Ayer murió Mártires López, dirigente qom de Chaco, presidente de la Unión Campensina de Pampa del Indio. Una gran pérdida para lucha de los pueblos originarios. Un tipo que le puso el cuerpo a la pelea, con coraje y dignidad. Cada palabra de Mártires López estaba llena de trabajo, de salud, de educación, de tierra. Cuando hablaba de trabajo, era de trabajo digno y cuando hablaba de salud era para promover un sistema que llegue a las zonas rurales y que incluya médicos indígenas.
(Por Marcelo Musante) Anoche llegó un mensaje al celular. Decía que murió Mártires López. Estaba internado desde el domingo pasado tras sufrir un accidente con su moto. Es una de esas noticias que clavan la angustia en la garganta. Imagino que será un día de mucha tristeza para el pueblo qom.
Pero el dolor se tuerce en bronca cuando pasan las horas y aparecen las preguntas usuales. ¿Por qué le pasó a él? ¿Por qué un luchador indígena más que se muere sin ver la justicia?
Algunos que llegan a ancianos, contando y contando, con paciencia pero sin descanso, la historia no escrita.
Otros que mueren en algún accidente de tránsito o por alguna enfermedad evitable.
Y otros que son asesinados por la policía.
Entre todos ellos, en cada forma que adquiere la muerte indígena, hay un contenido que se repite, un común denominador: el dolor de no ver la justicia terrena.
Anoche murió Mártires López, dirigente indígena, militante qom, Presidente de la Unión Campesina de Pampa del Indio.
Cada palabra de Mártires López estaba llena de trabajo, de salud, de educación, de tierra.
Cuando hablaba de trabajo, era de trabajo digno y cuando hablaba de salud era para promover un sistema que llegue a las zonas rurales y que incluya médicos indígenas.
La palabra educación la pensaba en boca de maestros bilingües, docentes qom que puedan enseñar en su propia lengua y que no deban repetir los libros de historia cuentan de los Roca, los Victorica, Los Rostagno. Esos crueles generales que comandaron las campañas al Chaco asesinando poblaciones enteras, secuestrando madres y chicos y obligando a los sobrevivientes al trabajo forzado en reducciones estatales e ingenios privados. Culpas repartidas entre el Estado y la sociedad civil. Culpas nunca reconocidas.
Cuando Mártires López hablaba, siempre aparecía la palabra tierra. Tierra y territorio para las comunidades indígenas.
Mientras el gobierno del Chaco promueve la venta de campos a inversores privados de campos. Mártires, pide –no me atrevo a decir pedía- tierras para trabajar con las propias manos, tierras para fortalecer la cultura qom. Tierras propias, tierras que fueron quitadas por el poder de las armas y la prepotencia de un modelo económico.
Modelo de antes y ahora. ¿O qué fue, acaso, lo que sucedió en Colonia La Primavera, en Formosa? ¿Qué justificó el asesinato de Roberto López por la policía formoseña? La demanda por la tierra. Roberto López demandaba por justicia.
Félix Díaz y otros dirigentes qom estuvieron meses acampanado en la 9 de julio. Pedían justicia por esa muerte, justicia por sus tierras.
Pero el gobierno no los vio, no los escuchó. Prefirió escuchar a un socio político como el gobernador Insfrán y a una familia terrateniente que afirma su dignidad con el derecho que da el dinero. El modelo económico es el límite de los derechos humanos.
Hace poco murió uno de los ancianos que pone su palabra en el documental Octubre Pilagá de Valeria Mapelman. Es otro abuelo más que muere de los que aparecen contando la tremenda masacre ocurrida en 1947 bajo el gobierno democrático de Juan Domingo Perón. También en Formosa.
Esos ancianos, como los que murieron antes, se fueron sin ver la justicia por la feroz masacre.
El juicio, igual que el de Napalpí –otra masacre ocurrida en tiempos democráticos, en este caso en 1924 durante el gobierno radical de Marcelo T. de Alvear- sigue trabado en los palacios judiciales.
Nadie los ve. A nadie le importan. Sólo a las comunidades.
Mártires López murió este martes 14 de junio tras un accidente de moto. La muerte no sabe de justicia. Se murió un dirigente que puso el cuerpo, la voz y la vida para que las comunidades indígenas del Chaco tengan un futuro digno y una historia reconocida.
A él, estas palabras trabadas de bronca. A él, las gracias por mostrar caminos. A él, el compromiso de seguir luchando desde cada lugar. Porque la muerte no sabe de justicia. Y el Estado tampoco.