en septiembre de 1955, que en su furia antiperonista destruyó toda la capacidad de planificación en ciencia y tecnología, que era uno de los aspectos más interesantes de la política científica del peronismo y, como consecuencia, la cristalización de un complejo de instituciones de investigación y desarrollo fragmentado y al margen de las universidades; la dictadura de Onganía y sus pretensiones refundacionales, que vinculó el desarrollo al problema de la seguridad interna, que no solo inició un ataque material contra las universidades, sino que instaló prácticas de persecución ideológica como respuesta al nuevo lugar asignado a las Fuerzas Armadas de los países latinoamericanos en su lucha contra el avance del comunismo y que fracasó en todos los intentos de formular una política científica”, subraya Hurtado.
“Asimismo, la última dictadura, que con su política económica y el terrorismo de Estado, devastó las instituciones de ciencia y técnica. Finalmente los años noventa, con su política de ‘achicamiento del Estado’, provocó lo que podríamos llamar una ‘fuga interna’ de cerebros. A pesar de estos hechos sombríos, la Argentina consolidó una tradición científica a partir de muchos aciertos”, destaca.
Algunos de esos aciertos destacados por Hurtado son la perspectiva política de integración de la ciencia y la técnica a la planificación económica que logró delinear el gobierno de Perón, a tono con el escenario internacional “y que, si bien, se perdió con la llamada ‘revolución libertadora’, dejó su huella permanente en algunas instituciones.”
También considera como relevantes y positivos muchos segmentos temporales en la historia del desarrollo nuclear, marcado por una concepción industrialista del desarrollo tecnológico, así como también el proceso de construcción de la colaboración científica con Brasil consolidado por el gobierno de Alfonsín, como ejemplo de colaboración Sur-Sur.
“El gobierno de Alfonsín también propició la creación de la Escuela Latinoamericana de Informática, que Menem se encargaría de malograr. No deja de ser importante la creación de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y el paso del desarrollo de tecnología espacial a manos civiles. Por supuesto que es innegable el valor simbólico de los tres premios Nobel argentinos, como indicador de la fortaleza de la tradición biomédica en el país”, puntualiza Hurtado.
Ciencia para el desarrollo social
Los veinticinco años de consolidación ininterrumpida de la democracia plantean un escenario inédito que tiene como principal consecuencia positiva los procesos de aprendizaje institucional, plantea Hurtado.
“La continuidad democrática hace posible la acumulación de experiencia, de recursos humanos, de aprendizaje organizacional. La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva a fines de 2007 corona este proceso al ser el producto, no solo de la percepción inequívoca de que la ciencia y la tecnología deben ocupar la primera línea de la política nacional, sino de que también se debe tener un plan maestro que articule con la política económica para impulsar procesos clave para un proyecto de país, como puede ser la reorientación del perfil productivo hacia sectores de incorporación intensiva de conocimiento, la creación de puestos de trabajo de mayor calificación y la colaboración en la resolución de problemas con impacto en el desarrollo social y la inclusión”, concluye el director del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y de la Técnica José Babini.
Si bien es inesperado que un libro de historia de la ciencia llegue a estar entre los primeros libros más vendidos en el rubro historia, eso ha ocurrido con la edición de “La Ciencia Argentina, un proyecto inconcluso: 1930-2000” (Editorial Edhasa) de Diego Hurtado, doctor en física y director del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y de la Técnica José Babini, de la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín, en Buenos Aires. Durante semanas ocupó el tercer lugar en ventas en la cadena de librerías Cúspide, en el rubro de Historia, después de dos libros, escritos por los muy conocidos Pacho O’Donnell y Felipe Pigna.
¿A qué se debe ese éxito? Por un lado la publicación es la más reciente y actualizada historia política de la ciencia argentina que pone en evidencia las fortalezas y las debilidades del desarrollo científico y tecnológico del país. Por otra parte brinda un análisis de la evolución de la ciencia y de la tecnología en la Argentina en el contexto internacional en el que los países desarrollados apuntan a generar una dependencia cultural y económica a nivel global. Por último, cabe mencionar, entre otros ingredientes, la escritura ágil y de buen ritmo que generan las 247 páginas del libro, pensado no sólo para científicos, sino sobre todo para el público general.
Ciencia argentina y política
De acuerdo con su autor, el libro se propone una historia política de la ciencia argentina centrada en las trayectorias de las principales instituciones de ciencia y tecnología.
“Empieza en 1930, cuando en la Argentina se consolida el proceso de industrialización y simultáneamente aparece en escena un grupo de científicos que comienzan a dar forma a lo que podríamos llamar una comunidad científica nacional. Entre las principales variables de análisis, mencionaría la influencia de las rupturas políticas y económicas, la interacción de políticos, científicos y militares, las relaciones internacionales y, por supuesto, las políticas científicas explícitas o implícitas”, señaló a la Agencia CyTA el doctor Hurtado.
“El libro también intenta mostrar las diferentes representaciones e ideologías que jugaron en la definición del lugar que debe tener la ciencia y la tecnología en la Argentina y el correlato de tensiones y enfrentamientos. En este sentido, creo que el libro pone en evidencia que en el desarrollo científico también está presente el estilo faccioso de hacer política que caracteriza la historia de nuestro país. Finalmente, desde una perspectiva algo más teórica, la publicación también intenta aportar elementos de análisis de las dinámicas institucionales en contextos periféricos”, agrega
Oportunidades pérdidas y éxitos alcanzados
Respecto de los desaciertos u oportunidades perdidas que tuvieron lugar en la ciencia argentina, el físico e historiador Hurtado destaca el daño provocado por las dictaduras.
“La que se inició en septiembre de 1955, que en su furia antiperonista destruyó toda la capacidad de planificación en ciencia y tecnología, que era uno de los aspectos más interesantes de la política científica del peronismo y, como consecuencia, la cristalización de un complejo de instituciones de investigación y desarrollo fragmentado y al margen de las universidades; la dictadura de Onganía y sus pretensiones refundacionales, que vinculó el desarrollo al problema de la seguridad interna, que no solo inició un ataque material contra las universidades, sino que instaló prácticas de persecución ideológica como respuesta al nuevo lugar asignado a las Fuerzas Armadas de los países latinoamericanos en su lucha contra el avance del comunismo y que fracasó en todos los intentos de formular una política científica”, subraya Hurtado.
“Asimismo, la última dictadura, que con su política económica y el terrorismo de Estado, devastó las instituciones de ciencia y técnica. Finalmente los años noventa, con su política de ‘achicamiento del Estado’, provocó lo que podríamos llamar una ‘fuga interna’ de cerebros. A pesar de estos hechos sombríos, la Argentina consolidó una tradición científica a partir de muchos aciertos”, destaca.
Algunos de esos aciertos destacados por Hurtado son la perspectiva política de integración de la ciencia y la técnica a la planificación económica que logró delinear el gobierno de Perón, a tono con el escenario internacional “y que, si bien, se perdió con la llamada ‘revolución libertadora’, dejó su huella permanente en algunas instituciones.”
También considera como relevantes y positivos muchos segmentos temporales en la historia del desarrollo nuclear, marcado por una concepción industrialista del desarrollo tecnológico, así como también el proceso de construcción de la colaboración científica con Brasil consolidado por el gobierno de Alfonsín, como ejemplo de colaboración Sur-Sur.
“El gobierno de Alfonsín también propició la creación de la Escuela Latinoamericana de Informática, que Menem se encargaría de malograr. No deja de ser importante la creación de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) y el paso del desarrollo de tecnología espacial a manos civiles. Por supuesto que es innegable el valor simbólico de los tres premios Nobel argentinos, como indicador de la fortaleza de la tradición biomédica en el país”, puntualiza Hurtado.
Ciencia para el desarrollo social
Los veinticinco años de consolidación ininterrumpida de la democracia plantean un escenario inédito que tiene como principal consecuencia positiva los procesos de aprendizaje institucional, plantea Hurtado.
“La continuidad democrática hace posible la acumulación de experiencia, de recursos humanos, de aprendizaje organizacional. La creación del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva a fines de 2007 corona este proceso al ser el producto, no solo de la percepción inequívoca de que la ciencia y la tecnología deben ocupar la primera línea de la política nacional, sino de que también se debe tener un plan maestro que articule con la política económica para impulsar procesos clave para un proyecto de país, como puede ser la reorientación del perfil productivo hacia sectores de incorporación intensiva de conocimiento, la creación de puestos de trabajo de mayor calificación y la colaboración en la resolución de problemas con impacto en el desarrollo social y la inclusión”, concluye el director del Centro de Estudios de Historia de la Ciencia y de la Técnica José Babini.