El sociólogo venezolano Roberto Briceño León afirmó que “el chagas ya no es una enfermedad sólo de pobres” durante su participación en las Segundas Jornadas de Fortalecimiento de la Enseñanza de la Enfermedad de Chagas en las Ciencias de la Salud que se realizó en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).
Briceño León, quien es asesor sobre enfermedades parasitarias para la Organización Mundial de la Salud (OMS) y coordinador del Observatorio Venezolano de Violencia, dialogó con Hoy la Universidad, publicación digital de la UNC, acerca de la situación actual del Mal de Chagas y de la violencia en América Latina.
El sociólogo venezolano ofreció la conferencia "La Enfermedad de Chagas: de la enfermedad rural a las epidemias urbanas" en la que presentó una perspectiva general sobre la evolución de la patología y su transformación en el tiempo, influenciada por los cambios sociales y ambientales que generan, a su vez, los cambios epidemiológicos desde su descubrimiento hace poco más de un siglo.
En esta línea, señaló que el Mal de Chagas dejó de ser una enfermedad asociada a las poblaciones rurales y de menos recursos, para convertirse en una patología que “llega a cualquier sector social y a todas las personas, en cualquier lugar, en cualquier momento”, de acuerdo al informe de la periodista Mariana Mendoza.
Según Briceño León, esto se debe, en parte, a cambios en la población y la sociedad. En el traslado de la población rural a las ciudades, “muchos llevaron al insecto consigo, en sus enseres, y colocaron al vector de la enfermedad en las zonas periurbanas y en la ciudad. Pero además, transportaron el parásito en su propia sangre. Entonces, fueron y donaron en los hospitales con la mejor buena voluntad y con el deseo de ayudar a los demás, y al hacerlo, como no existía un buen tamizaje de la sangre, fueron transmitiendo la enfermedad a otras personas, y ésta se fue haciendo fundamentalmente urbana”.
Otra de las causas se debe a los cambios ambientales que provoca la deforestación, a lo que se sumó una nueva forma de transmisión de la enfermedad, que ya no es transfusional ni congénita, sino oral. “Esto apareció hace unos años en Brasil con la preparación de un jugo de caña que bebieron un grupo de viajeros que nunca habían estado en una zona endémica y adquirieron la enfermedad por esta vía. Algo similar ocurrió en una escuela en Venezuela, en una de las zonas más ricas del país”.
- ¿Y esta nueva forma de contagio, tiene las mismas consecuencias para la salud que las otras vías?
- Desde el punto de vista médico, clínico, las consecuencias son exactamente iguales. Las personas contagiadas por la vía oral pueden llegar a un caso agudo y fallecer. Lo que esta nueva forma de transmisión cambia es el impacto que puede tener en la sociedad. Ya no se tratará solamente de una enfermedad de pobres. Cualquier sector social puede simplemente verse afectado por esta nueva forma de transmisión.
- Ahora bien, la enfermedad de Chagas fue descubierta hace muchos años. ¿No deberían haberse adoptado ciertas políticas para erradicarla y que no evolucionara hacia nuevas formas de contagio?
- La enfermedad fue descrita hace 103 años. Un siglo después esperaríamos que el Mal de Chagas hubiese sido controlado. Sobre todo, porque desde el primer momento se describió la enfermedad y se dieron los lineamientos para su control y prevención. Sin embargo, históricamente ha sido una enfermedad olvidada porque ha afectado a los sectores más pobres, a los que no tienen voz, y por eso quedó como olvidada, rezagada en las zonas rurales de los países. Hoy en día la patología está afectando incluso a los países desarrollados, a partir de los nuevos inmigrantes que allí llegan con la patología. Está afectando a una población urbana que tiene más herramientas. Tiene mejor educación, mayor conciencia de sus derechos y son estos pacientes urbanos los que empezarán a reclamar una respuesta distinta para la enfermedad, exigirán mayores controles para prevenir y evitar el Mal en sus hijos.
- ¿Qué medidas se están adoptando en los países más desarrollados para contrarrestar la epidemia?
- La situación varía. En Estados Unidos, que tiene una importante población latina, desde 2006 se realizan pruebas de sangre para el control de la enfermedad de Chagas. Ese año la Administración de Alimentos y Drogas (FDA según sus siglas en inglés) tomó la decisión de hacer obligatorio el tamizaje para Chagas en los bancos de sangre. También adoptó medidas para hacer análisis de los órganos que se están donando. Una situación similar se puede encontrar en España, en donde la presencia de migrantes latinos ha obligado también a tomar conciencia y las universidades y los ministerios están diseñando manuales para formar a los médicos. Pero eso no existe en otros países de Europa.
Según estadísticas, en América Latina hay entre 12 y 14 millones de personas padecen de Mal de Chagas, de los cuales un tercio puede fallecer a causa de la enfermedad. Además hay 26 millones de personas están en riesgo de contraer esta patología. Y entre un 20 y un 30% de quienes reciben el parásito desarrollan la enfermedad.
Violencia urbana
A la par de su actividad como investigador y asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre enfermedades parasitarias, Briceño León también coordina el Observatorio Venezolano de Violencia. Justamente, sobre estos intereses, en apariencia, disímiles, responde: “Me formé como sociólogo urbano, e incluso mi primer posgrado en Francia fue sobre sociología urbana, pero a partir de empezar a trabajar con la enfermedad de Chagas y otras enfermedades endémicas, fui adentrándome en la vida y el mundo rural, donde trabajé por casi una década”.
- ¿Cómo se adentró en la problemática de la violencia urbana?
La situación de violencia en Venezuela me obligó a regresar al análisis urbano. Empecé a estudiar la problemática desde la perspectiva de la salud pública y no desde la de los juzgados y la criminología. Porque la violencia se ha convertido, en América Latina, en un problema de salud pública. Cuando uno ve cuáles son las tres principales causas de muerte en la región, encuentra el cáncer, las enfermedades del corazón y la violencia. Ahora, cuando uno analiza esto desde el punto de vista de los años de vida perdidos, la violencia pasa al primer lugar, porque las personas pueden fallecer de una enfermedad cardíaca o de un cáncer a los 65 años, y si la esperanza de vida en esa región es 70, se perdieron cinco años. Pero quienes mueren por la violencia lo hacen a los 20 años, entonces no se pierden cinco, sino 50 años de vida. El impacto en la salud de la población es muy importante.
- ¿Cuáles son los factores que inciden en este aumento tan notable de la violencia?
- Hay tres tipos de factores que inciden en la violencia. Unos son de orden macrosocial y que originan la violencia. Fundamentalmente tienen que ver la pérdida de los controles sociales tradicionales, la religión, la familia. También con los niveles de desigualdad tan importantes que hay en nuestras sociedades. La pobreza no es un problema de los países o regiones más pobres, sino de aquellos donde hay contrastes, donde hay mucha riqueza y mucha pobreza. Otro factor es el aumento notable de las expectativas que tienen los jóvenes y la poca capacidad de satisfacerlas. Los valores, las aspiraciones que desean los distintos sectores sociales son muy similares y, en ese sentido, la sociedad se hizo democrática en las expectativas pero no así en la capacidad de satisfacerlas, en el acceso a esos bienes. Eso crea conflictos muy importantes, como también los genera el elevado nivel de ocio juvenil. Entre un 25 y 35% de nuestros jóvenes –varía según cada país- no estudia ni trabaja.¿Y qué hace un joven que no trabaja ni estudia y que tiene todas esas aspiraciones?
- ¿Y cuáles son los otros dos tipos de factores?
- Uno tiene que ver con la organización ecológica de los sectores populares, de las villas miserias, de las favelas, que tienen una estructura física que hace muy difícil el control policial y muy fácil el dominio de estos territorios por las bandas. También con la cultura de la masculinidad. Más del 90% de los homicidios en América Latina son hombres. Y en un tercer nivel, más microsocial, están los factores que facilitan la violencia, que en América Latina son dos: por un lado, el notable incremento del porte de armas de fuego, fundamentalmente entre la población joven vinculada al tráfico de drogas; por otro, el consumo de alcohol, porque éste actúa como un desinhibidor y lleva al conflicto, al pasaje al acto mucho más marcado. Estos factores son comunes para todos los países de América Latina.
Briceño León, quien es asesor sobre enfermedades parasitarias para la Organización Mundial de la Salud (OMS) y coordinador del Observatorio Venezolano de Violencia, dialogó con Hoy la Universidad, publicación digital de la UNC, acerca de la situación actual del Mal de Chagas y de la violencia en América Latina.
El sociólogo venezolano ofreció la conferencia "La Enfermedad de Chagas: de la enfermedad rural a las epidemias urbanas" en la que presentó una perspectiva general sobre la evolución de la patología y su transformación en el tiempo, influenciada por los cambios sociales y ambientales que generan, a su vez, los cambios epidemiológicos desde su descubrimiento hace poco más de un siglo.
En esta línea, señaló que el Mal de Chagas dejó de ser una enfermedad asociada a las poblaciones rurales y de menos recursos, para convertirse en una patología que “llega a cualquier sector social y a todas las personas, en cualquier lugar, en cualquier momento”, de acuerdo al informe de la periodista Mariana Mendoza.
Según Briceño León, esto se debe, en parte, a cambios en la población y la sociedad. En el traslado de la población rural a las ciudades, “muchos llevaron al insecto consigo, en sus enseres, y colocaron al vector de la enfermedad en las zonas periurbanas y en la ciudad. Pero además, transportaron el parásito en su propia sangre. Entonces, fueron y donaron en los hospitales con la mejor buena voluntad y con el deseo de ayudar a los demás, y al hacerlo, como no existía un buen tamizaje de la sangre, fueron transmitiendo la enfermedad a otras personas, y ésta se fue haciendo fundamentalmente urbana”.
Otra de las causas se debe a los cambios ambientales que provoca la deforestación, a lo que se sumó una nueva forma de transmisión de la enfermedad, que ya no es transfusional ni congénita, sino oral. “Esto apareció hace unos años en Brasil con la preparación de un jugo de caña que bebieron un grupo de viajeros que nunca habían estado en una zona endémica y adquirieron la enfermedad por esta vía. Algo similar ocurrió en una escuela en Venezuela, en una de las zonas más ricas del país”.
- ¿Y esta nueva forma de contagio, tiene las mismas consecuencias para la salud que las otras vías?
- Desde el punto de vista médico, clínico, las consecuencias son exactamente iguales. Las personas contagiadas por la vía oral pueden llegar a un caso agudo y fallecer. Lo que esta nueva forma de transmisión cambia es el impacto que puede tener en la sociedad. Ya no se tratará solamente de una enfermedad de pobres. Cualquier sector social puede simplemente verse afectado por esta nueva forma de transmisión.
- Ahora bien, la enfermedad de Chagas fue descubierta hace muchos años. ¿No deberían haberse adoptado ciertas políticas para erradicarla y que no evolucionara hacia nuevas formas de contagio?
- La enfermedad fue descrita hace 103 años. Un siglo después esperaríamos que el Mal de Chagas hubiese sido controlado. Sobre todo, porque desde el primer momento se describió la enfermedad y se dieron los lineamientos para su control y prevención. Sin embargo, históricamente ha sido una enfermedad olvidada porque ha afectado a los sectores más pobres, a los que no tienen voz, y por eso quedó como olvidada, rezagada en las zonas rurales de los países. Hoy en día la patología está afectando incluso a los países desarrollados, a partir de los nuevos inmigrantes que allí llegan con la patología. Está afectando a una población urbana que tiene más herramientas. Tiene mejor educación, mayor conciencia de sus derechos y son estos pacientes urbanos los que empezarán a reclamar una respuesta distinta para la enfermedad, exigirán mayores controles para prevenir y evitar el Mal en sus hijos.
- ¿Qué medidas se están adoptando en los países más desarrollados para contrarrestar la epidemia?
- La situación varía. En Estados Unidos, que tiene una importante población latina, desde 2006 se realizan pruebas de sangre para el control de la enfermedad de Chagas. Ese año la Administración de Alimentos y Drogas (FDA según sus siglas en inglés) tomó la decisión de hacer obligatorio el tamizaje para Chagas en los bancos de sangre. También adoptó medidas para hacer análisis de los órganos que se están donando. Una situación similar se puede encontrar en España, en donde la presencia de migrantes latinos ha obligado también a tomar conciencia y las universidades y los ministerios están diseñando manuales para formar a los médicos. Pero eso no existe en otros países de Europa.
Según estadísticas, en América Latina hay entre 12 y 14 millones de personas padecen de Mal de Chagas, de los cuales un tercio puede fallecer a causa de la enfermedad. Además hay 26 millones de personas están en riesgo de contraer esta patología. Y entre un 20 y un 30% de quienes reciben el parásito desarrollan la enfermedad.
Violencia urbana
A la par de su actividad como investigador y asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sobre enfermedades parasitarias, Briceño León también coordina el Observatorio Venezolano de Violencia. Justamente, sobre estos intereses, en apariencia, disímiles, responde: “Me formé como sociólogo urbano, e incluso mi primer posgrado en Francia fue sobre sociología urbana, pero a partir de empezar a trabajar con la enfermedad de Chagas y otras enfermedades endémicas, fui adentrándome en la vida y el mundo rural, donde trabajé por casi una década”.
- ¿Cómo se adentró en la problemática de la violencia urbana?
La situación de violencia en Venezuela me obligó a regresar al análisis urbano. Empecé a estudiar la problemática desde la perspectiva de la salud pública y no desde la de los juzgados y la criminología. Porque la violencia se ha convertido, en América Latina, en un problema de salud pública. Cuando uno ve cuáles son las tres principales causas de muerte en la región, encuentra el cáncer, las enfermedades del corazón y la violencia. Ahora, cuando uno analiza esto desde el punto de vista de los años de vida perdidos, la violencia pasa al primer lugar, porque las personas pueden fallecer de una enfermedad cardíaca o de un cáncer a los 65 años, y si la esperanza de vida en esa región es 70, se perdieron cinco años. Pero quienes mueren por la violencia lo hacen a los 20 años, entonces no se pierden cinco, sino 50 años de vida. El impacto en la salud de la población es muy importante.
- ¿Cuáles son los factores que inciden en este aumento tan notable de la violencia?
- Hay tres tipos de factores que inciden en la violencia. Unos son de orden macrosocial y que originan la violencia. Fundamentalmente tienen que ver la pérdida de los controles sociales tradicionales, la religión, la familia. También con los niveles de desigualdad tan importantes que hay en nuestras sociedades. La pobreza no es un problema de los países o regiones más pobres, sino de aquellos donde hay contrastes, donde hay mucha riqueza y mucha pobreza. Otro factor es el aumento notable de las expectativas que tienen los jóvenes y la poca capacidad de satisfacerlas. Los valores, las aspiraciones que desean los distintos sectores sociales son muy similares y, en ese sentido, la sociedad se hizo democrática en las expectativas pero no así en la capacidad de satisfacerlas, en el acceso a esos bienes. Eso crea conflictos muy importantes, como también los genera el elevado nivel de ocio juvenil. Entre un 25 y 35% de nuestros jóvenes –varía según cada país- no estudia ni trabaja.¿Y qué hace un joven que no trabaja ni estudia y que tiene todas esas aspiraciones?
- ¿Y cuáles son los otros dos tipos de factores?
- Uno tiene que ver con la organización ecológica de los sectores populares, de las villas miserias, de las favelas, que tienen una estructura física que hace muy difícil el control policial y muy fácil el dominio de estos territorios por las bandas. También con la cultura de la masculinidad. Más del 90% de los homicidios en América Latina son hombres. Y en un tercer nivel, más microsocial, están los factores que facilitan la violencia, que en América Latina son dos: por un lado, el notable incremento del porte de armas de fuego, fundamentalmente entre la población joven vinculada al tráfico de drogas; por otro, el consumo de alcohol, porque éste actúa como un desinhibidor y lleva al conflicto, al pasaje al acto mucho más marcado. Estos factores son comunes para todos los países de América Latina.