17.11.10

LOS MICROCRÉDITOS: UNA HERRAMIENTA QUE FAVORECE LA INCLUSIÓN SOCIAL

La ciudad de Buenos Aires es sede del Primer Congreso Latinoamericano de Microcrédito que inauguró la presidenta de la Argentina Cristina Fernández de Kirchner y se realiza hasta el viernes 19 de noviembre en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (avenida del Libertador 8151). Ahí  se compartirán las experiencias que desde 2003 impulsaron la Comisión Nacional de Microcrédito (CONAMI), el Banco Popular de la Buena Fe (BPBF), las Redes de Gestión Asociada (RGA) y el Consorcios de Gestión Local (CGL). Como dice el lema del Congreso "Nuestra palabra tiene crédito", es importante reflexionar sobre cuál es el origen y el significado económico de los microcréditos, quiénes son sus beneficiarios y como se sostiene el sistema.

(Por Clara Razu) Los microcréditos son pequeños préstamos realizados a personas que no pueden acceder a los que otorga un banco tradicional. El sistema posibilita que muchas personas sin recursos puedan financiar sus propios proyectos laborales.

La existencia de los microcréditos es bastante reciente. Nacieron hace trece años en Bangladesh por iniciativa de Muhammad Yunus, fundador del Grameen Bank, quien frente a una catástrofe natural ocurrida en su país tuvo la idea de conceder pequeños créditos a las personas que se quedaron sin techo.

Esta ayuda les permitió salir adelante y el éxito de la iniciativa contribuyó a que propuestas similares se extendieran por los países pobres. Pero hoy ya no son exclusivos del tercer mundo sino que también se utilizan en economías desarrolladas, principalmente para apoyar a los emprendedores con pocos recursos.

La fórmula consiste en conceder pequeñas cantidades de dinero a personas que tienen una idea de negocio viable, pero que no pueden solicitar un crédito a una entidad financiera porque no disponen de garantías reales.

Esos emprendedores pueden dirigirse a fundaciones, asociaciones, ONG’s, entre otras organizaciones, que colaboran con programas de microcréditos para que estudien su propuesta. Esas instituciones colaboradoras analizan el plan de empresa y si lo consideran viable lo derivan a los bancos y cajas que participan en el programa, que en última instancia determinan la viabilidad del proyecto y deciden si otorgan o no la financiación.

La crisis del 2001 de la Argentina generó un excedente estructural de fuerza de trabajo que obligaron a que un segmento cada vez más amplio de la población urbana y/o rural se dedicara a desempeñar una variada gama de ocupaciones (sobre todo en lo referido a servicios de baja calificación), con la finalidad de generarse un mínimo de ingresos que le permitiera cubrir una parte de sus necesidades básicas.

De esta forma, un importante número de personas emprendieron numerosas y diversas actividades cuyas características principales pueden resumirse en que no exigen para su desempeño una cantidad significativa de capital, generan escasos ingresos, operan con un nivel muy bajo de productividad y en términos de mercado, se trata de actividades que le permitan al microempresario insertarse en mercados competitivos y en estratos débiles de la estructura oligopólica, o bien generar servicios y bienes no ofrecidos por el sector formal.
Este tipo de autoempleo ha dado lugar a la configuración de un sector informal urbano y/o rural que posee características bastante distintas a las del sector moderno industrial.

Un desafío que se enfrentaba entonces era cómo prestarles sin que sea necesario exigirles como contraparte del crédito una garantía real. La respuesta que se encontró fue la garantía solidaria o mutua entre dos o más informales que necesitaban un crédito. El préstamo de pequeñas sumas de dinero dirigidas a personas que no eran “sujetos de crédito” para el sistema financiero, se transformó entonces en una práctica ampliamente difundida y muchas veces realizada por organizaciones sin fines de lucro, como así también por distintos programas y organismos de orden nacional, provincial y municipal.

El microcrédito bien aplicado con tasas de interés adecuadas, períodos de pago acordes a las necesidades del capital de trabajo de las microempresas, capacitación y asistencia técnica en un entorno macroeconómico de crecimiento del empleo formal, es una herramienta muy poderosa para acelerar el proceso de inclusión social.

Un elemento diferencial e importantísimo de los microcréditos es que la garantía de los mismos es grupal. Los prestatarios son organizados en grupos conformados con personas del mismo barrio, usualmente amigos o familiares que también son microempresarios, quienes se garantizan unos a otros para obtener los préstamos. Cada grupo tiene un responsable del mismo y en las distintas etapas de los créditos este liderazgo va rotando hacia otros integrantes. Los grupos se reúnen semanalmente para juntar la cuota del crédito. Si uno de los miembros no puede pagar su cuota, el grupo debe hacerlo dividiendo el monto a abonar por éste entre los miembros restantes. Esto hace que se produzca una especie de presión social sobre el que incumple y sirve como un mecanismo que les permite reconocerse como sujetos activos de política y no sujetos pasivos de las mismas, ya que la renovación de los créditos hacia el grupo por parte de las instituciones depende en gran medida de su comportamiento crediticio y del comportamiento de cada uno de sus integrantes, dado que es potestad del grupo en caso de ser necesario expulsar a un miembro del mismo por un mal desempeño o mal comportamiento hacia los demás.

El sistema de grupos solidarios no sólo proporciona una garantía de repago sino que disminuye los costos administrativos del programa, porque es el propio grupo el que administra los préstamos individuales. Además, la rotación de la posición de líder del grupo, usualmente trimestral, les da la oportunidad a sus miembros de asumir responsabilidades de liderazgo, lo que les permite, en algunos casos, participar en actividades sociales y/o institucionales como responsable del grupo frente a su comunidad. Esto tiene un efecto positivo en la identidad individual de los miembros y propicia el desarrollo de una identidad colectiva y la participación comunitaria, preparándolos para reconocer los problemas y resolverlos.

La formación de una identidad colectiva ayuda a la sustentabilidad del microcrédito. En este sentido es importante que los servicios ofrecidos satisfagan las necesidades del grupo. No sólo debe haber acceso fácil y rápido al crédito, sino que los servicios financieros deben ser acompañados por servicios no financieros que incluyan información, formación y entrenamiento. Además se debe considerar la personalización de los servicios. Por último, el esquema debe ser lo suficientemente flexible como para adaptarse a las condiciones locales en las cuales se aplican este tipo de programas respetando las idiosincrasias propias de cada comunidad.