9.8.11

LAS TIC Y LA INCLUSIÓN SOCIAL PARA JÓVENES DE SECTORES POPULARES

A pesar de las dificultades económicas, las nuevas tecnologías hoy forman parte de la vida cotidiana de las clases más bajas, para quienes representan el camino al progreso laboral y un instrumento para luchar contra la exclusión social. “Para los jóvenes de sectores populares, la posibilidad de aprender el manejo de las herramientas informáticas genera un sentimiento de confianza imprescindible para la inserción laboral y el progreso educativo”, explica una investigación.

(Por Nadia Luna / Agencia CTyS) La sociedad margina por diversos motivos. Religión, raza, género y clase social. Pero la “sociedad del conocimiento” actual creó un nuevo motivo de exclusión: la “pobreza digital”. Sin embargo, no saber cómo y para qué utilizar las nuevas tecnologías son dos barreras que incluso los sectores populares pueden superar.

Un grupo de investigadores, algunos del CONICET y otros de diferentes universidades argentinas, concluyó que para los jóvenes de sectores populares urbanos las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) representan una herramienta para el progreso social, mientras que los espacios de acceso público a la computadora e internet se constituyen en lugares de sociabilidad y encuentro.

Según la investigación, el fenómeno de las nuevas tecnologías forma parte de la vida cotidiana de los jóvenes de bajos recursos, a pesar de la “brecha digital” que los separa de sus pares de clase media y alta. Esto se debe a que el acceso a las TIC es una barrera que puede superarse gracias a los espacios de acceso público, como cibercafés y centros comunitarios. Ahora, el desafío reside, más bien, en vencer las “brechas de competencias”, “de uso” y “de apropiación”.

La brecha de competencias, o brecha digital de segundo orden, hace referencia a la calidad con la cual se manejan las herramientas informáticas, es decir, a saber cómo utilizarlas. A su vez, la brecha de uso remite a los tipos, frecuencias e intensidades de usos otorgados a las TIC. Finalmente, la brecha de apropiación alude a las desigualdades existentes a la hora de poder definir para qué usar las tecnologías de acuerdo a los intereses de cada grupo social.

“La realidad actual evidencia que ciertos sectores sociales tienen mayores competencias que otros para otorgarle un sentido al uso de esas herramientas. Sin embargo, para los jóvenes de sectores populares, la posibilidad de aprender el manejo de las herramientas informáticas genera un sentimiento de confianza imprescindible para la inserción laboral y el progreso educativo”, explica a la Agencia CTyS el doctor en Ciencias Sociales Sebastián Benítez Larghi, investigador del CONICET en el Instituto de Investigaciones en Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y director de la investigación.

En tanto, los espacios de acceso público se constituyen en lugares de encuentro donde los concurrentes construyen un sentido de pertenencia a un grupo. “Estos lugares les permiten enfrentar ese temor a quedar afuera, esa sensación de que vas a quedar excluido si no sabés computación”, agrega el investigador.

El estudio de campo se realizó en el partido bonaerense de La Matanza, a través de la comparación de tres modelos de acceso público a las TIC: un cibercafé (modelo privado); un taller de informática que brinda el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de La Matanza (modelo comunitario); y un Centro de Enseñanza de Acceso Informático (CEA), que pertenece al programa Mi PC, financiado por el Ministerio de Industria y gestionado por la Asociación Civil Cirujas, una organización territorial (modelo estatal-comunitario).

Los dos primeros centros están situados en la localidad de Laferrere, y el tercero, en González Catán. “Elegimos el partido de La Matanza porque nos pareció el más emblemático en cuanto a sectores populares en Argentina”, señala Benítez Larghi.

La investigación terminó el 15 de junio pasado y fue realizada en el marco del Programa de Becas Amy Mahan para evaluar el impacto del acceso público a las TIC, financiado por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC), de Canadá, y la Universitat Pompeu Fabbra (UPF), de Barcelona.

Saltando el abismo digital

En la sociedad actual, internet es sinónimo de inclusión: en poco tiempo, se posicionó como el medio privilegiado para formar parte de la “sociedad del conocimiento”. De esta manera, el concepto de “brecha digital”, tan escuchado en los últimos años, se transformó en un tema de política pública.

Además, la participación en la sociedad de la información depende de (y al mismo tiempo afecta a) otros aspectos críticos de la pobreza, como la educación, la salud, la productividad y la participación política.

Los indicadores sociales del barrio de Laferrere demuestran que en las zonas más alejadas a la Ciudad de Buenos Aires la desocupación y la pobreza se agudizan. Según los últimos datos disponibles, la tasa de desocupación supera el 20 por ciento y la pobreza alcanza al 72,2 por ciento de la población.

Así, el barrio se ubica en la zona de menor penetración de las TIC, con menos del 10 por ciento de hogares equipados con computadoras. Pero esta “brecha digital” no puede explicarse sólo a partir de la división entre los que tienen acceso a las nuevas tecnologías y entre los que no lo tienen. El problema es más complejo.

Hoy, hay mayores posibilidades de acceso a la tecnología (ya sea en el hogar, en un centro de acceso público o un establecimiento educativo), que a su aprovechamiento efectivo, es decir, a una elección de uso, porque esto depende del nivel de “alfabetización digital” que tenga la población. El investigador del CONICET aclara este punto al relacionar los conceptos teóricos con los resultados prácticos.

“La primera barrera es el acceso al equipamiento, y el principal lugar para resolver esta brecha es el ciber. Por su parte, el concepto de alfabetización digital está más ligado a la brecha de uso, que es la que los centros comunitarios logran quebrar, porque enseñan cómo usar la tecnología, brindando cursos a personas que no han recibido esa enseñanza en la escuela ni pueden acceder a institutos privados”, indica Benítez Larghi.

Además, el proceso de aprendizaje conduce a valoraciones positivas de las herramientas informáticas como medio para la inserción laboral y el progreso educativo, valores que, a su vez, se traducen en vehículos para la promoción social y económica.

“Hay un caso de un inmigrante boliviano que lo trajeron medio engañado a trabajar en un taller clandestino. Cuando entró al MTD, sin haber tocado nunca una computadora, hizo los cursos de computación y ahora está trabajando en una empresa de informática, ganando un muy buen sueldo a comparación del trabajo semi-esclavo que tenía. Y como contraprestación para el MTD, también es profesor de los cursos que él mismo había hecho antes”, relata el sociólogo.

Sentirse parte
“Llego, saludo a los chicos, voy a comprar una Coca o capaz unos pancitos, tomamos un café con el chico que atiende (…) Así es todo el día, jugando, cargando a los chicos por algo que hacen, jodiendo (…) Hace poquito estaba medio bajón porque había fallecido mi viejo, y me trajeron al ciber… y  me hizo bien venir, estar acá, porque en casa como que me aburría, me entristecía”.

Este es un fragmento del relato de Gabriel, de 21 años, usuario del ciber de Laferrere, que fue uno de los entrevistados para el estudio de campo. Sus palabras confirman que la adquisición de capacidades se entrecruza con otros valores más sentimentales, como la amistad y la pertenencia a un grupo.

“El cibercafé es un lugar de encuentro para los jóvenes. Luego de años de juntarse en la calle, en las esquinas, pasaron a juntarse más en el ciber. Sin embargo, hay una tendencia a la disminución de los ciber a medida que se masifica el uso hogareño. Ahora, a medida que los ciber van perdiendo peso, hay que ver de qué manera se reconfiguran esos espacios”, apunta Benítez Larghi.

Nativos e inmigrantes digitales
Otros conceptos planteados en el estudio son los de “nativos e inmigrantes digitales”. Mientras las juventudes actuales se caracterizarían por la naturalidad con que se mueven en un entorno tecnológico en el que viven desde que nacieron (“nativos”), los adultos viven la presencia de las nuevas tecnologías como un mundo extraño al cual deben mudarse y adaptarse (“inmigrantes”).

Al respecto, los investigadores consideran en su trabajo que, si bien no se podría equiparar con los usos de los jóvenes de niveles socioeconómicos medios y altos, aquellos que viven en los sectores populares tampoco quedan marginados del concepto de “nativos digitales”, especialmente los varones menores de 20 años.

Para finalizar, el sociólogo cuenta cuales serán los próximos pasos del equipo de investigación. “Lo que queremos ahora es poder introducir el tema de políticas estatales, para ver qué impacto tienen en los jóvenes programas como Conectar Igualdad, donde ya es un acceso personal, a través de la netbook”, concluye.

Además de Benítez Larghi, son miembros del equipo de investigación Carolina Aguerre (CONICET/Universidad de San Andrés-UdeSA-), Marina Calamari (UdeSA), Ariel Fontecoba (CONICET/UNLP), Miguel Gaztañaga (Universidad de Buenos Aires -UBA-), Marina Moguillansky (CONICET/Universidad Nacional de San Martín), Jimena Orchuela (UNLP) y Jimena Ponce de León (UBA).

Fuente: Agencia CTyS