7.9.10

LA VILLA 21 OFRECIDA POR LOS QUE “LA EJERCEN Y LA RESIGNIFICAN”

Estrenada recientemente en los cines Gaumont y ArteCinema, La 21, Barracas, film dirigido por Víctor Ramos, entremezcla ficción y realidad pasillos adentro de esa villa porteña a la vera del Riachuelo. Pero es la segunda la que se sobrepone: actúan alrededor de 200 vecinos, los escenarios son sus casillas y la cumbia y el reggaeton no paran de sonar. “Es un alegato contra la violencia y la justicia por mano propia, que son dos de los ejes centrales de la cotidianeidad de estos barrios”, explica el director.

(Por Ailín Bullentini) Un plano cinematográfico se apropia de un pedazo de realidad pero no lo reproduce en su totalidad. En él, lo real pasa a ser uno de los materiales para construir algo irreal, ficcional. Regla elemental del quehacer audiovisual. Sin embargo, la norma se vuelve confusa en La 21, Barracas, una película en la que los pasillos serpenteantes, la cumbia al palo y los vecinos que constituyen el rompecabezas de fantasía de poco más de 100 minutos también son los que todos los días dan vida a esa villa. El único detalle ficcional de la historia dirigida por Víctor Ramos, presidente de la fundación SOS Discriminación, y producida, protagonizada y musicalizada por habitantes del barrio, es la configuración de los elementos que se ponen en juego plano a plano. Porque incluso el argumento y la línea dramática del audiovisual forman parte del aire vivencial que se respira en ese conglomerado que se levanta al sur de la vera porteña del Riachuelo.

“La película intenta hacer visible lo que la Buenos Aires de clase media y alta se niega a mirar, a conocer. Es un alegato contra la violencia y la justicia por mano propia, que son dos de los ejes centrales de la cotidianeidad de los barrios como la villa 21”, explicó el director. Y tales, los hilos conductores que unen las vidas de los integrantes de las bandas lideradas por Julio “Tochiro” Zarza y Miguel “El Gordo” Zárate.

Nada cambió en los pasillos de la villa durante los días de filmación en los que se gestó la 21, que por estos tiempos toma vida en los lienzos blancos de algunas salas que el INCAA mantiene en la Ciudad de Buenos Aires, como la del Gaumont, de Congreso, y la de ArteCinema, de Constitución. “Lo más interesante de todo el proceso fue ver cómo el barrio se volcó a la realización de la película”, apuntó Ramos, cineasta y luchador contra la segregación por vocación.

La 21... habla de la indiferencia de un mundo que se mueve por fuera de los límites de la villa, sin hacer referencia alguna a ese universo. Quien se entregue a la película será introducido de prepo en los pasillos de una de las tantas fotografías que grafican sin errores el déficit habitacional en la Ciudad de Buenos Aires, de la mano de quienes viven atrapados en esa realidad y la resignifican como propia.

La idea se abrió paso en la cabeza de Ramos cuando pisó por primera vez el barrio, hace más de dos años. Nidia Zarza, una de sus compañeras de trabajo en el Inadi mientras el cineasta fue su titular, en los '90, y habitante de la 21 desde la cuna, lo llevó de la mano y juntos empezaron a idear, sin querer, el esqueleto del audiovisual. Los trabajos previos fueron una serie de documentales que Ramos realizó en el barrio, y que formaron parte de Villera soy, protagonizado por Zarza. “Los pibes nos veían filmando y nos decían ‘para cuándo la película’. Entonces le metimos para adelante. Yo nunca había dirigido una ficción; tampoco teníamos guión”, planteó. Sin embargo, las cosas nunca pudieron resultar mejor.

Los más de 200 vecinos que participaron en el film mantuvieron sus nombres verdaderos, ocuparon las mismas casillas que llenan durante las noches; bailaron y cantaron la misma cumbia, tomaron la misma cerveza con cola, comieron lo mismo de siempre. Ellos y sus símbolos, su lenguaje, sus alternativas, tan peligrosas para el mundo pasillos afuera, pero las únicas efectivas casillas adentro, son los que construyen con esos elementos cotidianos y reales, una historia ficcional, aunque tantas veces vivida.

Incluso los responsables de la banda sonora de La 21... conviven en esos pasillos. Cristian Rey, Mariano Verdi y Benjamín López Barrios anclan su destino y el de los miles de habitantes del conglomerado que se erige a orillas del agua podrida del Riachuelo en las letras de las cumbias y reggaetones que acompañan las andanzas de los protagonistas. La pobreza, la inseguridad propia de los privados de todo derecho, la manipulación de herramientas que matan como la única posibilidad de protección, de respeto y de obtención de justicia allí dentro se vuelven discurso en los diálogos, melodías y moralejas del film. Es que todo en la película aporta algo para alcanzar cada detalle sobre ese barrio a quien la vea.

- ¿Considera que ésa era la única manera de transmitir el mensaje que lleva la película?
- No creo que haya mejor manera de mostrar y de dar a conocer los valores culturales de la villa 21 que la que pueden ofrecer quienes los viven, los ejercen y los resignifican. En la película hay aromas, festejos, relaciones humanas cotidianas, celebraciones. Todo habla de ese ámbito. Participa el Padre Pepe, sacerdote del barrio y uno de los referentes de los "curas villeros" de la ciudad. Participa un poco de manera involuntaria, ya que lo filmamos en un día muy especial para los vecinos, que es el de la Virgen de Caacupe. La religiosidad es vital en la 21, como en todos los barrios humildes, y también esta presente en este proyecto.

Dos años después, las cámaras filmadoras disparan la realidad de la 21 como si fueran las balas que salen de los 38, escopetas recortadas y rifles reales -no de utilería- manipulados por adultos y niños a diario, de ese barrio a toda la sociedad. “El trabajo de cine realizado en la villa dejó sus frutos”, añadió Ramos: una escuela de teatro que dirige “Tochiro” y una sala de cine funcionan en la casa de los Zarza, la Fraternidad del Sur, y se combinan para “dar contención y perspectiva de futuro a un montón de chicos que nacen y crecen allí. Con eso ya ganamos parte del juego”.

Fuente: Agencia NAN