Un grupo de 21 expertos provenientes de distintas disciplinas científicas de la Universidad Nacional de Litoral (UNL) elaboró un trabajo sobre la toxicidad del glifosato, un agroquímico utilizado en los cultivos de soja transgénica. El pedido fue realizado por la Cámara de Apelaciones en lo Civil y Comercial del Distrito 11 de la ciudad de San Jorge, después de dar curso a un amparo presentado por vecinos de esa localidad santafesina. El escrito de 227 páginas aborda el efecto sobre el ambiente y la salud, y propone estrategias de atenuación y remediación.
El trabajo se basa en resultados de las últimas investigaciones científicas publicados en torno al tema, considerando aspectos toxicológicos, efectos en el ambiente (especialmente sobre la fauna acuática), en alimentos y en la salud humana; e incluyendo sobre el final un apartado que hace especial hincapié en los procesos de atenuación y remediación relacionados con el glifosato, según un informe de la UNL.
La primera de las diez conclusiones dice que “no existen agroquímicos inocuos”, y remarca que “el mayor o menor riesgo para las personas y el ambiente está relacionado con el conjunto de medidas y precauciones a todo nivel que se toman para minimizarlo o mantenerlo bajo condiciones aceptables para la salud y la preservación del ambiente”.
En este sentido, los investigadores afirman que “para que un producto químico sea tóxico y afecte la salud humana y/o ambiental tiene que estar presente en una concentración” determinada y durante un tiempo dado (a esto se le llama exposición), por lo que la seguridad está dada en “la forma de aplicación” y depende “del conjunto de medidas que aseguran el uso adecuado, regulado y controlado del mismo”.
En el documento los investigadores citaron más de 300 estudios científicos recientes, entre los que se encuentran trabajos realizados por investigadores de la UNL y de otras instituciones de todo el mundo.
Sobre la toxicidad
El trabajo distingue aquellos formulados comerciales de glifosato que contienen el surfactante POEA (o polioxietilamina, una sustancia química que acompaña algunos formulados) de aquellos que no lo tienen, concluyendo que los primeros son “más tóxicos” que los segundos. No obstante, en ambos casos los estudios coinciden en que “numerosas especies de algas, invertebrados, peces, anfibios y reptiles de nuestra región serían sensibles a los niveles de uso de los formulados comerciales con glifosato”.
Esa “sensibilidad” estaría demostrada en cambios en el desarrollo y la reproducción de las especies, alteraciones en el metabolismo y genotoxicidad, es decir, la capacidad de ocasionar daños o mutaciones a nivel celular.
“Estos efectos tendrían la capacidad de provocar cambios en las estructuras tróficas de las comunidades, alterando los ciclos de la materia y el flujo de energía de los ecosistemas acuáticos continentales”, dice el trabajo.
Por otro lado, se señala que el glifosato “ha sido recientemente clasificado como perturbador endócrino” -tal como se llama a aquellas sustancias químicas capaces de modificar la acción de las hormonas endógenas-, aun en bajas dosis.
“En este sentido es imprescindible continuar con las evaluaciones experimentales y analizar las consecuencias de la exposición a glifosato en bajas dosis con diferentes modelos animales y en diferentes condiciones fisiológicas”, dice el trabajo.
Los efectos del glifosato están demostrados en estudios científicos realizados con animales y con cultivos de células humanas “in vitro”. En cambio, sus consecuencias sobre la salud humana no están claramente demostradas.
El documento indica que “la asociación entre exposición a glifosato en seres humanos y diversas patologías presentan asociaciones débiles y raramente significativas” y enfatiza que “no hay estudios que correlacionen valores de glifosato en muestras biológicas de humanos y su relación con las patologías”.
Más controles y monitoreos
El trabajo también hace foco sobre otros ejes de la problemática que deben ser tenidos en cuenta, como la necesidad de fortalecer los controles y monitoreos, y de garantizar el cumplimiento de las disposiciones vigentes.
En este sentido, el documento recomienda “garantizar la prioridad de la preservación de la salud humana, asegurando el cumplimiento en las regulaciones y disposiciones existentes o que se adopten en el futuro” respecto de –entre otros- la protección de las poblaciones rurales y los poblados rodeados de zonas agrícolas.
Para eso, el trabajo subraya más adelante la necesidad de “establecer áreas buffer o amortiguadoras para la aplicación de fitosanitarios cerca de cuerpos de agua dulce superficial, a los fines de evitar su contaminación por deriva” y solicita “intensificar el control por parte de los organismos oficiales, para impedir el avance de la agricultura en áreas naturales”.
“La provincia de Santa Fe ya dispone de un instrumento que regula la aplicación de fitosanitarios en la ley 11.273. Más allá de su perfectibilidad, la misma es potencialmente receptiva de las adecuaciones que demanden los resultados de los estudios y monitoreos recomendados en este informe. Las buenas prácticas de aplicación en manos de profesionales aseguran reducir al mínimo el riesgo de efectos nocivos por aplicaciones de fitosanitarios”, dice el trabajo.
También se enfatiza en la necesidad de que se cumpla el “código de conducta establecido para uso de fitosanitarios” y “consolidar el uso obligatorio de implementos de protección personal para los aplicadores”.
Los controles también deberían estar concentrados en monitorear los residuos de fitosanitarios en alimentos, por parte del Estado, a fin de “alertar, prevenir y corregir situaciones anómalas que se presenten en resguardo de la salud”, agrega.
Finalmente, los especialistas coinciden en señalar que es necesario “realizar estudios epidemiológicos en humanos”, a fin de evaluar las consecuencias del agroquímico a largo plazo, y seguir estudiando “la magnitud de los efectos” en los ecosistemas.